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Tejer para quedarse: mujeres Wayúu construyen alternativas al desplazamiento

Historias

Tejer para quedarse: mujeres Wayúu construyen alternativas al desplazamiento

Freyla González aprendió a tejer cuando tenía solo 12 años. Hoy, a sus 71, ese mismo arte que heredó de su madre no solo le permite sostenerse económicamente, sino también mantener a su familia en un entorno seguro en Paraguaipoa, una comunidad indígena del pueblo Wayúu en la Península de la Guajira, al noroeste de Venezuela.
9 April 2025
Una mujer mayor vestida de blanco enseña a tejer a una niña vestida de amarillo

Freyla González (72), tejedora experta de Paraguaipoa, enseña a su nieta a tejer en las instalaciones del Banco de Hilos.

La historia de Freyla está marcada por el sacrificio y la determinación. Como la mayor de 12 hermanos, asumió responsabilidades de adulta siendo apenas una niña. Su madre, con quien aprendió a tejer mochilas, hamacas y hasta muñecas, le enseñó a convertir el hilo en sustento: “Nosotras solíamos salir a vender y, con lo que ganábamos, nos alcanzaba para comprar quesito para la casa”, asegura Freyla.

Gracias a su talento, sus hermanos pudieron estudiar y convertirse en profesionales. Ella, en cambio, nunca tuvo acceso a la educación formal, no aprendió a leer ni escribir, y su dominio del español sigue siendo limitado. Aun así, desde pequeña fue el pilar de su familia.

La comunidad Wayúu es reconocida por sus textiles coloridos y de alta calidad, elaborados mediante una tradición ancestral liderada por mujeres. Esta práctica no solo conecta con las raíces culturales, sino que también sostiene económicamente a muchas familias.

Pero el contexto económico del país, y particularmente en esta zona remota y de difícil acceso, ha puesto en riesgo la continuidad de esta tradición. Vender artesanías a precios justos se volvió casi imposible, y muchas mujeres Wayúu, como Freyla, comenzaron a considerar el desplazamiento hacia Colombia en busca de ingresos, exponiéndose a rutas peligrosas controladas por actores armados no estatales.

Una mujer mayor que usa lentes, está sentada en una hamaca tejiendo

Freyla González, tejedora experta de Paraguaipoa, teje tejidos wayúu en su casa.

Fue entonces cuando Freyla escuchó que ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, estaba trabajando en su comunidad para apoyar a mujeres en situación de vulnerabilidad. Se acercó a Yuskairis Hernández, una joven Wayúu de 25 años con espíritu emprendedor, que comenzaba a reunir a otras mujeres con la idea de capacitarse y generar ingresos de forma segura y sostenible.

De ese encuentro nació una alianza intergeneracional que transformó vidas: la experiencia de Freyla como tejedora se unió al liderazgo de Yuskairis para fundar, con el apoyo de ACNUR y del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), el primer Banco de Hilos de la Península de la Guajira venezolana.

Yuskairis ofreció su casa como espacio común, y Freyla asumió el rol de maestra. Juntas formaron a más de 50 mujeres en el arte del tejido de bolsos, sombreros, mantas y hamacas, recuperando una tradición que hoy les permite tener autosuficiencia económica. “Yo les dije: aquí no hay que tener máquinas, mi mamá y yo no teníamos, cosíamos a mano. No se preocupen que yo tengo mucha paciencia, por eso soy buena maestra”, cuenta Freyla.

una mujer mayor mira detrás de una ventana

Las capacitaciones brindadas por ACNUR y UNFPA también ayudaron a estas mujeres a establecer precios justos para sus productos, reconocer formas de violencia de género y desarrollar herramientas para emprender. “Aprendimos a determinar el valor de nuestros productos… entendimos que la calidad y, sobre todo, el esfuerzo invertido en el proceso de producción de nuestros textiles debe verse reflejado en el precio final”, explica Yuskairis, hoy presidenta del Banco de Hilos de Paraguaipoa.

El tejido se transformó en una alternativa segura para mujeres que antes contemplaban el desplazamiento como única manera de sostener a sus familias. Muchas de ellas, madres cabeza de hogar, ahora generan ingresos sin salir de sus comunidades y con mayor autonomía.

Además, gracias a una alianza facilitada por ACNUR con el Banco Plaza, las mujeres del Banco de Hilos ahora tienen cuentas bancarias, pueden recibir pagos formales y comercializar sus productos sin tener que cruzar fronteras. Esto reduce significativamente los riesgos de protección.

Desde su creación en 2022, el Banco de Hilos ha permitido a estas tejedoras participar en ferias locales, vender sus productos en el estado Zulia e incluso exhibirlos en Caracas. Más que un emprendimiento, el Banco de Hilos es una red de apoyo, un espacio seguro y una fuente de arraigo. A través de medios de vida sostenibles, estas mujeres no solo recuperan su independencia y dignidad, también fortalecen sus comunidades.

Mientras el financiamiento humanitario enfrenta desafíos a nivel global, ACNUR continúa trabajando en comunidades remotas como Paraguaipoa para garantizar que las personas en situación de vulnerabilidad cuenten con medios de vida sostenibles, promover el arraigo y prevenir el desplazamiento forzado.