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Comentarios de Cate Blanchett ante el Consejo de Seguridad de la ONU sobre la crisis de refugiados rohingya

Historias

Comentarios de Cate Blanchett ante el Consejo de Seguridad de la ONU sobre la crisis de refugiados rohingya

Texto completo del discurso de la Embajadora de Buena Voluntad de ACNUR en Nueva York, el 28 de agosto de 2018.
28 agosto 2018
Los refugiados rohingya recién llegados se reúnen frente a un campamento de tránsito del ACNUR en Bangladesh, en noviembre de 2017.

Gracias Señor Presidente.

Distinguidos delegados, Sr. Secretario General, damas y caballeros.

Me siento honrada de tener la oportunidad de dirigirme al Consejo de Seguridad en esta crítica coyuntura. No estoy aquí como experta. Estoy aquí solamente como testigo. Como alguien que ha visto y ahora no puede apartar la mirada.

En marzo, fui a Bangladesh como Embajadora de Buena Voluntad de ACNUR, para ver cómo podía contribuir a responder a las masivas necesidades humanitarias.

Nada me pudo haber preparado para el alcance y la profundidad del sufrimiento que presencié.

Una mujer de dieciocho años a quien llamaré Laila está entre mis mayores recuerdos. Una de los 720.000 refugiados rohingya apátridas que huyeron de la violencia y el abuso en el estado Rakhine, en Myanmar, desde agosto pasado. Laila huyó de su pueblo en llamas con su pequeño hijo, Yousuf. Mientras acunaba a Yousuf en sus brazos, ella me describió cómo su esposo fue sacado a la fuerza de su aldea y cómo no se sabe nada de él desde entonces.

Cómo cinco días después, estas mismas personas regresaron, prendieron fuego a su casa y la obligaron a huir sola con su bebé. Ella vio a su tío ser asesinado por hombres con cuchillos. Ella me dijo: “cuando vi esto, simplemente corrí”. Ella y su hijo se escondieron en un bosque durante meses, sobreviviendo a base de plantas y árboles. Su viaje angustioso terminó en Bangladesh, donde sus dificultades aún persisten.

Otra familia refugiada la acogieron a ella y a Yousuf, compartiendo su pequeño albergue.

Mientras yo estaba con Laila, un niño pequeño jugaba detrás mío y noté terribles cicatrices en su pierna. Cuando le pregunté cómo había pasado esto, su familia me dijo que había sido atrapado en las llamas cuando su casa había sido incendiada. Afortunadamente lo liberaron, pero las cicatrices permanecerán: tanto las físicas como las psicológicas.

Si solo esas historias fueran atípicas. Pero al visitar a las familias refugiadas en Bangladesh, descubrí que eran sorprendentemente comunes.

Al igual que ustedes, he escuchado las historias desgarradoras. Historias de torturas graves, de mujeres brutalmente violadas, personas que han visto a sus seres queridos ser asesinados ante sus ojos. Niños que han visto a sus abuelos encerrados en casas incendiadas.

Soy una madre y vi a mis hijos en los ojos de cada niño refugiado que conocí. Me vi en todos los padres. ¿Cómo puede una madre soportar el ver a su hijo ser arrojado al fuego?

Sus experiencias nunca me dejarán.

Y es por eso que estoy inmensamente agradecida de que el Consejo de Seguridad, el principal organismo responsable de mantener la paz y la seguridad internacionales, esté trabajando al unísono para resolver esta crisis.

Estoy particularmente agradecida con usted, señor Secretario General, por haber dado una voz a los rohingya por más de una década, y por seguir demostrando un liderazgo ejemplar en este asunto.

Y también debo rendir homenaje al ex Secretario General, el fallecido Dr. Kofi Annan, quien nos ha dado una visión clara y práctica para resolver la crisis en el estado de Rakhine. Una visión compartida por este Consejo y que el Gobierno de Myanmar se ha comprometido a implementar. Una visión que, de realizarse, garantizará que mujeres, hombres y niños de diferentes religiones, etnias y orígenes en el estado de Rakhine puedan prosperar colectivamente.

Pero mientras este Consejo y la ONU trabajan con el Gobierno de Myanmar para garantizar esto, todavía se necesitan esfuerzos urgentes para los rohingya en Bangladesh.

-

Señor presidente,

Es importante recordar que esta no es la primera ola de desplazamiento forzado masivo de refugiados rohingya de Myanmar a Bangladesh en los últimos 40 años. La escala de desplazamiento es tan grande y tan grave que actualmente hay más rohingya viviendo en el exilio que en Myanmar.

En 1978, 200.000 refugiados rohingya llegaron a Bangladesh, huyendo de la brutalidad y los abusos generalizados. Gul Zahar, una joven mujer rohingya, estaba entre los que huyeron.

Catorce años más tarde, en 1992, otra ola de violencia forzó a 250.000 refugiados rohingya apátridas a buscar seguridad una vez más en la vecina Bangladesh. Una vez más, Gul Zahar estuvo entre los que huyeron.

Hoy en día, hay 900.000 refugiados rohingya apátridas en Bangladesh. Gul Zahar, ahora de 90 años de edad, y lamentablemente está entre ellos una vez más.

Cuatro décadas después de su huida inicial, Gul vive en pobreza absoluta en Bangladesh con el único deseo de que sus bisnietos tengan un mejor futuro.

La necesidad de que este futuro tenga lugar dentro de Myanmar nunca ha sido más urgente.

Si no actuamos ahora, los nietos de Gul, como otros miles de personas, no podrán escapar de este ciclo implacable que generaciones de rohingya han experimentado.

-

Señor presidente,

La respuesta reciente de Bangladesh, que recibió a más de 700.000 refugiados en cuestión de meses y les brindó seguridad, es uno de los gestos más visibles y significativos de humanidad en nuestro tiempo. Pero las necesidades son enormes. El sufrimiento es agudo. Se necesita mucho más apoyo internacional.

Gracias a los esfuerzos del Gobierno de Bangladesh, las comunidades de acogida, las agencias de la ONU, las ONG y los propios refugiados, los esfuerzos de salvar vidas han asegurado que los refugiados rohingya hayan soportado los monzones, en gran medida indemnes.

Sin embargo, como ustedes mismos han visto, continúan viviendo en condiciones miserables.

Con solo el 33 por ciento de la operación financiada, que asciende a menos de 70 centavos por persona por día, esto no es sorprendente. Más bien, es bastante embarazoso.

Muchos aldeanos bangladesíes que viven cerca, con muy poco que puedan llamar suyo, han estado ayudando a los refugiados rohingya durante el año pasado. Si las personas con tan poco pueden dar un paso adelante para ayudar, ¿por qué nosotros no podemos hacerlo mejor?

Los refugiados necesitan alimentar a sus familias. Necesitan agua potable e instalaciones de saneamiento para lavar, cocinar y limpiar. Necesitan un albergue seguro para protegerse de los monzones y el calor. Sus hijos necesitan una educación. Sus abuelos necesitan ser cuidados.

Pero necesitan algo más que alimentos y agua, escuelas informales, y un albergue temporal. Ellos necesitan un futuro.

En los asentamientos para refugiados de Bangladesh, las mujeres que fueron violadas en Myanmar ahora están dando a luz a niños. Es probable que estos niños, agobiados también por la apatridia, lleven este estigma por el resto de sus vidas.

Muchas mujeres, como Laila, junto con sus hijos, continúan siendo vulnerables al abuso y la explotación.

Muchos todavía luchan contra las cicatrices de los traumas y las lesiones que sufrieron antes y durante su huida a Bangladesh.

Es imperativo que los gobiernos, las agencias humanitarias y de desarrollo, el sector privado y las personas trabajen en solidaridad para encontrar formas innovadoras de ayudar a los refugiados y las comunidades de acogida de Bangladesh.

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Señor presidente,

El centro de todos nuestros esfuerzos debe ser proporcionar un apoyo muy necesario dentro de Bangladesh mientras trabajamos para garantizar que las condiciones en Myanmar sean propicias para el retorno.

Los muchos refugiados con los que hablé consideran que Myanmar es su hogar, pero tienen un miedo real y profundo a regresar allí.

La negación de sus derechos a moverse; su derecho a casarse; su derecho al trabajo; su derecho a la atención médica y la educación, los convierte en uno de los grupos más vulnerables del planeta.

Los refugiados regresan a casa cuando es seguro hacerlo.

Los rohingya no pueden regresar a las mismas condiciones de las que se vieron obligados a huir.

No pueden conformarse con medias soluciones.

Deben saber que pertenecen. Un camino claro hacia la ciudadanía plena es esencial.

Esto no es un lujo.

Esto no es un privilegio.

Este es un derecho básico que todos nosotros aquí disfrutamos.

Un derecho que los rohingya no tienen.

Le imploro a este Consejo que no olvide este imperativo y respalde todos los esfuerzos para que sea una realidad. Mientras tanto, alentemos un apoyo internacional más sólido para satisfacer las necesidades urgentes en Bangladesh.

-

Mi mente a menudo regresa a Laila y sus vecinos.

¿Ella descubrió lo que le pasó a su esposo?

¿Su albergue temporal compartido sobrevivió a los monzones?

¿Logró celebrar Eid la semana pasada?

¿Podrá su pequeño hijo Yousuf regresar a su hogar en Myanmar e ir a la escuela algún día?

O como Gul Zahar, también sufrirá un ciclo interminable de miedo y desplazamiento forzado

-

Señor presidente,

Juntos, tenemos que cambiar el futuro de Laila, de Yousuf, de Gul Zahar y de todos los rohingya que viven en Myanmar, en Bangladesh y más allá.

No hay atajos. No hay alternativas.

Hemos fallado a las personas rohingya antes.

Por favor, no les fallemos de nuevo.

 

Gracias.