Cerrar sites icon close
Search form

Search for the country site.

Country profile

Country website

Personas refugiadas sudanesas en Chad esperan que el mundo no las olvide, mientras se enfrentan al dolor y al hambre

Historias

Personas refugiadas sudanesas en Chad esperan que el mundo no las olvide, mientras se enfrentan al dolor y al hambre

Con más de 600.000 nuevas personas refugiadas sudanesas en Chad y más llegando cada día, las agencias humanitarias, escasas de fondos, se esfuerzan por brindar una asistencia adecuada.
25 June 2024
Dos mujeres con la cabeza cubierta sentadas en el suelo sostienen cada una a un bebé en su regazo.

Hadjie Al Nour Sar (a la izquierda) con su hija Fatima en el campamento de refugiados de Aboutengue, al este de Chad.

Hadji Al Nour Sar tiene un simple deseo: cambiarse de ropa. Esta mujer de 30 años, madre de seis hijos, lleva el mismo vestido roto desde hace más de un año, cuando ella y sus hijos escaparon de la nueva matanza en la región occidental sudanesa de Darfur.   

Hadji Al Nour Sar tiene un simple deseo: cambiarse de ropa. Esta mujer de 30 años, madre de seis hijos, lleva el mismo vestido roto desde hace más de un año, cuando ella y sus hijos escaparon de la nueva matanza en la región occidental sudanesa de Darfur. 

Mientras alimenta a su hija menor, una niña de seis meses, a la sombra de un gran árbol en el campamento de refugiados de Aboutengue, al este de Chad, Hadji sueña con regresar a su hogar en El Geneina, una ciudad situada a unas decenas de kilómetros, al otro lado de la frontera oriental. “Extraño nuestro hogar, nuestra comida, mi ropa”, comenta Hadji, mientras mece a su hija pequeña.

Desde abril de 2023, las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (FPR) han luchado contra las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) por la supremacía en una brutal guerra civil que ha desarraigado a más de 9 millones de personas. Casi 2 millones han huido a países vecinos, entre ellos Chad, que ha absorbido a más de 600.000 nuevas personas refugiadas sudanesas. Se han unido a más de medio millón que huyeron a Chad durante el sangriento conflicto anterior en Darfur en 2003 y 2004.

Ejecuciones y golpizas

Para Fatima Adam Muhammad, lo único que le queda de su hijo adolescente, Mizamir, asesinado a tiros delante de ella en El Geneina en junio del año pasado, es una mancha de sangre descolorida en un chal destrozado por las balas.

Cuatro personas con la cabeza cubierta con telas, sentadas sobre la tierra.

Fatima Adam Muhammad huyó de El Geneina en junio de 2023 tras la muerte de su hijo adolescente. Ella y sus cuatro hijos supervivientes han encontrado refugio en el campamento de refugiados de Aboutengue, al este de Chad.

Esta mujer de 37 años recuerda con serena tristeza el encuentro mortal de aquel día con hombres armados de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF). “Quería llorar, pero me golpearon y maltrataron tanto que me desmayé”, cuenta Fatima. “Todavía me duelen los riñones y ya no puedo levantar cosas pesadas”.

A pesar de su tragedia y su dolor, Fatima no puede permitirse pensar en el pasado: con otros cuatro hijos que alimentar, su atención se centra en conseguir la próxima comida. “Me pongo muy triste cuando pienso en lo que pasó, pero luego mis pensamientos se centran en la comida”, afirma.

Suraya Abdulaziz Suleiman, de 22 años, todavía tiene incrustado en el cuello un trozo de munición de un proyectil de mortero que le quitó la vida a 10 miembros de su familia en El Geneina.

“Mi madre me encontró y me llevó al hospital. Lo único que recuerdo es el dolor punzante en el cuello y en la mejilla”, cuenta Suraya, señalando una imagen de rayos X en la que se ve un trozo de munición junto a una de sus vértebras.

Una mujer muestra una radiografía de su cuello.

Suraya Abdulaziz Suleiman muestra en una radiografía el lugar del cuello donde le alcanzó un trozo de munición durante el bombardeo que cobró la vida de 10 miembros de su familia en El Geneina.

Para extraer la munición se necesitaría un equipo avanzado de diagnóstico por imagen y una complicada intervención quirúrgica que no está disponible en la cercana clínica de Médicos Sin Fronteras. A pesar del malestar y la preocupación, Suraya está más preocupada por alimentar a sus dos hijos que por conseguir la cirugía que necesita.

“Espero que tengamos comida suficiente para los niños, están sufriendo mucho”, explica. 

Carrera contra la lluvia

La población refugiada sudanesa llega inicialmente a asentamientos espontáneos e informales a lo largo de la frontera con Chad, donde pueden estar a salvo de la amenaza inmediata de la violencia, pero tienen un acceso extremadamente limitado al apoyo humanitario.

A principios de junio, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y las autoridades chadianas habían logrado reubicar al 60 por ciento de estas personas refugiadas en campamentos establecidos, como el de Aboutengue, donde tienen alojamiento y un mayor acceso a agua potable y otros servicios básicos.

Sin embargo, la financiación sigue siendo insuficiente, ya que ACNUR solo ha recibido el 10 por ciento de los 215 millones de dólares estadounidenses que necesita para responder a la situación en el este de Chad este año.

Otras agencias de la ONU y organizaciones humanitarias en Chad también se enfrentan a graves déficits de financiación. En noviembre, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) advirtió de que podría verse forzado a dejar de brindar asistencia alimentaria a 1,4 millones de personas afectadas por la crisis en Chad debido a la escasez de fondos, a pesar de la espiral de inseguridad alimentaria.

La falta de financiación también está afectando a la capacidad de ACNUR para construir nuevos asentamientos y trasladar a las personas a ellos, incluso cuando la situación de las decenas de miles de personas que siguen viviendo en innumerables asentamientos informales cerca de la ciudad fronteriza de Adré es cada vez más desesperada. “Estas personas viven con el tiempo contado”, afirma Benoit Kayembe Mukendi, Oficial de campo de ACNUR. “Tenemos que ayudarlas a trasladarse a campamentos establecidos antes de que lleguen las lluvias”.

Decenas de personas caminan en un campamento de refugiados

Decenas de miles de personas refugiadas sudanesas viven en albergues improvisados en reasentamientos espontáneos de refugiados cerca de la ciudad fronteriza de Adré, Chad, con acceso limitado a servicios básicos.

Durante la temporada alta de lluvias, en julio y agosto, las lluvias torrenciales llenan los cauces de los ríos secos de torrentes de agua fangosa que dificultan los desplazamientos y hacen inaccesibles algunas zonas. Además, muchos de los asentamientos informales se encuentran en terrenos agrícolas estacionales, lo que aumenta las posibilidades de tensiones con las comunidades de acogida.

Amenazas constantes

Para algunos, el hecho de vivir a poca distancia de la frontera también conlleva graves riesgos de seguridad. Jumaa Yagoub Suleiman, un líder comunitario de 30 años de Darfur, escapó de las masacres de El Geneina el año pasado, pero incluso en Chad su vida está constantemente amenazada por los grupos armados, y se ve forzado a cambiar de lugar con regularidad.

“Aquí no es seguro, siempre se ponen en contacto con nosotros y nos envían mensajes, envían personas a Adré, en busca de los líderes comunitarios. Me dicen: 'Escapaste de El Geneina, pero no escaparás de Adré'”, cuenta Jumaa.

Aunque Jumaa espera poder alejarse pronto de la frontera, también espera que la comunidad internacional no olvide a la población de Sudán.

“Algún día volveremos a casa, pero ahora no. Todavía hay demasiado sufrimiento en mi patria, por la guerra, por los asesinatos. Algún día, pero no ahora”.