Víctimas congoleñas del LRA temen no poder regresar nunca a sus hogares
Víctimas congoleñas del LRA temen no poder regresar nunca a sus hogares
DUNGU, República Democrática del Congo, 9 de mayo (ACNUR) – Jules* es una víctima reciente del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés) en la Provincia Oriental de la República Democrática del Congo. Se encuentra en una cama de hospital de una ciudad de provincias al noroeste del Congo, recuperándose de dos disparos recibidos en la pierna y en el hombro, respectivamente.
Al menos sigue vivo y es libre. El LRA se ha construido una reputación a lo largo de las dos últimas décadas a base de violencia indiscriminada, cometiendo asesinatos y violaciones, y secuestrando a gente en los pueblos y aldeas en los que siembran el terror. En los últimos años han abandonado sus bases en Uganda y se han trasladado a países vecinos, incluyendo el Congo y la República Centroafricana.
En el caso de Jules, los soldados del LRA llegaron a su aldea con el alba. "Llegaron (a principios de abril) a las 5 de la mañana y empezaron a disparar. Intenté salir de la casa, pero uno de los rebeldes del LRA entró y, sin mediar palabra, abrió fuego", contaba el granjero de 55 años.
Lo siguiente que recordaba era estar en una de las bases para el mantenimiento de la paz de la ONU, antes de ser trasladado en un avión de Médicos Sin Fronteras hasta Dungu, unos siete kilómetros más al sur. Le han dicho que pasarán varias semanas hasta que se recupere.
Sin embargo, teme no poder regresar nunca a su hogar, al igual que muchas otras víctimas recientes del LRA en esta región del país. Marie*, de 36 años, tuvo que huir de su aldea a medianoche. "No quiero volver. Si los rebeldes regresan, tendré que marcharme de nuevo", decía esta madre de cinco hijos, cuya aldea sufrió otro ataque en 2009. Entonces el LRA saqueó e incendió las casas y secuestró a un hombre.
Desde comienzos de este año, los nuevos ataques del LRA en la Provincia Oriental han afectado a decenas de aldeas y han desplazado a más de 2.500 personas, muchas de las cuales han huido a Dungu o a lugares de acogida cercanos para desplazados internos (IDPs por sus siglas en inglés), donde reciben ayuda de ACNUR y sus socios. Al menos tres personas han sido asesinadas y 51 secuestradas, entre ellas 16 niños.
Clementine*, de 30 años, contaba cómo fueron los ataques a la aldea de Bagalupa, que siguieron un patrón típico: "Estábamos durmiendo cuando llegaron la primera vez. Entraron por los dos extremos de la aldea y comenzaron a saquear las casas; la gente gritaba y corría", decía. La gente de la aldea tuvo que pasar una semana en el campo.
Pero solo unos pocos días antes de que regresaran, el LRA atacó de nuevo, esta vez al ponerse el sol. "Empezaron a disparar para asustar al ejército. Toda la gente de la aldea huyó y pasamos cuatro días en la carretera hacia Dungu, caminando por la mañana y durmiendo por la noche en el campo".
Clementine vive ahora con una familia de acogida en Dungu. "No quiero volver", afirmaba, repitiendo las mismas palabras de preocupación de Jules y Marie y de muchos de sus vecinos de la aldea. "No puedo volver a mi aldea", decía Marcel, el jefe de la aldea de Bagalupa. "Cuando volví para comprobar la situación, me encontré con los rebeldes del LRA en el camino"; estos le dejaron marchar. Dijo que prefería quedarse en Dungu y que había pedido a las autoridades locales que le dieran un terreno.
Muchos de los civiles desplazados en Dungu viven con familias de acogida y dependen de la gente local para obtener ayuda humanitaria. Algunos de ellos trabajan en los campos por un sueldo y otros van en busca de leña para vender en el mercado pero, al tener que adentrarse en el bosque, es peligroso.
"Me solidarizo con estas familias y las acojo en mi casa. Son mis hermanos", decía Barthelemy, que vive con su mujer y sus cuatro hijos en una casa de una sola habitación. Han acogido a 12 desplazados de tres familias distintas.
Mientras que a mucha gente le asusta volver a sus aldeas, algunos han decidido regresar a zonas en las que hay ahora presencia militar, como Bagalupa y Nangwakaza, la aldea de la que Marie huyó un mes antes de hablar con ACNUR.
Simon* volvió a Bagalupa, en parte porque no sabe dónde más podría ir. "Estamos asustados", admite, "por la noche no dormimos en nuestra casa, sino en el campo. Cuando estoy en los campos y oigo el más mínimo ruido, dejo mi azada y echo a correr".
Pero a muchos de los desplazados, incluyendo aquellos que han encontrado amparo en los asentamientos especiales para desplazados internos en Dungu y en sus alrededores, les preocupa la seguridad a largo plazo. Algunas personas del asentamiento de Bangapili están ahí desde 2008 y, aunque sus condiciones de vida son duras, están demasiado asustados para regresar.
"No estoy contenta de estar aquí, me gustaría volver a mi aldea (cerca de la frontera con Sudán del Sur)", decía Charlotte*, que ha estado en Bangapili durante los dos últimos años. Y añadía, "pero aún no es seguro volver".
Hay mucha gente que solo regresará cuando sepa que el líder del LRA, Joseph Kony, que está siendo perseguido por tropas de la región respaldadas por asesores de las Fuerzas Especiales estadounidenses, esté muerto o haya sido capturado y su organización quede disuelta. "Ese día saldremos a la calle y cantaremos. Seremos felices al fin", decía Angelique.
Los ataques y amenazas del LRA desde 2008 han desplazado ya a 335.000 personas en la República Democrática del Congo y muchos de ellos aún siguen desplazados.
Por Céline Schmitt en Dungu, República Democrática del Congo
*Nombres modificados por razones de protección