Mujeres con discapacidad visual encuentran esperanza en el este de Afganistán
Mujeres con discapacidad visual encuentran esperanza en el este de Afganistán
Pero en esta aula – y en otras similares creadas por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y su socio WADAN, la Asociación de Bienestar para el Desarrollo de Afganistán, en dos provincias vecinas – las mujeres se reúnen, socializan, escuchan las experiencias de las demás y aprenden nuevas habilidades que les ayudan a desenvolverse en el mundo y a prosperar en él, ganando confianza en sí mismas e independencia.
“Me he enfrentado a muchos retos por ser ciega”, comenta Arezo, de 22 años, quien vive en la capital de la provincia, Jalalabad, y asiste al Programa de Apoyo a Mujeres con Discapacidad Visual de Samarkhel. “Mientras otras personas con vista podían ir a la escuela, a mí me dejaban atrás”. Ahora, por fin, se está poniendo al corriente.
Arezo es una de las 90 alumnas con discapacidad visual que se inscribieron en el programa a finales de 2022 y desde entonces ha aprendido a leer en braille y a realizar operaciones matemáticas básicas, a utilizar un bastón guía para caminar con seguridad y a realizar tareas domésticas como cocinar y lavar, lo que les permite contribuir a la vida familiar. El éxito del programa hace que este mes se amplíe para llegar a otras 200 mujeres, con la esperanza de que la financiación adicional pueda hacerlo accesible a hombres, niñas y niños en el futuro.
Conocimientos prácticos y apoyo psicológico
Más allá de las habilidades prácticas para la vida diaria, el programa de formación también incluye asesoramiento psicosocial y sesiones sobre la violencia de género para preparar a las mujeres a desenvolverse en una sociedad en la que las mujeres con discapacidad visual se enfrentan con frecuencia al estigma y la hostilidad.
Algunas de las mujeres, como Arezo, también están aprendiendo técnicas de comunicación, con la esperanza de que esto les permita acceder a oportunidades laborales antes inalcanzables. Para Arezo, ha supuesto la inusual oportunidad de seguir aprendiendo y mejorar su capacidad de lectura y escritura. “Hemos aprendido técnicas esenciales para una interacción eficaz, como comunicarnos con los demás, transmitir información con precisión e incluso impartir seminarios impactantes”, explica.
Arezo es una estudiante apasionada, motivada por su fe y su deseo de ayudar a otras personas invidentes y con deficiencia visual. Ha escrito una parte del Corán en braille, utilizando los patrones de puntos en relieve de una página para representar caracteres, lo que hace que el texto religioso sea accesible para las personas con discapacidad visual. “Escribir libros era uno de mis mayores sueños”, asegura Arezo.
De los 43 millones de habitantes de Afganistán, más de 400.000 son invidentes, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud. Otros 1,5 millones padecen deficiencias visuales, y el 60 por ciento de los casos de ceguera están causados por cataratas, una afección que puede resolverse con una sencilla cirugía ocular si se dispone de instalaciones médicas.
“Puedo imaginar un futuro mejor”
Para Arezo y sus compañeras, el programa ha abierto nuevos horizontes.
Helai perdió la vista tras un traumático encuentro con militantes cuando apenas tenía 14 años, y durante años luchó contra los sentimientos de aislamiento e inadecuación que le siguieron. “Tuve muchos problemas porque antes podía ver”, recuerda Helai, quien actualmente tiene 20 años. “Ya no podía ir a la escuela y perdí toda la esperanza que tenía en mi corazón. Mi salud mental empeoró”.
La oportunidad de salir de casa y conocer y aprender con otras mujeres con discapacidad visual ha transformado la visión de la vida de Helai. “Antes me sentaba en casa y no podía ir a ninguna parte. Pero ahora puedo hacer mis propias tareas e ir a cualquier lugar sin guía”, explica. “Venir aquí me ha devuelto la esperanza”.
“Escribir libros era uno de mis mayores sueños”.
Otra joven invidente, Amina, de 20 años, vive en Jalalabad con sus padres y nueve hermanos, cinco de los cuales también tienen discapacidad visual. Antes de unirse a la iniciativa ACNUR/WADAN, su sueño de convertirse en profesora para mujeres invidentes parecía imposible, pero los conocimientos que ha adquirido hacen que algún día pueda hacerse realidad.
“Antes me sentía inferior a las personas que pueden ver, porque no sabía leer ni escribir. Mientras otras personas que sí veían podían ir a la escuela y estudiar, nosotros seguíamos en casa y teníamos pensamientos negativos todo el tiempo”, cuenta Amina.
“Ahora sé braille y espero convertirme en instructora de braille para otros. Puedo imaginar un futuro mejor”, afirma. “Tengo mucha esperanza. Veo mi vida de una manera mejor”.
“Ahora que sé braille... Puedo imaginar un futuro mejor”.