Tras una década como refugiados, una familia eritrea pronto tendrá un nuevo hogar
Tras una década como refugiados, una familia eritrea pronto tendrá un nuevo hogar
Desde que salió de Eritrea, Mariam ha pasado una década esperando encontrar un hogar estable y seguro para su familia. El hogar con el que sueña está finalmente a su alcance ahora que su esposo, sus tres hijos y ella se están preparando para mudarse a los Países Bajos gracias a un nuevo esquema de reasentamiento.
Mariam está haciendo todo lo posible por prepararse. Como le encanta cocinar, su proceso de preparación incluye aprender cómo hacer “tompouce”, un postre holandés.
Para Mariam, aprender a preparar este postre de vainilla y crema, que es muy popular en los Países Bajos, simboliza la esperanza de integrarse a la sociedad de la que formará parte.
“Sabemos que Países Bajos es un buen lugar... Trabajaremos y ayudaremos a nuestros hijos a desarrollarse y a recibir la educación que necesitan”, dijo Mariam, de 34 años.
Desde diciembre, Mariam, su esposo Mohammad y sus tres hijos (Karim, de siete años; Feruz, de cinco; y Ferdoz, de tres) han estado viviendo en el Centro de Tránsito de Emergencia en Timisoara, una ciudad al oeste de Rumania. Si bien la capacidad del centro es de 200 personas, cerca de treinta viven ahí.
Para ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, es prioritario el reasentamiento de las personas refugiadas en mayor situación de vulnerabilidad a un tercer país donde puedan reconstruir sus vidas; sin embargo, las necesidades de reasentamiento superan los lugares disponibles. El año pasado, menos de 23.000 personas refugiadas fueron reasentadas por conducto de ACNUR; esta es la cifra más baja en casi dos décadas.
La historia de Mariam pone de manifiesto la importancia del reasentamiento. En primera instancia, Mariam y Mohammad huyeron a la capital de Sudán, Khartoum, donde vivieron durante ocho años en circunstancias difíciles. Ahí fue donde nacieron sus hijos.
“En ocasiones no encontraba trabajo. A veces no podía pagar la renta. Había días en que no teníamos nada para comer. Era difícil y mis hijos estaban pequeños”, dijo Mohammad, de 37 años.
Su estatus en Sudán era incierto, lo cual se traducía en la posibilidad de arresto, así que decidieron mudarse a Trípoli, la capital de Libia. Ahí fueron apresados por un traficante. Debido a la precariedad de su situación, al amparo del Mecanismo de Tránsito de Emergencia, ACNUR gestionó su evacuación a Rumania a través de Níger.
El mecanismo da respuesta a la crítica situación humanitaria y a las condiciones en deterioro en las que se encuentran quienes han solicitado asilo en Libia. Con él, las personas y familias en mayor situación de vulnerabilidad pueden quedarse temporalmente en Níger.
Después, si se determina que son elegibles para reasentamiento y que son altamente vulnerables, se les transfiere al Centro de Tránsito de Emergencia en Timisoara mientras concluye el proceso de reasentamiento, que suele tardar de tres a cuatro meses.
“Por fin podemos relajarnos después de las dificultades por las que hemos atravesado”.
“Hemos disfrutado nuestra estancia aquí, y lo haremos hasta que emprendamos el viaje a nuestro destino final. Nos sentimos verdaderamente protegidos y por fin podemos relajarnos después de las dificultades por las que hemos atravesado”, comentó Mariam.
Los lugares de reasentamiento escaseaban incluso antes de que la pandemia de COVID-19 los desapareciera casi por completo el año pasado. No obstante, este año ofrece a los gobiernos la oportunidad de reanudar los programas de reasentamiento; por ello, ACNUR exhorta a los Estados a aumentar el número de lugares disponibles.
“ACNUR aprecia los esfuerzos de los Estados que están reanudando los programas de reasentamiento a pesar de los retos que la pandemia ha traído consigo”, señaló Nisreen Rubaian, representante de ACNUR en Rumania.
“El equipo en el terreno colabora estrechamente con los estados de reasentamiento para garantizar que las personas refugiadas cuyo reasentamiento haya sido autorizado puedan partir tan pronto como sea posible para reconstruir sus vidas en un país nuevo”, añadió.
Mariam y su familia han aprovechado su estancia en la histórica ciudad de Timisoara puesto que han disfrutado de las vistas que ofrece. Pronto comenzarán a tomar clases de orientación cultural antes de su partida en las próximas semanas.
“Los niños se adaptan y aprenden rápidamente. Considerando el contexto del que vienen, me impresiona lo rápido que comprenden las cosas”, dijo Sofia Damșe, psicóloga en AIDROM, un socio de ACNUR.
Cuando piensan en su traslado a los Países Bajos, el futuro de sus hijos es lo que más preocupa a Mariam y a su esposo.
“Para mi esposo y para mí, lo más importante es trabajar para poder sostener el desarrollo y la educación de nuestros hijos”, comentó Mariam.
Mohammad dice que no quiere que sus hijos pierdan el vínculo con Eritrea y su cultura; al mismo tiempo, desea que se encariñen con los Países Bajos. Le gustaría que estudien medicina o aviación, pero lo más importante es que adquieran sólidos valores sociales.
“Nos gustaría que nuestros hijos ayuden a las personas necesitadas”, indicó.
*Los nombres se cambiaron a petición de las personas entrevistadas.