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Un niño congoleño recupera poco a poco su infancia

Historias

Un niño congoleño recupera poco a poco su infancia

One year on, UNHCR checks in on a refugee boy who had arrived in the Republic of the Congo traumatized by violence. [for translation]
6 May 2011
Albert, refugiado congoleño, leyendo en la escuela del campo de refugiados 15 Abril de Bétou.

BETOU, República del Congo, 6 de mayo (ACNUR) – Son las 10.30 de la mañana, hora del recreo para los cientos de niños que acuden a la escuela en el campo de refugiados 15 de Abril de Bétou, en el noreste de la República del Congo. Niños de todas las edades corretean entre la suciedad en un mar de risas y gritos. En mitad de esta bulliciosa multitud, un niño persigue a un adolescente que mide casi el doble que él. No le puede coger y finalmente decide lanzar una piedra a la espalda de su compañero de escuela.

Pese a su bravuconería, el que ha lanzado la piedra, Albert, sólo tiene nueve años. "Es un niño que no sabe hacer frente a la irritación" explica su profesor de segundo grado Dénago Samuel. "Pero es un alumno brillante con resultados por encima de la media".

Éstas son unas noticias alentadoras para un niño que hasta hace un año no iba a la escuela porque era demasiado violento. "Solía pelearse mucho con otros niños, se mantenía apartado, apenas hablaba y estaba pegado a las faldas de su madre" recuerda Maguelone Arsac, oficial de protección de ACNUR en Bétou.

Cuando llegó a Bétou el año pasado, tras pasar dos largos meses obligado a trabajar como cargador para el enemigo en su República Democrática del Congo natal, Albert estaba en muy malas condiciones.

El niño pertenece a un grupo étnico que se convirtió en objetivo de los ataques de la milicia, lo cual desencadenó un violento conflicto étnico en la provincia de Equateur, en el noroeste de la RDC a finales de 2009. Albert fue separado de su familia durante un ataque a su aldea. Mientras que 116.000 personas huyeron de la zona cruzando el río Oubangi que separa la República Democrática del Congo de la República del Congo, Albert permaneció en la zona de combate y fue atrapado por uno de los grupos de la milicia.

"Una mujer me dijo que mintiera y dijera que era de otro grupo étnico si alguien me preguntaba", recuerda nervioso. Aunque asegura que no fue maltratado, vivió preso del terror: "Les veía irse por la mañana y oía los disparos y veía el humo. Sabía que estaban saqueando y matando".

Dos meses después, cuando sus captores estaban perdiendo terreno frente a las tropas del ejército, Albert pudo escapar y cruzar el río Oubangi hacia un lugar más seguro. Ya en la República del Congo, ACNUR le reunió con su familia en Bétou – a 50 kilómetros al norte de donde fue encontrado-. Pero la alegría de ver a su madre y a siete parientes de nuevo fue rápidamente sustituida por la pena de saber que su padre había muerto en los combates en su tierra.

Todavía hoy, la situación de Albert sigue siendo precaria. Sin el apoyo de un padre – cuya muerte el niño todavía niega – toda su familia se encuentra ahora en una situación de extremada vulnerabilidad. Su madre volvió a la RDC hace unos meses y él vive con una tía y sus parientes en el campamento de refugiados 15 de abril. El niño come habitualmente un solo plato al día, a pesar de que la familia recibe raciones de comida.

La vida es dura, pero aún hay esperanzas para él. ACNUR le ha dado material escolar y apoyo en sus estudios, y le ha facilitado un psicólogo para ayudarle a hacer frente al trauma por el que ha pasado. "Podemos sentir que es un niño que se está socializando de nuevo. Está yendo a la escuela y jugando con otros niños", dice Arsac, de ACNUR.

Sin embargo, Albert confiesa que en el fondo siempre se acordará de lo que él denomina "un mal cuento en que mucha gente es asesinada".

Cuando se le pregunta por su futuro, dice que primero quiere aprender a leer y escribir bien. Después de eso, quiere llegar a ser enfermero: "Porque cuando la gente está enferma y sufre, les das medicinas o les pones una inyección y se curan".

El pasado 12 de marzo los grupos en conflicto en la provincia de Equateur, en la RDC, firmaron un acuerdo de paz tras un año de negociaciones, auspiciadas en parte por ACNUR. Esta reconciliación podría con el tiempo allanar el camino para que refugiados como Albert puedan regresar a sus casas.

Por Anouk Desgroseilliers en Bétou, República del Congo