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Una profesora superviviente ayuda a su comunidad en Sudán del Sur

Historias

Una profesora superviviente ayuda a su comunidad en Sudán del Sur

Sanna's journey to safety in South Sudan was traumatic, but after arrival she started thinking about other refugees in the UNHCR-run Gendraasa camp.
5 November 2012
Sanna cuenta su historia y sus esperanzas en el futuro después de pasar varios meses huyendo. Sanna cuenta su historia y sus esperanzas en el futuro después de pasar varios meses huyendo.

CAMPAMENTO DE REFUGIADOS DE GENDRASSA, Sudán del Sur, 5 de noviembre (ACNUR) – Sanna, con una amplia sonrisa, bajó del autobús cuando éste se detuvo en el centro de acogida del campamento de refugiados de Gendrassa, en Sudán del Sur. Después de pasar seis duros meses huyendo por fin se sintió aliviada al llegar aquí.

Sanna sigue sintiendo un dolor reumático tras caminar durante semanas bajo la lluvia y pisando tierras inundadas con todos los habitantes de su aldea para huir de los combates que asolan el estado sudanés del Nilo Azul. No puede borrar de su memoria el sufrimiento de las personas más vulnerables durante el viaje e incluso vio morir a su abuela por falta de alimentos y agua potable. "Ya está enterrada. Cavamos la tumba y la enterramos allí", recuerda la joven.

A su llegada al último campamento levantado en Sudán del Sur, procedente del campamento de Jamam, sito a unos 70 km de distancia, desde donde había sido trasladada por el ACNUR, el ánimo de esta joven de 23 años enseguida comenzó a decaer debido a la larga espera, en un día muy caluroso, para registrarse y para que le asignaran una tienda y una parcela. Sin embargo, una vez instalada, empezó a pensar en los demás refugiados de este campamento organizado por el ACNUR, que acoge a unas 11.000 personas.

"Me encantaría poder ayudar a mi comunidad", dice Sanna, que es profesora de enseñanza primaria. Con tantos niños que han tenido que abandonar la escuela sus conocimientos profesionales son muy necesarios.

Una de las prioridades del ACNUR es lograr que todos los niños refugiados completen al menos la educación primaria y, antes de que finalizara el día, una organización no gubernamental que trabaja con el Alto Comisionado para los Refugiados le había ofrecido trabajo como profesora.

Aunque esa oportunidad ha contribuido algo a aliviar su dolor, el futuro sigue siendo incierto y Sanna añora su hogar. "Ser refugiado es agotador, tener que transportar enseres, tener que vivir con miedo . . . no hay nada positivo", cuenta al ACNUR hablando de su huida.

Su sufrimiento comenzó este año, cuando los combates en el estado del Nilo Azul llegaron hasta la zona en la que se encuentra su hogar. Los aviones de combate atacaban por el día o por la noche cuando veían alguna luz en tierra o algún fuego. "Si llevabas puesto algo blanco también te convertías en diana", explica Sanna. "Mataron a mi primo Mohammed. Era ciego y le alcanzaron las bombas lanzadas por los aviones", añade.

Los bombardeos aéreos dejaban traumatizados y atemorizados a los aldeanos, en particular los niños. Los habitantes de las aldeas decidieron huir para salvar sus vidas y se dirigieron primero a Baw, donde permanecieron tres meses hasta que, debido a la reanudación de los bombardeos, se vieron obligados a huir de nuevo. Era como si los combates fueran siguiendo al grupo, así que buscaron refugio al otro lado de la frontera, en el Estado del Alto Nilo, donde están situados los campamentos de Jamam y Gendrassa.

"Los que más sufrieron por la escasez de alimentos fueron las mujeres y los niños", comenta Sanna, y añade: "Las mujeres tenían que transportar sus pertenencias y cuidar de los niños y de la familia".

En Jamam, un lugar elegido por sus líderes, Sanna y el resto de los aldeanos se sintieron seguros y recibieron ayuda del ACNUR y de otras organizaciones de asistencia. Cuando el número de personas comenzó a crecer y el agua que se obtenía de los pozos no era suficiente para cubrir todas las necesidades, el ACNUR puso en marcha una operación para realojar a los refugiados en un lugar más adecuado, y ese lugar fue Gendrassa.

Cuando el ACNUR conoció a Sanna y a su familia ampliada, acababan de registrarse y estaban esperando a que un tractor los condujera a las tiendas que les habían asignado. Sanna tuvo que esperar otra vez pero por fin le llegó su turno. El voluminoso equipaje fue cargado en el remolque del tractor y Sanna siguió a pie hasta que, pasados dos kilómetros, llegó a la tienda que compartirá con su esposo cuando llegue de Jamam con sus dos vacas.

Entonces las penalidades pasadas le pasaron factura. Sanna que, cargada con un saco de plástico amarillo con sus pertenencias, se dirigía a su tienda, se sentó agotada y pidió agua. Tenía hambre y sed y estaba exhausta, pero también estaba agradecida. "Me siento muy feliz. Nunca nos habéis abandonado. Muchas gracias por toda la ayuda que nos habéis dado", dice.

Sin embargo, confía en recuperar su vida anterior. "Espero que pronto se reinstaure la paz y pueda regresar a mi hogar", señala. "Mi sueño era completar mi capacitación y llegar a ser alguien".

Por Cécile Pouilly y Angie Brooker en el campamento de refugiados de Gendrassa, Sudán del Sur

Gracias a la voluntaria de UNV Online Luisa Merchán por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.