"No siempre puedes salvar vidas, pero puedes ofrecer alivio"
"No siempre puedes salvar vidas, pero puedes ofrecer alivio"
Nombre: Taimur Hasan, 50 años, de Bangladesh.
Profesión: Funcionario de salud pública. Lleva quince años junto a ACNUR, trabajando en Bangladesh, Nepal y en situaciones de emergencia en Irak.
¿Por qué se hizo trabajador humanitario?
Mi objetivo principal, como médico, es ayudar a las personas. Mientras trabajaba en salud pública, me di cuenta de que podía ser más eficiente si cumplía con un papel humanitario. Gracias a este trabajo, me he cruzado con mucha gente muy necesitada, y cuando puedo hacer algo por ellos, me produce una gran satisfacción. No siempre puedes salvar vidas, pero puedes ofrecer un alivio a los pacientes en los momentos de dolor.
¿Cuáles son los aspectos más gratificantes/desafiantes de su trabajo?
Más de 720.000 refugiados rohingyas de Myanmar han huido hacia el sudeste de Bangladesh desde finales del mes de agosto de 2017.
Cuando esta situación comenzó, miles de personas llegaban todos los días. Estábamos asustados porque no esperábamos que tanta gente llegara en tan poco tiempo. Muchos habían hecho un largo trayecto, habían caminado sin comer durante varios días y no pudieron dormir bien, por lo que su sistema inmunitario se debilitó considerablemente.
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También descubrimos que un cuarto de los niños menores de cinco años padecía desnutrición y que la mayoría nunca había recibido vacunas contra enfermedades frecuentes. Así que, al principio, más de 600 personas llegaron con sarampión y, durante las siguientes semanas, tuvimos que tratar a más de 200.000 personas con diarrea aguda, ya que el agua y las instalaciones no estaban en buenas condiciones.
Luego, un brote de difteria afectó a 7.000 personas, aproximadamente, pero los excelentes equipos de trabajo de varias organizaciones pudieron controlar la situación, bajo el mandato del Ministerio de Salud del Gobierno de Bangladesh.
No todos los problemas eran físicos. Ver a todo el mundo con una presión emocional tan grande fue todo un desafío. Primero estaba la violencia de la que los refugiados habían sido testigos en su país. Después, el hecho de cruzar Bangladesh a pie, sin comida o albergue y, por último, las condiciones que había aquí. Todos temían por su futuro porque no sabían qué iba a suceder.
Cuando empezó la oleada migratoria, solo teníamos una clínica fuera de una tienda de campaña. Actualmente, nos encargamos de sustentar quince centros de atención primaria junto a nuestros socios, incluyendo la unidad de salud para refugiados de la oficina del Refugee Relief and Repatriation Commissioner, además de organismos no gubernamentales como Medical Teams International, Research, Training and Management International, Relief International y Gonoshasthaya Kendra.
También establecimos unidades de tratamiento contra la diarrea y centros nutricionales. La campaña de vacunación que llevamos a cabo con nuestros socios humanitarios ha inmunizado al 90% de los niños.
Poder colaborar en ese momento hizo que me sintiera orgulloso, ya que, para un médico, ayudar a las personas necesitadas resulta muy satisfactorio.
¿Y su peor día en el trabajo?
Hubo muchos días malos, muchos días muy malos. Concretamente, cuando empezó la situación de emergencia. Fue muy complicado ver a tanta gente en la calle, sin albergue y con una alimentación a base de agua y arroz salvaje, ya que no teníamos comida para todos. Pero siempre hay un día que no se te puede olvidar.
Estaba trabajando en el campamento de Kutupalong y recibí una llamada desde recepción diciendo “por favor, venga”. Corrí hacia allí y encontré a un hombre que llevaba un cesto envuelto con unos paños. Le pedí que los retirara y entonces vi que dentro había dos bebés minúsculos. Eran gemelas.
La madre estaba aterrorizada, muy cansada y tenía un cuerpo minuto. Había tenido el parto mientras cruzaba la jungla de Myanmar. No tenía comida, no tenía nada. Estaba muy enferma. Me afectó mucho. Me quedé conmocionado y sentí pena al mismo tiempo. Pena por la madre que no pudo dar a luz con dignidad. Pero también conmocionado, al ver las condiciones en que se encontraban los padres y, por supuesto, las niñas.
¿Cuál fue su mejor día de trabajo?
Llevamos a la madre y a las recién nacidas de inmediato hacia la unidad de maternidad de la clínica de asistencia primaria. Los cordones umbilicales de las bebés se limpiaron y pinzaron. La madre recibió suplementos alimenticios y la atención médica que requería. El mejor día que he tenido fue el día siguiente, cuando volví a verlas.
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Las gemelas estaban envueltas en una bonita toalla y la madre sonreía. Se sentía sana y salva. No por ella, sino por sus niñas y eso hizo que me sintiera muy feliz. Además, me sentí agradecido con Dios por haber podido ayudar a esa madre.
Te necesitamos con urgencia para ayudar a los niños, mujeres y hombres refugiados en Bangladesh. Por favor, colabore con nosotros.
La Agencia de la ONU para los Refugiados trabaja en 128 países ayudando a hombres, mujeres y niños que huyen de su hogar por causa de las guerras y la persecución. Nuestra sede está en Ginebra, pero la mayoría de nuestros funcionarios trabaja sobre el terreno, ayudando a refugiados. Esta entrevista forma parte de una serie con la que se pretende destacar la labor de nuestro personal.
Gracias a la Voluntaria en Línea Carlota Vega por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.