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Escapar de los ataques aéreos al este de Ucrania: el viaje de una mujer de 82 años en busca de protección

Historias

Escapar de los ataques aéreos al este de Ucrania: el viaje de una mujer de 82 años en busca de protección

Con la intensificación de las hostilidades en las regiones del este de Ucrania, Nina Ryazantseva fue una de las miles de personas que han huido o han sido evacuadas de las comunidades de primera línea en los últimos meses.
7 October 2024
Una mujer mayor sentada en una cama, con un pañuelo atado bajo la barbilla

Baba Nina, en el centro de tránsito de Mezhova tras su evacuación de la zona de conflicto en la región de Donetsk.

En agosto, mientras los combates asolaban su pueblo en el norte de la región ucraniana de Donetsk, Nina Ryazantseva, de 82 años, conocida cariñosamente como ‘Baba Nina’, se escondía en el sótano de su casa.   

Llevaba semanas ahí, hambrienta y aislada, desde que empezaron a correr rumores de que las fuerzas rusas avanzaban hacia el pueblo. A principios de agosto, las autoridades ucranianas empezaron a evacuar a la población, pero Nina se resistía a abandonar la casa que había construido ladrillo a ladrillo durante años. El 9 de agosto todavía estaba en el sótano cuando una explosión redujo su casa a escombros.

Sacudida y ensordecida por la explosión, salió de entre los escombros y huyó llevando consigo únicamente sus documentos, unas cuantas fotos y un trozo de papel con su número de contacto de emergencia. Se había escrito el mismo número en las manos y los brazos. “Si no sobrevivía y el papel se perdía, quería que quien me encontrara supiera a quién llamar”.

Desde agosto, la intensificación de los ataques aéreos y las hostilidades por el avance de las fuerzas rusas han asolado Donetsk, una región parcialmente ocupada desde 2014, con más zonas tomadas desde la invasión a gran escala de Ucrania por Rusia en febrero de 2022. Nina es una de las más de 111.000 personas que han huido o han sido evacuadas por autoridades y voluntarios desde agosto. Quienes permanecen en la zona se enfrentan a una grave escasez de recursos vitales, como agua y gas.

Cuando Nina salió de las ruinas de su casa, la mayoría de los habitantes ya habían sido evacuados. Las calles estaban desiertas y el aire lleno de humo. “Mi pueblo, Serhiivka, quedó completamente calcinado; no sobrevivió ni una sola casa”, recuerda Nina con la cabeza agachada. “Es donde pensaba pasar el resto de mi vida. Me mantenía conectada a mi pasado”.

Una vida nómada

A pesar de su renuencia a abandonar Serhiivka, gran parte de la vida pasada de Nina había estado marcada por el movimiento, ya fuera por la aventura o por la supervivencia. Nacida en Zhytomyr, una región del noroeste de Ucrania, creció en una época en la que las personas recorrían largas distancias en busca de trabajo y oportunidades. A los 22 años se trasladó a Kazajistán, donde trabajó como mecánica y conductora de tractores.

“En ese entonces era una de las pocas mujeres que trabajaban en el campo”, cuenta orgullosa. “Recuerdo haber aprobado aquellos duros exámenes de conducción de tractores. Pero para mí no era solo un trabajo, era pasar los límites y vivir a mi manera”.

Una mano sostiene un documento mientras se extienden otros documentos y una foto antigua

Nina ordena documentos y fotos de etapas anteriores de su vida que consiguió salvar de entre los escombros de su casa.

Los años que Nina pasó operando tractores en Kazajistán la llenaron de orgullo e independencia, pero tras dos décadas en un trabajo físicamente exigente, se instaló en Serhiivka, donde encontró trabajo manteniendo el sistema de calefacción de la escuela local.

Años más tarde, cuando dejó atrás lo que quedaba de Serhiivka, siguió la línea de los árboles y se agachaba cuando tenía que atravesar los campos. 

“Me agachaba cuando caminaba para evitar ser localizada por drones o ser alcanzada por disparos”, explica Nina. “Me sentaba cuando detectaba una amenaza. Había disparos desde ambos lados”.

Cuando por fin se encontró con dos hombres, ya había dejado atrás decenas de kilómetros. “Cuando me preguntaron cómo había llegado tan lejos, les dije: 'Conozco de memoria todos los campos de esta región'”. 

Al ver lo agotada que estaba, le ofrecieron agua, pan y chocolate. Nina estaba decidida a continuar sola, pero los hombres insistieron en que se pusiera en contacto con los Ángeles Blancos, un grupo de ayuda coordinado por el Estado y responsable de las intervenciones humanitarias y las evacuaciones en las zonas de conflicto de Ucrania.

Llegarán días mejores

Los socorristas locales acabaron llevando a Nina a un centro de tránsito para evacuados en Mezhova, en la región de Dnipro, que cuenta con el apoyo de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. Como uno de los principales centros para personas evacuadas, el centro ha brindado a Nina y a otros cientos de personas la ayuda y el apoyo que tanto necesitaban. 

ACNUR y sus socios han reforzado la capacidad del centro facilitando camas y ropa de cama, apoyo psicosocial, ayuda para acceder a servicios sociales y asesoría jurídica para quienes perdieron sus documentos durante la huida. ACNUR también está apoyando a otros centros de tránsito que están recibiendo a miles de personas evacuadas de la región de Donetsk, incluido uno en Pavlohrad, en la región de Dnipro, que abrió sus puertas en septiembre y se ha convertido rápidamente en uno de los más concurridos de Ucrania.

Serhii Petrovskyi, quien dirige la oficina de Proliska, socio de ACNUR, en la región de Dnipro, explica que la mayoría de los evacuados de Donetsk llegan en estado de shock. “Han perdido sus casas, muchos están separados de sus familias y no saben qué les espera. El estrés es abrumador y muchos luchan por salir adelante”, comenta. “Nuestro objetivo es ofrecerles apoyo psicológico inmediato para ayudarles a empezar a pensar qué hacer ahora”.

Una mujer mayor saluda desde la cama de un dormitorio

Nina en el centro de tránsito de Mezhova, donde pasó varios días antes de reunirse con su familia.

Para Nina, el centro de tránsito era un lugar donde por fin podía comer como es debido, ducharse y dormir cómodamente. “Por primera vez en mucho tiempo, me sentí segura y descansada”, asegura.

Se quedó unos días esperando a que unos familiares la recogieran y la llevaran a su ciudad natal, Zhytomyr. Ahí planeaba reunirse con sus parientes y buscar ayuda médica. 

A pesar de su terrible experiencia, la voz de Nina sigue siendo fuerte y vibrante, llenando la sala con la misma energía que antes llevaba a los campos. Incluso después de su vida nómada, nunca imaginó que un día tendría que huir a pie a través de los escombros de su querido pueblo. Pero toda una vida de duro trabajo le ha dado una fuerza y una confianza en sí misma por encima de las circunstancias.

“¿Por qué crees que sigo llevando ropa deportiva?”, pregunta. “Todavía puedo correr más que la mitad de estos jóvenes. Puede que ya no sea tan alta, ¡pero sigo siendo fuerte!”.