Un equipo integrado por mujeres afganas en el exilio se posiciona en Australia
Un equipo integrado por mujeres afganas en el exilio se posiciona en Australia
Fatima recuerda cada detalle de la primera vez que jugó fútbol.
“Estaba en la cancha de la escuela, jugando con otras chicas. ¡Fue fantástico! Sentía que era Messi o Ronaldo. Me llenaba de orgullo practicar un deporte que en mi país se considera exclusivo de hombres. ¡Me sentía poderosísima!”.
Poco tiempo después, un cazatalentos la vio jugar y la invitó a entrenar con la selección afgana integrada por personas de menos de 18 años. Un año después, cuando Fatima tenía 16 años, se integró a la selección femenil nacional y no tardó en convertirse en una atleta de alto perfil en su país.
“Mi vida no era trascendental, pero, cuando me incorporé a la selección, el panorama se abrió. El deporte cambió mi vida”.
Una dolorosa separación
La vida de Fatima cambió nuevamente cuando las autoridades de facto tomaron el poder en agosto de 2021. De pronto, mostrar su rostro en público la ponía el riesgo; jugar al fútbol lo hacía aún más.
Esta chica hazara, que entonces tenía 19 años, enterró su uniforme y sus trofeos en el patio trasero y se dirigió al aeropuerto junto a su familia. Luego de esfuerzos internacionales, el Gobierno de Australia emitió visas de emergencia para que Fatima y otras 37 jugadoras pudieran salir de Afganistán acompañadas de sus familias. Por desgracia, debido al caos que reinaba en el aeropuerto de Kabul, la madre, el padre y la hermana más pequeña de Fatima no lograron subir al avión en el que viajaron Fatima y su hermano.
“Las personas estaban aterrorizadas y trataban de escapar. Corrían y corrían. No pude despedirme de mi mamá ni de mi papá. La última vez que les vi fue en ese aeropuerto”, contó Fatima, quien aclaró que, después de un tiempo, sus padres y su hermana lograron salir del país y se pusieron a salvo en Pakistán. Mientras tanto, Fatima se encontró en Dubai con otros dos hermanos (hombre y mujer), para luego viajar a Sídney.
Desde 2021, 1,6 millones de personas han salido de Afganistán; muchas de ellas, se dirigieron a países vecinos, pero alrededor de 3,2 millones han sido desplazadas dentro de Afganistán.
Como ocurre con la mayor parte del equipo, Fatima, su hermana y sus hermanos se establecieron en Melbourne. Ella ha estado estudiando inglés y se esfuerza por adaptarse a una nueva cultura. Al mismo tiempo, trata de asimilar haber sido separada de su madre, su padre y su hermana pequeña, a quienes no ha visto en casi dos años.
Mucho más que un juego
“Me extrañaba darme cuenta de que estaba aquí, porque nunca pensé en vivir en Australia”, confesó.
Fatima tiene ahora un empleo a tiempo parcial como asistente de tecnologías de la información, que le permite enviarle dinero a su familia, con la que espera reencontrarse pronto. Mientras tanto, el fútbol la ha ayudado a distraerse del dolor que le provoca la separación. Para Fatima, el fútbol no es un juego.
“Jugar al fútbol es algo mágico para mí. Es como una medicina que sana el trauma y las heridas de guerra. De hecho, cuando estoy en la cancha, me siento segura. Me esfuerzo por olvidar esas escenas y todo lo que he vivido”.
Considerando que han pasado por situaciones similares, Fatima y sus compañeras han forjado un vínculo inquebrantable.
“En el fútbol juegas en equipo, que es como una segunda familia. Ellas comparten mi tristeza, y yo comparto la suya. Lo mismo ocurre con la alegría”, recalcó.
Estandarte de los derechos de las mujeres
Melbourne Victory, un club australiano de fútbol profesional, patrocina a la Selección Femenil de Afganistán, que compite a nivel estatal. Las mujeres que integran el equipo han logrado grandes cosas dentro y fuera de la cancha. En concreto, aprovechan cada oportunidad para hablar y abogar por los derechos de las mujeres en su país, a quienes se les ha prohibido practicar algún deporte y ocupar espacios en la vida pública.
“Se han convertido en un estandarte de los derechos de las mujeres y las niñas en Afganistán y en el resto del mundo; son un grupo muy importante para la sociedad australiana”, señaló Craig Foster, defensor de las personas refugiadas y antiguo capitán de la selección varonil de Australia, quien ayudó a llevar al equipo de mujeres afganas al país.
Craig Foster añadió que “también están ayudando a cambiar la narrativa en torno a las personas refugiadas en Australia”.
Si bien el camino recorrido ha estado repleto de obstáculos, Fatima agradece que pudo ponerse a salvo en Australia, donde es libre de ser quien es. “Me dieron una segunda oportunidad para vivir, para recibir educación, para dedicarme al fútbol”.
Filippo Grandi, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, se entrevistó con el equipo durante su visita a Australia en abril de este año.
“Conocerlas me llenó de inspiración, pues fui testigo del poder de transformación que tiene el deporte en beneficio de las personas desplazadas por guerras y conflictos. El deporte es también una poderosa herramienta para la inclusión”, comentó. “Todas ellas son valientes mujeres que están obteniendo victorias dentro y fuera de la cancha; son una inspiración para otras personas refugiadas y para el resto de la población”.
Si bien las autoridades de facto en Afganistán ya no reconocen a la selección femenil como un equipo nacional, las mujeres que la integran se esfuerzan por dedicarse al deporte en el país que les dio acogida. Fatima está por comenzar sus estudios en gestión deportiva, que ella planea utilizar para apoyar a otras mujeres con las mismas ilusiones que ella tiene.
En vista de que la Copa Mundial de Fútbol Femenil de la FIFA tendrá lugar en Australia y Nueva Zelanda, el fútbol femenil está recibiendo atención internacional nuevamente. Aunque es posible que la Selección Femenil de Afganistán no participe en el torneo, Fatima lo verá de cerca y vitoreará por el equipo del país que la acogió.
“Quiero que las Matildas ganen”, aseveró.