Personas afganas desplazadas reciben ayuda para reconstruir sus vidas y comunidades
Personas afganas desplazadas reciben ayuda para reconstruir sus vidas y comunidades
El pueblo de Janat Bagh (Jardín del Paraíso, en español), al noreste de la provincia afgana de Kunduz, antes conocido por sus hermosos huertos y su vegetación, lleva las cicatrices de siete años en la primera línea de un conflicto activo. Los combates dejaron casi todos los edificios dañados o completamente destruidos.
“Los aviones bombardeaban esta zona”, explica Mohammad Yunus Safizada, de 36 años, señalando las colinas circundantes. “Aquí se ha desatado una guerra muy peligrosa”.
Él y su familia abandonaron el único hogar que habían conocido y huyeron a la provincia de Takhar y luego a Kunduz. Como muchas familias desplazadas, tuvieron que enfrentarse a los elevados costos de alquilar una vivienda y encontrar trabajo.
Es una buena sensación volver
Pero desde el pasado mes de mayo, después de que el Servicio de Actividades Relativas a las Minas de la ONU limpiara el pueblo de minas, familias como la de Yunus han empezado a regresar poco a poco.
“Es una buena sensación volver a vivir aquí, en el lugar donde crecimos mi padre y yo”, asegura Yunus.
Hogares destruidos reconstruidos
Su familia es una de las 24 de la aldea que, hasta ahora, han recibido subvenciones de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, para ayudarles a reconstruir sus casas destruidas. En todo Afganistán, 28.700 personas se beneficiaron de una ayuda similar para reconstruir sus viviendas en 2022, mientras que cerca de 213.000 recibieron ayuda para reparar sus casas o cubrir el alquiler.
En Janat Bagh también se han instalado en el pueblo un pozo profundo alimentado por energía solar y un depósito, y está previsto construir este año una nueva escuela – de la que ya se han puesto los cimientos – y dos centros comunitarios, uno para hombres y otro para mujeres. Otras agencias están estudiando la posibilidad de apoyar actividades agrícolas.
Yunus se mudó a su nueva casa, equipada con paneles solares, hace solo 10 días. Ya está ocupado plantando un nuevo huerto en el jardín delantero, donde espera cultivar cebollas, pepinos, tomates y quingombó.
“La primera vez que volví, estaba muy triste; antes era un pueblo muy verde con árboles frutales y cuando regresé, todo estaba destruido. Ahora ha habido muchos cambios”, cuenta. “Hay paz. Si dejamos la puerta abierta por la noche, si paseamos por el pueblo de noche o de día, no sentimos ningún peligro. Ahora estamos cómodos”.
Su vecina, Mah Gul, de 40 años, también vive en una casa recién construida con el apoyo de ACNUR. Esta madre de cinco hijos perdió a su esposo hace cinco años, cuando le dispararon tras intentar regresar al pueblo para ganar dinero como conductor de un tractor.
“Vivíamos en casas de otras personas. Cuando volvimos a la aldea, estábamos muy tristes y asustados: la aldea y las casas estaban completamente destruidas”, explica.
“Desde que ACNUR empezó a ayudar aquí, las personas han regresado poco a poco a este pueblo y se han construido casas. Mis hijos vivirán mejor aquí”.
“La primera vez que volví, estaba muy triste; antes era un pueblo muy verde con árboles frutales y cuando regresé, todo estaba destruido. Ahora ha habido muchos cambios”, cuenta. “Hay paz. Si dejamos la puerta abierta por la noche, si paseamos por el pueblo de noche o de día, no sentimos ningún peligro. Ahora estamos cómodos”.
Su vecina, Mah Gul, de 40 años, también vive en una casa recién construida con el apoyo de ACNUR. Esta madre de cinco hijos perdió a su esposo hace cinco años, cuando le dispararon tras intentar regresar al pueblo para ganar dinero como conductor de un tractor.
“Vivíamos en casas de otras personas. Cuando volvimos a la aldea, estábamos muy tristes y asustados: la aldea y las casas estaban completamente destruidas”, explica.
“Desde que ACNUR empezó a ayudar aquí, las personas han regresado poco a poco a este pueblo y se han construido casas. Mis hijos vivirán mejor aquí”.
Crear comunidades resilientes
La aldea está situada en un Área Prioritaria de Retorno y Reintegración (PARR, por sus siglas en inglés), una de las 80 zonas de Afganistán en las que ACNUR colabora con otros organismos para instalar servicios básicos y apoyar los medios de vida de las personas desplazadas y refugiadas que deciden regresar. El objetivo es crear comunidades resilientes y menos vulnerables a futuros desplazamientos.
En todo Afganistán, sin embargo, las necesidades humanitarias son acuciantes. De acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, casi 20 millones de personas (la mitad de la población) se encuentran en situación de inseguridad alimentaria aguda, seis millones de las cuales están a un paso de la hambruna, principalmente como consecuencia de la crisis económica que se ha apoderado de Afganistán desde agosto de 2021. Décadas de conflicto, perturbaciones climáticas y severas restricciones a los derechos de las mujeres y las niñas a trabajar y estudiar han agravado la situación.
Un decreto de diciembre que prohibía a las mujeres afganas trabajar para la mayoría de las ONG ha sido especialmente perjudicial para los esfuerzos de ayuda. En abril, las autoridades de facto ampliaron la prohibición para incluir a las mujeres que trabajan para la ONU.
El personal femenino de ACNUR y de sus socios es vital para garantizar que la ayuda crítica y vital llegue a quienes más la necesitan. La agencia sigue abogando por la plena inclusión de las mujeres para garantizar que la ayuda pueda entregarse a mujeres y niñas.
Muchos de los retornados de Janat Bagh continúan viviendo en tiendas de campaña y algunos luchan por encontrar trabajo para mantener a sus familias, pero serán más quienes se beneficien del apoyo para vivienda y otros servicios previstos para este año.
“Es muy importante tener casa”, comenta Juma Khan, quien recibió una subvención para reconstruirla. “Aunque pasemos hambre, podemos vivir con tranquilidad y sentirnos relajados”.