Una casa rehabilitada en Bengasi es un alivio tras la pérdida y el desplazamiento
Una casa rehabilitada en Bengasi es un alivio tras la pérdida y el desplazamiento
Cuando Jalila* regresó por primera vez a las ruinas de su casa familiar en la ciudad oriental libia de Bengasi tras cuatro años de desplazamiento, lo que le impactó más que las ventanas vacías, las paredes derrumbadas y los montones de ceniza que solían ser sus pertenencias, fueron los recuerdos de los seres queridos perdidos que aún llenaban los espacios vacíos.
“No sabía qué tipo de impacto iba a tener cuando la viera. Después de entrar, no comí durante tres días. Me puse sentimental. Me acordé de mi familia”, explica esta trabajadora de beneficencia de 47 años.
Antes de que sus vidas quedaran destrozadas, la gran casa del barrio de Al-Sabri, en el casco antiguo de Bengasi, donde nació Jalila, era el hogar de ella y de su madre, quienes vivían en la planta baja, y de dos de sus hermanos mayores, que vivían con sus familias en los pisos superiores. La vida familiar giraba en torno a un patio central con su fuente y sus árboles sombreados, donde los niños jugaban en las cálidas tardes mientras los adultos tomaban el té.
Todo eso cambió en 2014, cuando Bengasi se vio envuelta en intensos combates en medio de la agitación política que siguió al derrocamiento del exlíder libio Muamar Gadafi en 2011. Al-Sabri, donde vivían unas 22.000 familias, se llevó la peor parte de los enfrentamientos, forzando a la mayoría de los residentes a huir. La destrucción resultante todavía es visible hoy, con un segmento tras otro de edificios bombardeados o derrumbados, muchos de ellos repletos de agujeros de balas.
En toda Libia, hay más de 168.000 personas desplazadas internas (PDI) como consecuencia de la violencia y la inestabilidad, mientras que otras 673.500 han regresado a sus hogares en zonas que a menudo carecen de un alojamiento decente y servicios básicos. Bengasi es una de las zonas más afectadas del país, con unas 38.000 PDI y 191.000 retornadas.
Cuando estalló la violencia, Jalila y su familia se trasladaron a otra parte de la ciudad para quedarse con su hermana, pensando que sería algo temporal. “No nos llevamos ninguna pertenencia, nos fuimos solo con lo que llevábamos puesto. Sin pasaportes, sin libros de familia, [sin] documentos personales”, recordó.
Pero cuando la violencia se extendió, la familia abandonó la ciudad para reunirse con sus parientes en la ciudad de Battah, a unas dos horas al este de la costa mediterránea, donde pasarían los siguientes 18 meses. Pocos días después de su partida, los vecinos de Al-Sabri se pusieron en contacto con ellos para decirles que su casa y todo lo que había en ella había sido destruido en un incendio.
“Me derrumbé y lloré, como si me dijeran que alguien había muerto”, recuerda Jalila. “Ahí estaban todos los detalles de mi vida. Todas mis pertenencias estaban ahí, mis documentos... todo había desaparecido”.
Trágicamente, la pérdida de su hogar fue solo el comienzo del sufrimiento de Jalila. La familia regresó a una vivienda alquilada en Bengasi en 2016, pero en junio de ese año murió su hermano mayor, seguido poco después por su madre y, cinco meses más tarde, por su otro hermano, todos de ataques al corazón.
“Mi madre murió de angustia, deseando regresar. Mi hermano mayor también”, aseguró. “Cuando perdí a mi madre y a mis hermanos, deseé haber perdido solo la casa”.
Tras otro año de desplazamiento alojándose en casa de familiares en otras partes de la ciudad, en 2018 Jalila tomó la decisión de volver al único lugar en el que había conocido el confort. “Estaba decidida a regresar a la casa de mi familia”, comentó.
Se puso a trabajar, limpiando los escombros de las habitaciones e invirtiendo el poco dinero que tenía en la compra de ladrillos y cemento para reconstruir las paredes derrumbadas. Pero, a pesar de sus esfuerzos, la magnitud de la tarea era demasiado grande como para llevarla a cabo ella sola.
La ayuda llegó cuando ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y su socio, el Consejo Noruego para los Refugiados (NRC, por sus siglas en inglés), se pusieron en contacto con Jalila en el marco de un programa de rehabilitación de alojamientos, diseñado para ayudar a que algunas de las personas más vulnerables de la ciudad pudieran regresar a sus propios hogares.
Tras una evaluación, un equipo llegó para instalar nuevos sistemas de plomería y electricidad, instalar un nuevo baño, renovar la sala, sustituir las puertas y ventanas, y reparar el techo que tenía goteras.
“Este es mi reino”.
Jalila es una de las más de 130 familias de Bengasi que se han beneficiado hasta ahora del programa, y más familias recibirán ayuda este año. Además de renovar viviendas individuales, la agencia y sus socios también han llevado a cabo reparaciones en escuelas, clínicas y hospitales dañados durante el conflicto.
Aunque gran parte de la casa requiere más trabajo, incluido el apartamento del piso superior donde espera que la familia de su difunto hermano regrese algún día, Jalila está encantada de volver a su propia casa.
Tomando té en su apreciado patio, describe una sensación de paz que no ha conocido en años.
“Este es mi reino... Estoy muy contenta con él”, aseguró. “Siento como si mi familia siguiera viva. Como si sus espíritus siguieran aquí”.
*Nombre cambiado por motivos de protección