Después de un año de crisis sociopolítica, miles de nicaragüenses continúan huyendo
Después de un año de crisis sociopolítica, miles de nicaragüenses continúan huyendo
A pesar de tener poco interés por la política, Manuel* se encontró atrapado en medio de la violencia y la persecución que irrumpieron en Nicaragua hace un año, después de que el gobierno reprimiera las protestas en las calles.
“Vivíamos con la ansiedad de no saber cuándo entrarían a nuestra casa para atraparnos”, recuerda el agricultor. “Por la noche estábamos asediados”.
Desde abril de 2018, Nicaragua ha sido azotada por una profunda crisis sociopolítica, que ha obligado a más de 50.000 personas a huir. Mientras continúan las redadas en búsqueda de disidentes y protestantes, Costa Rica ha recibido más de 2.000 solicitudes de asilo mensuales de personas que cruzan la frontera norte buscando seguridad.
Después de varios ataques y de ser informado que lo querían “vivo o muerto”, Manuel abandonó las plantaciones de banano de la familia y huyó a Costa Rica con su esposa Andrea y sus dos hijos pequeños. “Estoy seguro de que si voy a casa me lastimarán”, dice.
Para evitar a la policía en la frontera, Manuel tomó un pequeño bote por la costa Pacífica hasta Puerto Soley, entrando a Costa Rica informalmente hace un par de días. Mientras tanto, Andrea*, de 30 años y con tres meses de embarazo, pasó la frontera con sus dos hijos, utilizando una ruta secundaria para evitar a la policía.
“Estoy seguro de que si voy a casa me lastimarán”.
“Pasé por un camino lleno de barro por los campos, llevando a mi hijo de tres años”, dice ella. “No es fácil para nadie cruzar, especialmente para una mujer embarazada. Mi dolor de espalda era insoportable”.
Las comunidades costarricenses cercanas a la frontera con Nicaragua tienen pocos recursos, por lo que encontrar comida y albergue es un desafío para los solicitantes de asilo. Andrea pasó sus primeros días allí sin saber dónde dormirían ella o sus hijos ni qué podrían comer.
Después de contactar a las autoridades costarricenses, la familia buscó a CENDEROS, una organización sin fines de lucro socia de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, que brinda ayuda vital a los solicitantes de asilo más vulnerables de Nicaragua. Encontraron un lugar y comida para la familia.
“Al principio, solo cocinábamos a fuego abierto porque no teníamos nada, pero con la ayuda de un funcionario de CENDEROS, logramos acceder a una cocina”, dice Andrea.
El apoyo de Costa Rica a las personas refugiadas se remonta decenios atrás. Durante las turbulentas décadas de 1970 y 1980, cuando las guerras civiles arrasaron gran parte de la región, desde El Salvador y Nicaragua hasta Colombia, Costa Rica siguió siendo un remanso de paz, manteniendo sus puertas abiertas para quienes se encontraban en riesgo.
El pequeño país centroamericano ha desarrollado sistemas ejemplares de protección que permiten a las personas refugiadas prosperar. Otorga a los solicitantes de asilo el derecho a trabajar y asistir a las escuelas mientras se procesan sus solicitudes, y les permite apelar si la decisión no es positiva. Sin embargo, el creciente número de solicitantes de asilo en Costa Rica ha puesto a su sistema bajo una gran presión.
“Mi padre sufrió la guerra en los años 80 y sintió como si ya estuviéramos de nuevo en guerra”.
ACNUR está brindando apoyo a las autoridades de migración y asilo para aumentar su capacidad de procesamiento y ha fortalecido su presencia en la región de la frontera norte de Costa Rica mediante la apertura de una nueva oficina en Upala que supervisa y registra a las personas que ingresan al país, brinda información y orientación sobre el proceso de asilo y presta asistencia humanitaria.
Mientras que ahora están a salvo en Costa Rica, los hijos de Manuel y Andrea aún luchan con los recuerdos angustiantes de sus últimos días en Nicaragua, cuando la familia fue perseguida por hombres armados con uniformes.
“Mi hijo menor me abraza cada vez que ve a la policía costarricense porque se parecen a los funcionarios que nos atacaron. Me abraza y dice que cuida a su papá”, dice Manuel, mientras los dos juegan con los carros de juguete que les dieron los vecinos de esta pequeña comunidad agrícola.
Mientras que los nicaragüenses siguen buscando asilo, miles de familias que huyeron a Costa Rica el año pasado también continúan enfrentando desafíos importantes. Henry* escapó con sus tres hijas, con edades entre los ocho y los diez años, y su padre de 85 años, luego de que grupos armados mataran a su vecino.
“Mi padre sufrió la guerra en los años 80 y sintió como si ya estuviéramos de nuevo en guerra”, dice Henry. “Teníamos miedo de terminar siendo víctimas de violencia, y pensamos que era mejor huir”.
La familia ahora vive en una comunidad fronteriza en una casa sin terminar, sin ventanas, y duermen en camas improvisadas. Henry sabe que las condiciones de su hogar no son las ideales, pero prefiere vivir allí y no arriesgar sus vidas regresando a casa.
“Lo que me da fuerza es saber que mis hijas al menos están estudiando”, dice. esperando una resolución para la crisis. “Mi mayor deseo es que un día mis tres niñas puedan ir a casa sabiendo leer”, agrega.
* Los nombres fueron cambiados por razones de protección.