Bienvenidos a Nueva Buyumbura
Bienvenidos a Nueva Buyumbura
A Étienne se le entristece el semblante cuando recuerda la noche en la que unos hombres llegaron a su casa familiar en la capital de Burundi, Buyumbura, y secuestraron a sus padres. Más tarde, los asesinaron.
"Cuando me despertaba cada mañana, me sentía desconsolado. Incluso tenía miedo de coger el autobús porque en la calle había gente atacando a aquellos que creían que estaban tratando de huir", relata.
Étienne logró escapar llevando consigo una Biblia y fingiendo que iba camino de la iglesia. Ahora es uno de los 18.800 refugiados de Burundi, la mayoría de Buyumbura, que huyeron de la reciente violencia para buscar la seguridad en la vecina Uganda.
Pero aunque se puede sacar a estos burundeses de Buyumbura, su capital permanece como un rasgo imperecedero de su identidad. Incapaces de llevar consigo su ciudad, algunos han optado por reconstruir una versión de la misma en el exilio: ¡Bienvenidos a Nueva Buyumbura, en Uganda!
Con escuelas, un centro comunitario y negocios como talleres, un restaurante, una farmacia o una peluquería, esta comunidad homónima de la capital de Burundi está creciendo en las proximidades del pequeño pueblo de Kashojwa, en el asentamiento de refugiados de Nakivale, en el suroeste de Uganda.
"Solía vivir con algunas de estas personas en Buyumbura, así que aún tengo a algunos de mis amigos cerca", cuenta Étienne, que ahora trabaja en una pequeña fábrica de briquetas de combustible hechas con residuos agrícolas, mientras se habitúa a una nueva vida.
"Me gusta trabajar en la fábrica porque llegué aquí sin nada, pero ahora puedo comprar ropa y comida. Sueño con formar una familia, construir una casa para nosotros, y darles una buena vida", dice.
Como Étienne, la mayoría de los 2.500 residentes de las casas de ladrillos de adobe, techadas con lonas plásticas o planchas de chapa, han recorrido un trayecto de más de 500 kilómetros desde Buyumbura, algunos llevando nada más que la ropa que vestían.
Entre los que reconstruyen sus vidas en Nueva Buyumbura están Odette y su hermana Nbela, que regentan un restaurante local. Ofrecen sencillos platos caseros, como patatas, cassava, alubias y matoke (una especie de puré de banana), servidos en una barra improvisada, construida con dos tablones de madera. De vez en cuando hay pescado, pero la carne sigue siendo demasiado cara para introducirla en el menú.
"Al menos aquí estoy entre mis compatriotas burundeses. Me hace sentir más en casa."
"No he sabido de mi padre desde que fue separado de nosotras en Burundi"; dice Odette, que encuentra consuelo en la comunidad familiar que los refugiados están construyendo. "Al menos aquí estoy entre mis compatriotas burundeses. Me hace sentir más en casa", dice.
Más de medio millón de refugiados de países asolados por los conflictos, como Burundi, República Democrática del Congo y Somalia, han buscado un lugar seguro en Uganda. Poco después de su llegada se les concede el derecho a trabajar, libertad de movimiento, y permiso para vivir en comunidad en lugar de en los tradicionales campos de refugiados.
"Por ahora estoy centrado en reconstruir mi vida aquí."
Al final de la calle principal que recorre Nueva Buyumbura, Larson, de 29 años, ha abierto una farmacia local. Solía regentar un dispensario en Buyumbura y, aunque su nueva empresa es mucho más sencilla, su determinación para reconstruirla es típica de la resiliencia que impregna esta comunidad.
"Era farmacéutico antes, y soy farmacéutico aquí", dice. "La gente que era emprendedora antes, es emprendedora aquí. Donde quiera que estemos, no perderemos nuestra identidad. Me gusta este lugar, es pacífico. Quizá con el tiempo podamos volver, pero por ahora, estoy centrado en reconstruir mi vida aquí".
"Nuestro futuro es bueno, no solo en Uganda, no solo en Burundi."
Por su parte, Benefice Tuyisenge, un trabajador comunitario local, llegó a Nueva Buyumbura como huérfano después de que sus padres fuesen asesinados en Burundi. Una vez se dio cuenta de que estaban llegando más huérfanos, este joven de 24 años los acogió bajo su tutela y fundó la Asociación de Refugiados Huérfanos con Talento.
"En Kirundi [la lengua bantú hablada en Burundi], hay un proverbio que dice 'Si trabajamos juntos, podemos mejorar las vidas de todos nosotros'", dice Benefice, que imparte clases de inglés dos veces a la semana en el Centro Comunitario Nueva Buyumbura. En el centro hay un amplio rango de edades y, aunque muchos participantes nunca habían hablado inglés antes de salir de Burundi, todos están ansiosos por aprender a expresarse en la lengua oficial de su nuevo hogar.
"Me gusta encontrar nuevas maneras de ayudar a la gente a aprender", cuenta Benefice, que también enseña baloncesto y confección de sombreros, y es un defensor del valor de las canciones. "Creo que las personas aprenden mejor cuando cantan, así que trato de averiguar qué canciones les gustan. Lleva algún tiempo [aprender un idioma], pero sé que pronto lo conseguirán".
Su optimismo solo se desinfla brevemente cuando surge el tema del hogar. Como residente en Nueva Buyumbura, no siente nostalgia de su antiguo hogar. "En Burundi hay muchos problemas. No sé si alguna vez volveré allí. Ahora mismo, no hay nada que eche de menos de aquel lugar. Pero nuestro futuro es bueno, no solo en Uganda, no solo en Burundi. Quiero ayudar a la gente en todas partes".
Cuando cae la noche, la vida en el pueblo se detiene por la falta de red eléctrica. Algunos escolares estudian en sus casas a la luz de las velas. Pero un refugiado emprendedor ha encontrado la manera de continuar trabajando durante la noche. Jeremiah, de 21 años, usa la electricidad generada por paneles solares durante el día para asegurar que su peluquería continúe operando después del crepúsculo.
"Escuché que Uganda cuida bien de los refugiados, así que decidí venir", dice el barbero de Burundi, que recorta el pelo con la ayuda de una linterna. "Mis amigos ya estaban aquí, así que quería estar con gente a la que conocía y en quien podía confiar".
Escrito por Charles Yaxley. Fotografías de Frédéric Noy