"Mujeres del Mundo", ayudando a las refugiadas a adaptarse a la vida en Estados Unidos
"Mujeres del Mundo", ayudando a las refugiadas a adaptarse a la vida en Estados Unidos
Los ojos de Ghasaq Maiber se iluminaron y una sonrisa cruzó su rostro. Cinco meses antes, había tenido una rotura de tobillo tan grave que necesitaba una operación.
La facture ascendía a más de 27.000 dólares y, prácticamente recién llegada de Irak, carecía de seguro médico.
“Es muchísimo dinero. No puedo pagar”, dijo.
Sin embargo, una soleada mañana de junio, no cabía en sí de gozo. “Me acaban de decir hace tres minutos que mi cuenta está a cero”, exclamó. “¡Samira lo arregló!”
“¡Samira lo arregló!”
Se refería a Samira Harnish, una incansable defensora de los refugiados que se encuentran de repente desorientados en algún lugar poco familiar para ellos en el corazón de Estados Unidos.
Samira, también inmigrante iraquí, les ayuda a adaptarse. No acepta el NO por respuesta. Hace diez años, su carrera profesional como laureada ingeniera eléctrica y ejecutiva, con un sueldo de seis cifras, podía definirse como el Sueño Americano.
No obstante, había algo que le preocupaba. A menudo, conduciendo de vuelta a casa después del trabajo o haciendo recados por Salt Lake City, se cruzaba con mujeres refugiadas que apenas hablaban inglés, que desconocían el sistema de transporte público o tenían problemas en la caja del supermercado.
Samira, que habla árabe, se ofrecía a ayudarlas, dado que muchas de las mujeres que se encontraba eran de Siria, Somalia, Yemen o de su país natal, Irak. En los días de nieve y viento, ella misma las llevaba a casa en coche para que no tuvieran que esperar el bus.
Gracias a su labor, Samira fue elegida como finalista de la región de las Américas para el Premio Nansen para los Refugiados 2018.
Samara acude con las recién llegadas a sus citas médicas y a las escuelas de sus hijos, para server como traductora. Queda con ellas en cafeterías o en bibliotecas públicas para enseñarles a abrir una cuenta bancaria, pagar facturas y prepararse para entrevistas de trabajo.
“Siempre pienso, ¿qué habría hecho yo si hubiera estado en Irak cuando había guerra?”, narra. Imaginándose ella misma como una refugiada recién reasentada en Estados Unidos. “¿Sería capaz de aprender un nuevo idioma, un nuevo oficio? ¿Encontraría gente en la que confiar, a quien contar mi historia?”
Su propia experiencia de hace 30 años como joven inmigrante enviada a los Estados Unidos para un matrimonio concertado, preparó a Samira –que ahora tiene 61- para conocer las dificultades que enfrentan las mujeres que llegan de sociedades tradicionales para ajustarse a los usos y costumbres de la América moderna.
Dejó su trabajo en una empresa y lanzó “Women of the World” (WOW), una organización sin ánimo de lucro para ayudar a mujeres refugiadas.
Su idea era “crear un espacio seguro para que las mujeres se sintieran bienvenidas, valientes y empoderadas para explorar”, cuenta. “Women of the World trabaja sobre un enfoque integral para que nuestras mujeres alcancen la auto-suficiencia”.
Durante los seis primeros años, su oficina era su coche. Pasaba todo el tiempo hacienda llamadas, mandando correos y tocando en las puertas de oficinas gubernamentales para dar apoyo a “sus mujeres”.
“Cuando guardas un problema en el corazón y vas a ver a Samira a su oficina, volverás feliz. Tendrás una solución”, explica Rosette Kindja, madre soltera y refugiada de la República Democrática del Congo, reasentada en Salt Lake City desde hace dos años.
Samira y WOW ayudaron a Rosette a encontrar trabajo y a aprender inglés; ella es una de las más de 1.000 mujeres que han recibido su ayuda en la última década.
El prestigioso Premio Nansen toma su nombre en honor del explorador y filántropo noruego Fridtjof Nansen, primer Alto Comisionado para Los Refugiados, designado en el cargo por la Liga de las Naciones en 1921. Se entrega cada año tras escrutar exhaustivamente todas las nominaciones que se reciben globalmente.
El galardón, otorgado por el Comité Nansen –del que ACNUR es uno de los principales miembros- destaca a quienes han hecho grandes esfuerzos para ayudar a refugiados, solicitantes de asilo, apátridas o personas desplazadas forzosamente dentro de sus propios países.
WOW, la organización de Samira, halló finalmente hace cuatro años un hogar permanente en un local de una pequeña área comercial.
Una tarde, no hace mucho, un grupo de 17 mujeres se reunió en la oficina para disfrutar una comida a base de pescado, cabra y verduras, cocinada por Vestine MnKeshimana, una refugiada de Ruanda que había sido testigo de horrores inimaginables, antes de ser reasentada en Salt Lake City ya hace bastantes años.
“Siempre digo que Samira es un ángel enviado por Dios para ayudar a refugiadas como nosotras”
“Siempre digo que Samira es un ángel enviado por Dios para ayudar a refugiadas como nosotras”, dice Vesine, mientras Samira sale disparada de la oficina con una caja de galletas. Va a visitar a Elizabeth Ngaba, una refugiada de la República Centroafricana que sufrió un infarto el año pasado y perdió la visión.