Discurso de cierre del Alto Comisionado ante el Comité Ejecutivo del Programa del Alto Comisionado
Discurso de cierre del Alto Comisionado ante el Comité Ejecutivo del Programa del Alto Comisionado
Muchas gracias, presidenta.
En el artículo 1, la Declaración Universal de los Derechos Humanos indica (cito textualmente): “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, y dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.
La frase “con excepción de” no aparece ni una sola vez en este documento, que, si bien es corto, es fundamental. En otras palabras, ningún derecho es para todas las personas “con excepción de” esta religión o esta pertenencia étnica o cualquier otra característica propia de un grupo. Sin embargo, transcurridos 75 años desde que las Naciones Unidas adoptaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el mundo proliferan las violaciones de estos derechos y las contravenciones al derecho internacional humanitario y de los refugiados y a otras normas internacionales.
Hace apenas unos días, un campamento de desplazados en Myanmar fue bombardeado, la violencia se acrecentó al este de la República Democrática del Congo y los brutales ataques en el Sahel provocaron desplazamientos. Las guerras que estallaron en Sudán y en Ucrania han cobrado incontables vidas y han desplazado a grandes números de personas. Además, el incesante ciclo de conflictos en Medio Oriente está causando devastaciones nuevamente; al respecto, son intolerables las noticias y las imágenes de muertes civiles en Gaza e Israel (entre ellas, al menos doce personas que trabajaban en las Naciones Unidas).
Hago eco de las palabras del Secretario General, quien recalca que, en concordancia con el derecho internacional humanitario, es imperativo proteger vidas e infraestructuras civiles y que, aunque pareciera imposible en este momento, es necesario que las partes involucradas den un paso atrás, detengan la guerra y consideren alternativas en las que prevalezca la paz.
En un momento de inminente peligro, hablando en nombre de personas que suelen ser víctimas de campañas de odio, creo que es esencial que garanticemos que no haya cabida para los discursos de odio, incluidas las deleznables manifestaciones de islamofobia y antisemitismo. Al igual que muchas otras personas, me preocupa en demasía que la retórica, los errores o las acciones que se emprendan en medio de una guerra provoquen la expansión del conflicto al resto de Medio Oriente y del mundo.
Sabemos muy bien que no es posible calcular las consecuencias humanas de este y otros conflictos, sobre todo considerando que las principales agencias humanitarias – no solo ACNUR, sino también el Programa Mundial de Alimentos, el Comité Internacional de la Cruz Roja y UNRWA, entre otros – están al límite de su capacidad, de sus recursos y de su exposición a limitantes políticas y de seguridad.
Las guerras – nuevas o en curso – se están propagando y se acercan una a la otra en un rompecabezas que se cierra peligrosamente. Las mortíferas piezas solo generarán más necesidades, más sufrimiento y más desplazamientos en un momento en que absolutamente nadie tiene los recursos suficientes para hacer frente a las consecuencias humanitarias. Nos estamos acercando a un punto de quiebre. ¿Qué pasará entonces?
Ya nos cuesta responder a las crisis mencionadas y a muchas otras; entre ellas, no uno, sino dos terremotos que han sacudido la región afgana de Herat mientras se desarrollaban estas sesiones. Las condolencias son una muestra de apoyo, pero nuestra respuesta es la que salvará vidas y, en cierta medida, aliviará el sufrimiento.
Estimada presidenta,
En este sombrío contexto, quisiera darle las gracias por haber mantenido la atención en cuestiones que nos atañen directamente. Alrededor de 140 delegaciones han tomado la palabra desde el lunes. En estas intervenciones ha habido declaraciones positivas que guiarán nuestra labor y fortalecerán nuestra determinación en beneficio de las personas en mayor situación de vulnerabilidad en el mundo; las he escuchado con suma atención, y la Alta Comisionada Adjunta, la Alta Comisionada Auxiliar para la Protección, otros colegas y yo hemos tratado de responder en segmentos específicos de estas sesiones.
Me ha sorprendido, para bien, la cantidad de referencias que se han hecho a los compromisos que se anunciarán en el Foro Mundial sobre los Refugiados. En concreto, me impresionan aquellos mencionados por los principales países de acogida. Espero que más países se esfuercen por asumir compromisos en materia de política pública, sobre todo para ampliar la inclusión de las personas refugiadas. Asimismo, espero que estos compromisos coincidan con otros por medio de un sistema diseñado para poner al frente el reparto de responsabilidades, pues recordemos que el objetivo es garantizar que toda la comunidad internacional comparta las responsabilidades que se relacionan con los refugiados.
Por otra parte, la financiación no puede recaer en un puñado de donantes; en el mismo sentido, como lo dijo el Grupo de África con admirable elocuencia, no podemos exigir que un grupo de países de acogida, proteja y cuide de la gran mayoría de las personas refugiadas en el mundo. Por tanto, insto encarecidamente, a los países que no son los principales países de acogida ni los principales donantes, a que hagan mucho más.
He escuchado innumerables reafirmaciones de apoyo a las convenciones internacionales. El colofón lo puso la declaración del Ministro Guadalupe, de Santo Tomé y Príncipe, que anunció la intención de su Gobierno de adherirse a cuatro de ellas. Por tanto, insto a otros Estados a adherir a los instrumentos que no han ratificado, considerando cuán importante es la adhesión a la Convención de 1951, a su Protocolo y a las convenciones sobre apatridia, sobre todo en un entorno tan desafiante para la defensa de los derechos humanos como el que he descrito.
En estas sesiones también he escuchado – y agradezco enormemente – el apoyo que brindan al personal de ACNUR alrededor del mundo. De hecho, me sumo a quienes han expresado respeto y admiración. La fortaleza de ACNUR reside en su personal, sobre todo en aquel que colabora con los socios en situaciones de alto riesgo, como lo decía el presidente del Consejo del personal, a quien también doy las gracias.
También he escuchado lo mucho que logran hacer el personal y los socios de ACNUR cuando cuentan con los recursos necesarios. En su intervención, el ministro Buzu, de Moldavia, recalcó esta cuestión con mucha más elocuencia que yo; de cualquier forma, es un ejemplo de que, cuando ACNUR cuenta con los recursos necesarios, puede ser un gran apoyo para los gobiernos y para toda la comunidad internacional y puede buscar soluciones, o bien adoptar enfoques que apunten a la autosuficiencia, que, de hecho, disminuye la dependencia en recursos financieros. Por tanto, nuevamente y con ahínco insto a los donantes a hacer mucho más, de manera flexible y predecible, para ayudar a cerrar una brecha creciente y peligrosa entre las necesidades y los recursos disponibles.
En otras palabras, como lo sugirieron Suecia y otros países, insto a que haya más financiación plurianual, o bien, como también lo subrayaron Dinamarca, los Países Bajos y muchos otros que ya lo hacen, así como Etiopía, Uganda, Zimbabwe y otros países de acogida, recalco la necesidad de ACNUR de contar con fondos flexibles. De contar con ellos, antes de otra cosa, las respuestas a distintas crisis serían más equitativas, como se ha solicitado (y con razón). En particular, me permito enfatizar y hacer eco de la solicitud que hizo Uganda, en cuanto a contar con recursos que nos permitan satisfacer las necesidades más apremiantes.
Por otra parte, como la Alta Comisionada Adjunta señaló, “la asignación de fondos se traduce en ineficiencias”, pues, sin considerar las necesidades existentes, determina con antelación a dónde irán los recursos; además, dificulta la ampliación o la reducción de las operaciones y ocasiona tensiones y divisiones que son completamente innecesarias. Como decía mi amigo, el ministro Onek, de Uganda, (y lo cito): “los países y las comunidades de acogida no pueden determinar con antelación a quiénes recibirán”. Por tanto, reitero mi más sincero agradecimiento por la confianza que los donantes de fondos flexibles han depositado en ACNUR. Aprovecho para reconocer a Angola, que recientemente anunció una primera contribución flexible para ACNUR y, así, se suma a este grupo de donantes.
¡Muchas gracias!
Para seguir demostrando que su confianza está en el lugar correcto, me permito reiterar, como lo hizo también la Alta Comisionada Adjunta, que continuamente – cada año, en cada operación y cada intervención – estamos revisando nuestras prioridades. Lo hacemos porque es importante y porque apenas se ha financiado el 50% del presupuesto que ACNUR requiere (este año, el porcentaje quizás sea menor). No menguarán esta priorización, que a veces es dolorosa, ni los esfuerzos por ser una organización cada vez más eficiente. Reconocemos, no obstante, que, si bien es posible sostener en el tiempo el hacer muchas cosas con pocos recursos, llegará un punto donde ya no solo no será viable, sino que ACNUR no podrá cumplir con el mandato que le fue encomendado.
Estimada presidenta,
seguiré defendiendo los principios humanitarios que mencioné al principio, incluida la independencia de la que tanto se habló y que fue tan apoyada y vitoreada (gracias por esos comentarios, por cierto), pero quiero ser muy claro: habrá ocasiones en que les guste mi independencia; habrá otras en las que no les gustará.
Dicho esto, siempre les hablaré con la verdad y de manera constructiva, y escucharé con atención sus inquietudes y posturas; de eso trata mi trabajo y en eso consiste la responsabilidad que ustedes, los Estados miembro, han encomendado al ACNUR. Me alegra que esto se haya reconocido ampliamente en este encuentro. Sigo y seguiré teniendo el compromiso de mantener un diálogo inclusivo y transparente con ustedes.
Si bien un gran número de delegaciones – sobre todo de países africanos – expresaron preocupación con respecto a la emergencia climática y su impacto en los movimientos poblacionales, me gustaría que se hable más sobre la importancia de abordar esta cuestión (sobre todo mediante la inclusión de las personas desplazadas en los planes nacionales para hacer frente al cambio climático, pues estas personas deben participar en la creación de estrategias y en la distribución de los recursos que tanto se necesitan). Espero que este mensaje llegue a las capitales de todos los países aquí presentes. Les ruego que nos ayuden a garantizar que este tema sea prioritario en las sesiones de la próxima COP28, evento al que asistiré junto con socios humanitarios y de desarrollo de ACNUR.
Estimada presidenta,
Les doy las gracias, a usted y a la primera y segunda vicepresidencias, por haber dirigido esta sesión. Estoy en deuda con usted, querida Kadra, por sus buenos consejos; por su amistad, que aprecio tanto; y por todo el trabajo que ha realizado, incluso en su puesto nacional. Por otra parte, felicito a la embajadora Katharina Stasch por haber sido electa presidenta, y al embajador Cristian Espinosa Cañizares, de Ecuador, por haber sido electro primer vicepresidente. Asimismo, felicito al resto del buró por su elección, incluida la nueva relatora, Mary Namono Kibere, de Uganda, y doy las gracias a Sumair Gul, de Pakistán, por la labor que realizó como relator. Ansío trabajar con el nuevo buró; con usted, Katharina; y con el resto de las personas, que, si bien ya no harán parte del buró, volverán a sus puestos nacionales.
No puedo concluir mi intervención sin reconocer, con profundo agradecimiento, el trabajo del secretariado (bajo la dirección de Anne Keah) y de todo el personal de apoyo que logró hacer realidad este evento (desde los equipos de grabación, de audio y de tecnologías de la información, entre tantos otros, incluidas, por supuesto, las personas que se encargan de la interpretación en las cabinas allá arriba). Gracias especiales también a Karin de Grujil, quien, a lo largo de mi gestión como Alto Comisionado, ha sido un pilar en el secretariado y se jubilará antes de la próxima sesión del Comité Ejecutivo.
Estimada presidenta,
A pesar de nuestros esfuerzos para brindar protección, asistencia y soluciones, el desplazamiento se mantiene al alza alrededor del mundo. Los desafíos son inmensos, así que no es posible hacerles frente de manera aislada, sino que debemos colaborar y trabajar de manera conjunta para ayudar a las personas desplazadas y afectadas por la violencia, para aliviar la presión sobre los países y las comunidades de acogida, para impulsar la autosuficiencia de las personas refugiadas, para ampliar las soluciones que impliquen a terceros países, y para crear condiciones dignas y seguras que propicien el retorno a los países de origen.
En dos meses, nos encontraremos nuevamente, en el Foro Mundial sobre los Refugiados, que se llevará a cabo en un momento difícil para el mundo, sobre todo para las personas refugiadas, quienes nos estarán observando y escucharán nuestras palabras. Todas ellas querrán ver que se emprendan acciones, lo que implica dejar las diferencias de lado en la medida de lo posible.
He hablado, reiteradamente, de la necesidad de que impere la unidad; de cualquier forma, me permito decirlo nuevamente.
El mundo en el que vivimos está por dividirse de manera irreversible; lo está aún más que cuando nos reunimos, el lunes pasado, para sostener estas sesiones del Comité Ejecutivo. Si bien las fracturas son visibles, he escuchado expresiones de solidaridad, apoyo y cooperación.
Por desgracia, el desplazamiento forzado es un síntoma del rompimiento de las relaciones internacionales. Sin embargo, puede convertirse en una oportunidad para establecer vínculos, para superar las diferencias y para colaborar, al menos, en el cumplimiento de una de las obligaciones humanas más fundamentales, que consiste en brindar protección a quienes ya no la tienen, así como aliviar y poner un fin a la difícil situación que atraviesan las personas en el exilio.
Muchas gracias.