"Quiero un mundo que no esté roto en mil pedazos, en guerra"
"Quiero un mundo que no esté roto en mil pedazos, en guerra"
Nombre: Kelly T. Clements, originaria de Estados Unidos
Función: Alta Comisionada Adjunta para los Refugiados
Al comienzo de su carrera, usted fue a Bangladesh en 1992 para trabajar con refugiados rohingya. ¿Puede hablarnos sobre eso?
Mi experiencia (en 1992 con ACNUR) en Cox’s Bazar es la razón por la que estoy sentada y hablando hoy con ustedes. Un gran número de personas había atravesado la frontera desde Myanmar. Estaba superpoblado, bastante caótico. En algunos momentos casi tuvimos disturbios por la distribución de alimentos. Tuvimos que cambiar el sistema para garantizar que los más vulnerables recibieran efectivamente alimentos. Recuerdo a la gente parada durante horas bajo el sol, con paraguas negros. Era profundamente abrumador.
¿Hay alguna conversación que no haya podido olvidar?
Había una familia, una mujer con tres o cuatro niños pequeños. En la aglomeración había perdido su cartilla de alimentación. Y no había podido alimentar a sus hijos en más de dos semanas. Lloraba cuando hablamos. Nos tomó tiempo pero pudimos conseguirle otra tarjeta. En ocasión de otra visita, ella se enteró que yo estaba en el campamento y fue a buscarme. Recuerdo su rostro claramente. Lloraba y me dijo: “estas son lágrimas de alegría”. Y dijo: “No estoy segura qué hubiera hecho sin ACNUR”.
Recientemente volvió a Bangladesh y observó el trabajo que realiza ACNUR ayudando a los refugiados rohingya. ¿Qué sintió al volver a una situación tan similar?
Fue muy conmovedor regresar allí. Tantas personas han llegado, no solo en esta emergencia, sino en los últimos 25 años. Fue muy conmovedor ver colegas todavía dedicados a protegerlos y brindar asistencia.
Antes de que comenzara esta emergencia, creo que había una esperanza real de que ACNUR pudiera terminar su trabajo en Bangladesh, pero por supuesto que esto cambió todo. ¿Cómo preparamos a las personas para que se ayuden a sí mismas?
¿Alguna vez siente desesperación?
Es fácil sentirse desesperado y frustrado, en particular en los últimos años cuando la situación se ha vuelto tan complicada, las fronteras se han cerrado y las políticas se han vuelto cada vez más restrictivas y que las personas son tratadas como objetos inanimados en vez de seres humanos. Eso me enoja. Pero también existe la determinación de realmente hacer la diferencia. Soy una persona bastante optimista. Intento ver el lado positivo.
Veremos surgir soluciones. Veremos el momento en que las personas vuelvan a casa o reconstruyan sus vidas. Estuve en Guinea en el 2003 cuando los liberianos regresaban a casa y conocí a esta joven madre y su bebé recién nacido, que estaban a punto de volver. La alegría en su rostro era extraordinaria y es algo que siempre recordaré.
¿Qué le preocupa sobre su trabajo?
Nuestra organización tiene escasos recursos. Cuando no podemos conseguir fondos, equipo de emergencia o personal para responder con la suficiente rapidez a una emergencia, eso me quita el sueño.
¿Cuáles son sus esperanzas?
Quiero un futuro para nuestros niños. Y quiero un mundo que no esté roto en mil pedazos, en guerra, con personas reacias a hablar entre sí y a tratar a los otros de manera humanitaria. Todo se reduce a cómo preparamos a nuestros niños para contribuir al mundo pacífico que necesitamos.
Gracias a la Voluntaria en Línea Patricia Ávila por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.