Camellos elegantes y palomas pacíficas: regalos con sentido
Camellos elegantes y palomas pacíficas: regalos con sentido
Kapya Kitungwa recuerda que de niño, en la República Democrática del Congo, su padre volvía a casa desde el bosque cargando pedazos de madera. Los cortaba y tallaba hasta que se transformaban en máscaras ante los ojos de Kapya, quien, a sus 14 años, hizo su primera máscara: una simple, sin decoración. La vendió por un dólar y caminó con orgullo a la tienda local para gastar su dinero.
“Le dije [a mi padre]: ‘Esto es lo que quiero hacer’”, recordó Kapya, quien ahora tiene 44 años y está viviendo en Kenia, tras verse obligado a huir de su país. “Él hacía algo, y luego yo lo repetía. Así es como me enseñó”.
Kapya utilizó los mismos tipos de herramientas que usó de niño en la República Democrática del Congo para hacer una tórtola de madera para una colección navideña lanzada esta semana por MADE 51, un mercado en línea para artesanos refugiados gestionado por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y sus socios en todo el mundo. Kapya y su equipo, trabajando para la empresa social Mifuko, con sede en Nairobi, tallaron 2.000 tórtolas en madera de Jacaranda, un árbol de rápido crecimiento.
La colección navideña de MADE51 incluye 20 artesanías de 16 países, cada una de las cuales simboliza la resistencia y la solidaridad. Las artesanías vienen en cajas de regalo de papel reciclado con tarjetas que explican el significado del artículo y cómo se hizo.
“Quiero continuar con mi oficio. Me encanta”.
ACNUR puso en marcha MADE51 en 2018 para ayudar a las personas refugiadas a tener un ingreso y presentar a artesanas y artesanos refugiados en los mercados mundiales. Muchas de las comunidades de refugiados tenían acceso a materias primas y contaban con las habilidades para crear los productos, pero carecían de apoyo. MADE51 puso en contacto a los refugiados con empresas sociales que podían ayudar con la comercialización y el apoyo logístico y ofrecer asesoría sobre las tendencias de consumo y el diseño.
Una red de apoyo es especialmente importante ahora. La pandemia de coronavirus, que ha causado la muerte de más de 1,3 millones de personas en todo el mundo, amenaza la estabilidad social y económica. Las personas refugiadas, que en su mayoría viven en los países más pobres del mundo, suelen depender de la economía informal y, por lo tanto, son especialmente vulnerables. Muchos han visto desaparecer sus ingresos diarios.
- Ver también: Las personas refugiadas del mundo árabe sufren las penurias económicas provocadas por el coronavirus
Rania Shrum, de 39 años, y su familia se vieron obligados a huir de la guerra en Siria y llegaron a Turquía hace seis años. Durante los últimos cuatro años, ha trabajado con Bebemoss, una empresa social en Estambul. Ella y su marido han tenido muchas dificultades. Desde que comenzó la pandemia, el trabajo de su marido en un taller de costura ha sido inestable.
De niña, Rania aprendió de su madre a hacer vestidos para sus muñecas. Cuando llegó a Turquía, aprendió a hacer crochet. Ella y otras mujeres refugiadas sirias crearon las artesanías de colores vivos “Brave Ibis” (Ibis valiente) para la colección MADE51. La artesanía rinde homenaje al Ibis Calvo del Norte, un ave típica de algunas zonas de Siria.
“Mi objetivo para el futuro es seguir aprendiendo nuevas formas de crear muñecos de calidad y ser capaz de realizar cualquier artículo en crochet que vea”, dijo Rania. “Quiero continuar en mi oficio, ya que me encanta”.
Desde que comenzó la pandemia, muchos talleres han cerrado y los artesanos han tenido que trabajar en casa. La reducción de los vuelos ha significado un espacio de carga limitado y retrasos en los pedidos. En India, un envío de artesanías para la colección apenas salió del país a tiempo. Aun así, MADE51 – que tuvo que cancelar sus planes de instalar exhibiciones en tiendas minoristas para concentrarse en las ventas en línea – ha representado un salvavidas para muchos artesanos y artesanas.
En Nueva Delhi, la empresa social SilaiWali emplea a refugiados afganos para hacer muñecas de trapo y otros artículos con material de desecho. Bishwadeep Moitra, fundó la organización con su esposa, Iris Strill, explicó que desde la pandemia las mujeres deben venir a recoger los materiales y luego trabajar en su casa. Para la colección navideña de MADE51, las mujeres cosieron caballos de fieltro – un tributo a su país de acogida, donde el caballo simboliza la lealtad, el respeto y la libertad.
“Puedo mantener a mi familia”, dijo Humaira, quien trabaja con SilaiWali. “Cuando veamos que estas artesanías se venden para hacer regalos, nos pondremos muy felices, porque las hicimos con nuestras manos”.
Ola Adeeb, un refugiado sirio de 21 años que vive en Jordania, aprendió a hacer el adorno “Camello orgulloso” de la colección navideña de Mei Hayashi, el fundador de Tribalogy, una empresa social con sede en Jordania. Hayashi, graduada del Instituto de Tecnología de la Moda de Nueva York, estaba enseñando artesanía a los refugiados del campamento de refugiados de Zaatari cuando vio las pinturas de Ola en una exposición y pidió inmediatamente conocerla.
“Puedo mantener a mi familia”.
“El concepto de sus pinturas era muy soñador”, dijo Mei. “Por ejemplo, vi esta pintura de una chica que estaba sentada en la cima de una colina y que básicamente miraba al sol que se ponía desde lejos. Y en realidad el sol... es un reloj... Su trabajo realmente me llamó la atención”.
Mei había visto llaveros de llama durante sus viajes a Perú y pensó que productos similares – con camellos, en lugar de llamas, para representar el desierto de Jordania – se venderían bien y serían fáciles de enviar. Le enseñó a Ola cómo hacerlos, y pronto la madre y la cuñada de Ola se unieron a ella. Los camellos de Ola se han vendido en Suiza y en otras partes del mundo.
Tribalogy emplea a un equipo de unas 30 mujeres, entre locales y refugiadas, que fabrican los camellos y otros artículos. La empresa social se unió a la red MADE51 el año pasado y adaptó el camello para la colección de vacaciones.
“Al principio, era difícil hacer camellos. Casi lo dejo, pero Mei y mi padre me animaron a seguir intentándolo hasta que lo hiciera bien”, dijo Ola, de 21 años, que algún día espera estudiar psicología, moda o higiene dental. “Gano lo suficiente... Me permite comprar medicamentos y ayudar a mis padres”.
Entrevistas con los artesanos y artesanas realizadas por los socios de las empresas sociales y el personal de ACNUR sobre la base de las preguntas proporcionadas por la autora.