"No puedo no hacer nada si sé que puedo ayudar"
"No puedo no hacer nada si sé que puedo ayudar"
A cualquier hora del día o la noche, pueden aparecer mensajes pidiendo ayuda en el teléfono de Tetiana Barantsova. Este llegó a través de la aplicación de mensajería Telegram desde un albergue en Sievierodonetsk, una ciudad al este de Ucrania que está siendo bombardeada intensamente.
“Aquí hace frío y no tenemos agua, no hay camas ni colchones ni mantas, la ciudad está siendo constantemente bombardeada”, se leía en el mensaje. “Por favor, por favor, ¿alguien puede ayudarnos a salir de la ciudad? Espero que este SMS les llegue”.
El mensaje es de Olha Chernozhukova, una mujer de 32 años con una lesión medular que la confina a una silla de ruedas. Cuando empezó la guerra, se quedó en la casa que compartía con su madre, de 73 años, a las afueras de Sieverodonetsk, incluso después de que les cortaran la electricidad y el gas. Pero después de que un proyectil cayera en el patio de su vecino y otro matara a la hija de 3 años de su amigo, personas voluntarias las llevaron a un albergue antibombas de la ciudad. Desde donde estaba acostada sobre plataformas de madera en el suelo del albergue, Olha aún podía oír los proyectiles que caían sobre ellos.
“Pensé que nos enterrarían vivos ahí”, comentó después. “Solo sentí horror”.
Como muchas personas con discapacidad que viven en Ucrania, Olha tenía el número de Tetiana en su teléfono.
“Quizá llamé a Tetiana un millón de veces”, recordó. “Solo veía a mi madre, que parecía haber envejecido 10 años, y llamaba y llamaba”.
“Tetiana y sus colegas son nuestros ángeles. Nos han salvado la vida”.
En cuanto Tetiana recibió el mensaje de Olha, empezó a trabajar sus contactos con los funcionarios locales y las ONG de la región de Lugansk, donde se encuentra Sieverodonetsk. Al día siguiente, Olha y su madre estaban en un tren hacia Leópolis, al oeste de Ucrania, donde Tetiana había conseguido que se alojaran en un centro de rehabilitación para personas con discapacidad.
“No puedo expresar lo agradecida que estoy”, señaló Olha, después de que ella y su madre llegaran sanas y salvas a Leópolis. “Muchas personas oran y dan las gracias a Dios y a los ángeles por haberlas salvado. En mi caso, Tetiana y sus colegas son nuestros ángeles. Nos han salvado la vida”.
Tetiana lleva ayudando a las personas con discapacidad a escapar de las zonas de conflicto y a reiniciar sus vidas en condiciones de seguridad desde 2014, cuando se vio forzada a huir de su ciudad natal, Lugansk, al este de Ucrania. Como usuaria de una silla de ruedas, ella y su esposo, Oleksiy Soroka, quien también utiliza una silla de ruedas, y su hijo de 8 años, Pavlo, lucharon para llegar a un sótano donde pudieran resguardarse durante un ataque aéreo. Tras huir por carretera, Tetiana se puso a organizar la evacuación de otras personas con discapacidad. Convirtió su número de teléfono en una línea directa para las personas atrapadas en zonas de conflicto y ayudó a unas 5.000 personas a ponerse a salvo.
Por su labor en 2014, y como fundadora de Ami-Skhid, una red regional de ONG que ayuda a personas ucranianas con discapacidad, fue elegida ganadora regional para Europa del Premio Nansen para los Refugiados de ACNUR 2020, un prestigioso premio anual que reconoce a quienes han hecho un esfuerzo extraordinario para apoyar a las personas desplazadas por la fuerza o apátridas. El gobierno también la nombró comisionada para los derechos de las personas con discapacidad.
Desde entonces, Tetiana ha abogado por más servicios y apoyo para los aproximadamente 6,6 millones de ucranianos con discapacidad. Sus esfuerzos estaban dando resultado, pero en enero de este año, “presentía que algo muy malo venía”.
“Después de mi primer desplazamiento en 2014, supe: tenemos que prepararnos”.
Comenzó a reunirse con diferentes ministerios y servicios estatales para discutir cómo evacuar y apoyar a las personas con diferentes tipos de discapacidad en caso de ataque. “Una persona con problemas de audición no puede escuchar el sonido de las sirenas. Una persona ciega no puede leer el cartel de 'Albergue antibombas'. Se pensó en todos los escenarios posibles”, explicó Tetiana.
Pero la magnitud de la guerra que comenzó el 24 de febrero tomó a todos por sorpresa. “En 2014, al menos sabíamos con bastante claridad a qué oblasts era seguro enviar a las personas. El 24 de febrero se oyeron explosiones en toda Ucrania. El pánico había comenzado”.
“En media hora había 18 personas que necesitaban ayuda”.
Tetiana, Oleksiy y Pavlo, que ahora tiene 16 años, podían oír los familiares sonidos de la guerra desde el edificio de apartamentos de 24 plantas donde vivían en Borispol, una ciudad de la región de Kiev.
“Decidimos irnos inmediatamente”, contó. Tetiana. “Hicimos llamadas a las personas con discapacidad que vivían cerca de nosotros, y en media hora había 18 personas que no tenían medios para salir y necesitaban ayuda”.
Ella y Oleksiy metieron a todas las personas que pudieron en su camioneta especialmente adaptada y condujeron hacia el oeste. Entre los pasajeros había ocho niños con discapacidad, un bebé de dos semanas, tres personas en silla de ruedas y una mujer de 85 años. En un momento dado, la camioneta se averió y pasaron horas buscando ayuda. Cuando por fin llegaron a su destino – la casa de un amigo al oeste de Ucrania – ya no había lugar para más personas, y decidieron seguir hasta Letonia, donde otro amigo de Tetiana les ayudó a encontrar habitaciones en un centro gestionado por la Asociación Samaritana de Letonia.
Satisfecha de haber dejado al grupo en buenas manos, Tetiana volvió a Ucrania con Oleksiy para ayudar a transportar a otras personas a un lugar seguro. Hicieron varios viajes de ida y vuelta, pasando largas horas en la carretera, hasta que Oleksiy sufrió un colapso y tuvo que ser ingresado en un hospital de Letonia.
Ahora Tetiana confía en sus numerosos contactos con las autoridades locales, las ONG y personas voluntarias de toda Ucrania para ayudar a evacuar a las personas con discapacidad que la llaman a través de la línea de atención telefónica 24 horas que ha creado. La línea directa, que tiene siete números diferentes, recibe decenas de llamadas cada día.
Aunque muchas personas con discapacidad abandonaron el país al principio de la guerra, otras no quieren irse. Como Olha, se quedan en sus casas el mayor tiempo posible.
“Es muy difícil entonces ayudarles, debido a los continuos combates”, explicó Tetiana. “Así que llamamos a las autoridades locales y les pedimos ayuda... Nos responden [por SMS] con unas simples palabras: 'En ello' y luego envían un '+', y sé que la persona fue asistida”.
Organizar las evacuaciones es solo el primer paso para ayudar a las personas con discapacidad que han sido desplazadas por la guerra. Una vez que han llegado a zonas más seguras, necesitan más apoyo para encontrar un alojamiento adecuado, atención médica y otros servicios.
Tetiana hace todo lo posible para que los voluntarios se reúnan con las personas que llegan a las estaciones de tren y las lleven a los alojamientos, pero muchos de estos edificios carecen de las instalaciones especializadas que necesitan.
Parte de su tiempo lo dedica a visitar centros de alojamiento en el oeste de Ucrania junto con ACNUR y a ofrecer asesoramiento sobre cómo pueden adaptarse y hacerse más accesibles para las personas con discapacidad. ACNUR ayuda a financiar las mejoras necesarias. También da prioridad a las personas con discapacidad en su programa de ayuda en efectivo multipropósito.
- Ver también: Tras 100 días de angustia, ACNUR se enfoca en brindar protección y albergue a personas de Ucrania
A medida que las semanas se convierten en meses, y las llamadas siguen llegando, el peso de ese trabajo es inmenso.
“Lo que Tetiana y su equipo están haciendo es muy importante”, aseguró Yulia Maligonova, quien trabaja para el Servicio Estatal de Emergencias de Ucrania y se comunica con Tetiana regularmente. “[Ella] se toma cada caso de forma muy personal, se preocupa por cada persona que le pide ayuda. Es muy duro emocionalmente”.
Tetiana reconoce que este trabajo le pasa factura, pero lo describe como una responsabilidad a la que no puede renunciar. “No tengo mucha fuerza”, comentó. “Pero no puedo no hacer nada si sé que puedo ayudar”.
“Tengo paz en mi alma porque sé que ninguna de las miles de personas que se han acercado a mí se quedaron atrás, todas recibieron apoyo”.