Refugiados rohingyas voluntarios combaten el estrés de la vida en los campos con apoyo a la salud mental
Refugiados rohingyas voluntarios combaten el estrés de la vida en los campos con apoyo a la salud mental
La joven madre, una nueva paciente del centro de salud, comparte su lucha por sobrevivir en medio de los recortes en las raciones de alimentos, la creciente violencia entre grupos criminales y el clima extremo que azota el alojamiento de bambú y lona de su familia cada temporada de monzones.
Nur Kalam, él mismo refugiado, le ayuda a comprender cómo estas circunstancias tan precarias dan lugar a pensamientos negativos, y qué ocurre cuando esos pensamientos se acumulan. Utilizando una banda elástica tensada entre las dos manos, le explica cómo el estrés puede hacernos estallar. Liberar esos sentimientos antes de que eso ocurra es fundamental para una buena salud mental.
Nur Kalam es uno de los 100 consejeros comunitarios, 80 de ellos refugiados, que han sido capacitados por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y sus socios para prestar apoyo psicosocial y de salud mental a casi un millón de personas refugiadas rohingyas que se vieron forzadas a huir de Myanmar y que ahora viven hacinadas en asentamientos de Cox's Bazar y en la isla de Bhasan Char. Cuentan con el apoyo de 182 voluntarios psicosociales comunitarios, el 87 por ciento de los cuales son refugiados rohingyas, mientras que el resto procede de comunidades locales de Bangladesh.
Los consejeros comunitarios ofrecen consejería individual, mientras que los voluntarios psicosociales organizan sesiones de concienciación en grupo sobre temas como la mejora de la crianza de los hijos y el control de la ira. Dada la limitada capacidad de Bangladesh en materia de salud mental, estos voluntarios constituyen la columna vertebral de Salud Mental y Apoyo Psicosocial (MHPSS, por sus siglas en inglés) de ACNUR. No solo ayudan a reducir la brecha, sino que comprenden los problemas de su comunidad y las tensiones cotidianas de la vida en un campamento de refugiados.
Transformar actitudes ante la salud mental
“La salud mental es un concepto nuevo para la población rohingya que vive aquí”, afirma Hivine Ali, Oficial de Salud Mental y Apoyo Psicosocial de ACNUR en Cox's Bazar. “Antes entendían las enfermedades fisiológicas, pero no la idea de que los problemas con nuestra salud física pueden deberse al estrés o la ansiedad, que pueden abordarse mediante concienciación y consejería sobre salud mental”.
El programa MHPSS de ACNUR llega actualmente a más de 150.000 personas refugiadas rohingyas. Además de consejería personalizada – tanto por psicólogos como por consejeros comunitarios –, los voluntarios y el personal ofrecen consultas clínicas, formación especializada y sesiones de grupos de apoyo. ACNUR también gestiona las dos únicas instalaciones de salud mental para pacientes internos en los campamentos a través de su socio Gonoshasthaya Kendra (GK).
Los consejeros comunitarios han recibido capacitación en un enfoque llamado Terapia de Adaptación Integrativa (IAT, por sus siglas en inglés), que aborda los retos específicos de las personas refugiadas rohingyas, y utiliza escenarios y modismos que probablemente resuenen en ellas, como la analogía de la banda elástica utilizada por Nur Kalam.
En las sesiones de grupo, los voluntarios psicosociales crean espacios seguros para que los participantes comprendan sus pensamientos y sentimientos, y compartan sus luchas. Llevan a niñas, niños y adultos a través de ejercicios y ofrecen técnicas para controlar las emociones. Buscan señales de alerta de mala salud mental y de personas que necesitan consejería personalizada.
Una mayor concienciación sobre la salud mental ha sido transformadora para su comunidad, comenta Shahanur, de 24 años, voluntaria desde 2019.
“Antes, cuando ocurrían cosas negativas, no podían controlar sus sentimientos”, explica. “Aprender técnicas de afrontamiento, como ejercicios de respiración, les ayuda a sentirse más tranquilos de manera más rápida”.
Shahanur pone el ejemplo de una familiar que discutía a menudo con sus vecinos. Después de que Shahanur le enseñara técnicas para controlar su ira, las relaciones de su pariente mejoraron, así como su tranquilidad. “Está muy agradecida”, cuenta Shahanur.
Aumentar la desesperanza
Para muchos, como Nur Kalam, quien soñaba con ser médico cuando era niño en Myanmar, la capacitación continua que ofrece ACNUR les brinda la oportunidad de desarrollar su potencial y perseguir conocimientos y habilidades que antes les eran negados.
Al mismo tiempo, a medida que la crisis de los refugiados rohingyas se adentra en su séptimo año con una financiación cada vez menor para la asistencia y escasos avances hacia soluciones, ni siquiera los voluntarios pueden escapar a los sentimientos de desesperanza y miedo.
“Hemos superado muchos incidentes traumáticos”, afirma Nur Kalam. “La violencia en los campamentos va en aumento, e incluso el sonido de un globo al estallar hace que las personas tengan miedo por la noche. Tenemos miedo de no volver nunca a nuestro país. Nos preocupa el futuro de nuestros hijos”.
En sus sesiones de consejería, Nur Kalam asegura que cada vez ve a más personas con depresión e incidentes de autolesiones, signos de una creciente desesperanza.
Galiya Gubaeva, Responsable de la Oficina sobre el Terreno en Bhasan Char, que ahora alberga a alrededor de 30.000 personas refugiadas rohingyas reubicadas desde Cox's Bazar por el Gobierno de Bangladesh, afirma que la lejanía y el aislamiento de la isla crean un estrés adicional para la población refugiada: “Los rohingyas valoran la comunidad. Para ellos es muy importante sentirse conectados, formar parte de los acontecimientos familiares. Perder eso afecta a su salud mental”.
La escasez de fondos amenaza los avances
Aunque el Gobierno facilita las visitas familiares a los campamentos de Cox's Bazar, los tiempos de espera pueden ser muy largos. Para hacer frente a los riesgos añadidos para la salud mental, ACNUR ha intensificado las actividades basadas en la comunidad y el apoyo psicológico especializado en la isla, incluso mediante la teleconsejería.
Sin embargo, a medida que se reducen los fondos de los donantes, los logros pueden invertirse rápidamente. “Este año ya hemos tenido que reducir el número de voluntarios en un 40 por ciento debido a las reducciones presupuestarias. Esto aumenta la presión sobre el equipo restante”, explica Hivine Ali.
Con unos recursos tan dispersos, añade, los casos de enfermedades leves o moderadas pueden pasar desapercibidos y convertirse en lo suficientemente graves como para requerir intervenciones especializadas. Dada la limitada capacidad local, un aumento de los casos de enfermedad mental grave pondría el sistema al límite.
“Muchos de nuestros voluntarios nos cuentan la diferencia que representa el apoyo a la salud mental”, afirma Hivine. “Debemos garantizar una financiación continuada para que la población rohingya pueda llevar una vida sana, digna y productiva, ahora y en el futuro”.
“La salud mental es un concepto nuevo para la población rohingya que vive aquí”.