Miles huyen de las guerras y cruzan fronteras en busca de una nueva vida en un lugar seguro
Miles huyen de las guerras y cruzan fronteras en busca de una nueva vida en un lugar seguro
TOVARNIK, Croacia, 25 de septiembre de 2015 (ACNUR) – Afganos, sirios, iraquíes y otros continúan llegando por miles, en un patrón siempre cambiante, a la frontera serbio-croata. La mayoría huye del conflicto y las persecuciones, con la esperanza de que su viaje los lleve a un lugar donde puedan recuperar sus vidas.
Más de 50.000 personas han llegado aquí desde mediados de septiembre, y hay más en camino. El cruce cambia día a día entre Bapska y Tovarnik, donde miles se amontonan en las fronteras hasta que consiguen pasar.
El día jueves se reunieron en un cementerio en Tovarnik, el punto de entrada a tierra de nadie entre dos países que conocen bien los costos de la guerra. A pocos kilómetros de distancia yace la estación de trenes, el escenario del caos de la semana previa. Pero ahora tenían que esperar bajo el sol y la lluvia para ser transportados por autobuses y camionetas de la policía.
Al haber escasos autobuses y una gran cantidad de refugiados y migrantes, muchos de ellos quedaron varados durante horas, llenos de incertidumbre y confusión. El personal del ACNUR atendió la emergencia y distribuyó galletas, mantas e impermeables, además de trasladar al frente a las mujeres embarazadas y reunir a familias que habían sido separadas.
Al caer la noche, comenzó a llover. La multitud entró en pánico, pero fue calmada por órdenes que daba un hablante de árabe que vestía una chaqueta de la Cruz Roja. Voluntarios de toda Europa, de las Naciones Unidas y de diversas ONG brindaron a lo largo de la fila de inmigrantes tranquilidad e información, quizás la necesidad mayor para una multitud multilingüe de personas que apenas sabían dónde estaban.
"Fuimos los primeros en llegar junto con la policía croata. Nuestras galletas y agua sirvieron para conseguir algo de tiempo antes de que llegaran la Cruz Roja, las ONG y los demás voluntarios con asistencia más específica y necesaria", dijo Ralf Gruenert, coordinador de Emergencias del ACNUR. "Trabajamos sobre tres ejes: información, identificación y transporte de los más vulnerables, y la distribución de asistencia vital".
En la mañana, se veían largas colas de automóviles esperando pasar la frontera, la cual fue luego cerrada tras un intercambio de comentarios entre Croacia y Serbia que exacerbó el clima. Esto se vio como un signo preocupante, ya que las repercusiones de conflictos externos reavivaban tensiones antiguas en las fronteras europeas.
Fared Ahmad, un ingeniero civil de Kabul, estaba asustado debido a que su esposa Fatimah estaba embarazada de 8 meses y estaba abrumada por la fatiga y por estar entre la multitud. "No podemos quedarnos aquí. Pueden ver lo incómoda que se encuentra. ¿Pueden llevarla al campamento?", dijo. Maria Pamula, oficial de protección del ACNUR, los llevó hacia el frente de la fila y organizó su transporte a un centro de acogida.
En el campamento de tránsito de Opatovac, Jude Lojore (de 30 años de edad) se sentaba en una esterilla y comía pescado enlatado con sus dedos, mientras esperaba su turno para continuar el viaje. Describió su increíble recorrido desde Kapoeta, en Sudán del Sur. En su país era comerciante de maíz, y decidió irse cuando vio que el reciente acuerdo de paz no pudo detener los enfrentamientos. Dejó a sus tres hijos con su madre en Uganda y continuó su viaje con su esposa por Libia, Egipto y el mar Mediterráneo en un bote repleto de personas.
"Fue lo más difícil que hice en mi vida. En ese bote te sientes vacío, sin vida. Pero en Grecia mi vida regresó. Me siento más cercano a Dios que antes", explicó.
Con el transcurso de los días, el campamento fue ordenándose. La gente tiene pulseras de colores y los refugiados están en tiendas de campaña mientras esperan su transporte. Pero la separación familiar es una amenaza constante. Se construyó una tienda para las reunificaciones, mientras que la ONU y la Cruz Roja buscan a hermanas separadas de sus hermanos y niños separados de sus madres para reunirlos antes de que salgan los autobuses.
Mandara Amiri – oficial de protección del ACNUR – reunió ayer a seis familias, una de ellas minutos antes de que partieran los autobuses. Pero no todos eligen esperar. Mandara comentó lo siguiente: "Desde ayer vi cuatro familias que habían perdido miembros pero no querían quedarse. Hoy vi otras dos que dijeron que continuarían sin su familia".
Ayer al anochecer una nueva caravana de autobuses transportó a refugiados y migrantes agradecidos desde el centro de la ciudad hasta la estación de Tovarnik, donde abordaron un tren.
Su destino permanece poco claro. "No estamos seguros. Primero iremos a Hungría, luego a Eslovenia y, si no, a un complejo en Velesajam, Zagreb", dijo un hombre. Cuando se le pidieron más datos, él prefirió no dar detalles. Insistió que Zagreb era "la última opción".
El viernes por la mañana el cruce fronterizo había cambiado nuevamente a Bapska. Se reportó que se esperaban algo más de 9.000 personas. Y así comenzó un nuevo día, sin un fin a la vista del flujo de personas. Los ciudadanos de este pequeño país – que fueron a su vez refugiados antiguamente – trabajaron a toda hora para manejar el flujo lo mejor posible, aprendiendo sobre la marcha, con dignidad y respeto.
Por Mark Turner, desde Tovarnik.
Gracias al Voluntario en Línea Ignacio Mogni por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.