Mensaje del Alto Comisionado con ocasión del Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial
Mensaje del Alto Comisionado con ocasión del Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial
El año pasado, con ocasión del Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial, hice un llamado a la introspección como medio para reflexionar sobre los prejuicios, los privilegios y la forma en que vemos el mundo. En el último año, he profundizado en mi compromiso personal de crear una fuerza laboral más diversa e inclusiva como uno de los muchos pasos para garantizar que ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, se convierta en una organización antirracista.
Colectivamente, en ACNUR estamos trabajando para eliminar las barreras en el acceso a las oportunidades tanto en nuestra fuerza laboral, como para las personas refugiadas, desplazadas y apátridas. Reconocemos que queda mucho por hacer. Cada día, mis colegas de ACNUR y yo nos enfrentamos a nuevos retos – y oportunidades – para poner en práctica este compromiso: en nuestros hogares, en el trabajo, en nuestros países y en todo el mundo.
Aunque sea incómodo, debemos reconocer que, si bien nuestra organización existe para salvaguardar los derechos humanos de las personas que se ven forzadas a huir, algunos de nosotros hemos experimentado la exclusión y la desigualdad. Debemos tratar de remediar esta contradicción interna, pese a que también observamos desequilibrios similares en el todo el mundo.
La guerra en Ucrania y la devastadora crisis humanitaria que ha provocado también presentan retos y oportunidades para que nos mantengamos firmes y atentos en nuestro compromiso de luchar contra el racismo y la discriminación.
Durante las últimas cuatro semanas, el mundo ha quedado atónito. Se han perdido innumerables vidas y millones de otras han quedado completamente devastadas. Más de tres millones de personas se han visto obligadas a huir de su hogar convirtiéndose en refugiadas y se estima que más de seis millones están desplazadas dentro del país.
En contraste con tanta desesperación, también hemos sido testigos de increíbles actos de generosidad y compasión, ya que los países vecinos, en particular las comunidades locales, han abierto sus corazones y sus hogares a los ucranianos. Una ola mundial de apoyo nos ha recordado nuestra humanidad común y el poder de la solidaridad. Y aunque mis colegas de ACNUR y yo vemos cada día cómo las comunidades y familias de acogida ejercen esta solidaridad en todo el mundo, tenemos que garantizar que el reparto de la responsabilidad a nivel mundial se refuerce para todas las personas refugiadas, sin importar su procedencia.
Millones de personas en todo el mundo se conmovieron, y con razón, por el extremo sufrimiento del pueblo ucraniano. Sin embargo, las mismas adversidades – el mismo dolor y la misma angustia; las mismas pérdidas y tribulaciones; el mismo alivio al encontrar la seguridad y la inquietud de un futuro incierto – son experimentadas por las personas refugiadas en todo el mundo, y estas merecen por igual nuestra compasión, nuestra empatía y nuestro apoyo.
Y aunque me sienta impresionado por la efusión de apoyo que observamos por parte de los países y comunidades de acogida, también fuimos testigos de la fea realidad de que algunas personas negras y de tez morena que huyen de Ucrania – y de otras guerras y conflictos en todo el mundo – no han recibido el mismo trato que los refugiados ucranianos. Se reportaron inquietantes incidentes de discriminación, violencia y racismo. Estos actos de discriminación son inaceptables, y estamos utilizando todos nuestros canales y recursos para asegurarnos de que todas las personas reciban la misma protección.
Podemos – y debemos – celebrar la solidaridad, y al mismo tiempo condenar con determinación los actos de discriminación y desigualdad.
Podemos rechazar las acciones que amenazan los valores que nos guían o que despojan a otros de sus derechos humanos fundamentales, mientras seguimos reconociendo y aprendiendo de nuestros propios sesgos.
La lucha contra el racismo significa identificar y oponerse activamente al racismo y a la discriminación racial. Hoy – y todos los días – hago un llamado para que todos y todas alcemos la voz contra las políticas, las prácticas y los comportamientos excluyentes.
Todos y todas podemos avanzar en nuestro camino individual y colectivo hacia el antirracismo.
No siempre lo lograremos, pero seguiremos comprometidos a hacerlo cada vez mejor, a mantenernos humildes y abiertos.
Espero que te unas a nosotros, ya que esta importante labor requiere el apoyo de todo el mundo.