Capacitación empresarial ayuda a refugiados venezolanos a encontrar estabilidad
Capacitación empresarial ayuda a refugiados venezolanos a encontrar estabilidad
Aunque María tenía un título universitario en educación especial y años de experiencia en administración de empresas en su natal Venezuela, cuando llegó a Perú no le quedó más remedio que aceptar un trabajo informal, ayudando en el consultorio de un dentista.
El sueldo era tan bajo que ella y su hijo tuvieron que vivir en el consultorio. Cuando la situación se hizo insostenible, María le avisó a su jefe con un mes de antelación.
“Me dijo: 'no, si te vas, te vas hoy’”, recuerda María, de 33 años, quien se trasladó a la ciudad de Arequipa, en el sur de Perú, hace unos cinco años. “Me dio dos horas para desocupar... y me quedé en la calle con 250 soles (65 USD), mi hijo y una maleta”.
"Un negocio propio sí te da mucha más estabilidad”.
Una vez recuperada, María estaba decidida a no volver a pasar por una situación similar. Decidió que la clave era convertirse en su propia jefa.
“Un empleo no necesariamente te da estabilidad porque por cualquier cosa que pase te puedes quedar sin trabajo y no tener cómo pagar el alquiler y tener que buscar otro lugar”, reflexiona María, quien se fue de Venezuela después de que su bebé desarrollara una grave infección renal debido a la escasez generalizada de pañales desechables. “En cambio un negocio [propio] sí te da mucha más estabilidad”.
Como muchos de los aproximadamente 7,1 millones de personas refugiadas y migrantes venezolanas que han abandonado su país en los últimos años debido a la crisis social y política, María puso la mirada en la preparación de comidas, decidiendo iniciar un pequeño negocio de venta de masa de hojaldre lista para hacer empanadas.
Pero ni siquiera su experiencia previa en administración de empresas la preparó para el abrumador reto de poner en marcha un nuevo negocio en un nuevo país. Con lo quedaba de sus ahorros, consiguió comprar el equipo básico – una batidora eléctrica y una laminadora – para empezar a vender láminas de masa de empanada a un puñado de clientes. A pesar de las interminables jornadas de trabajo, apenas podía sobrevivir.
No fue hasta que la aceptaron en un curso de mentoría empresarial cuando María se dio cuenta de que podía llevar su pequeña empresa al siguiente nivel.
“Estuve un año trabajando… sin organización, sin ningún tipo de orden”, recuerda, hablando en la pequeña cocina que ahora alquila para el negocio. “No me estaba dando cuenta de la poca ganancia que tenía. Yo simplemente veía que ganaba y eso me sustentaba lo básico... [La mentoría] te hace mirar más allá que puedes lograr más, que puedes crecer más”.
Dirigido por la incubadora de empresas Kaman de la Universidad San Pablo de Arequipa con el apoyo de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, el programa de mentoría ofrece capacitación básica en habilidades empresariales tan cruciales como finanzas y marketing. Desde que el programa se puso en marcha en abril de 2021, ha ayudado a unas 140 personas refugiadas y migrantes en sus inicios a adquirir las habilidades que necesitan no solo para sobrevivir, sino para prosperar.
“La mayoría [de los participantes] tiene dificultad en la parte de finanzas, porque a veces tienen miedo de repente de cobrar un poco más porque no han incluido el material, la mano de obra o el agua, la electricidad que muchas veces utilizan [para elaborar sus productos]”, explica María del Rosario Ojeda, una de las mentoras del programa. Eso cambia, dice, cuando ven los números delante de ellos, en blanco y negro. Entonces se les empuja a hacer los cambios, a veces difíciles, necesarios para que sus empresas prosperen.
Con la crisis en Venezuela llegando a su quinto año, gran parte del trabajo de ACNUR con la población refugiada y migrante venezolana en Sudamérica se centra en la integración, dando a las personas las herramientas que necesitan para ser autosuficientes y contribuir a sus países de acogida. Dado que los ingresos regulares son la base sobre la que se construye la estabilidad, programas como el de mentoría para la incubación de empresas en Arequipa son una parte clave de estos esfuerzos.
En Chile, un programa ofrece a los aspirantes a empresarios del sector alimentario los conocimientos necesarios para vender sus productos de forma segura y legal, y una cocina profesional compartida donde trabajar.
Para Yahveh Herrera, de 33 años, el programa Santiago Cocina resultó invaluable para ayudarle a adaptar su exitoso negocio de chocolate de Caracas a las realidades muy diferentes del mercado chileno. Aunque Yahveh conocía a la perfección los aspectos básicos de la gestión de su negocio, no estaba preparado para la cantidad de cambios fundamentales que tendría que hacer para repetir ese éxito en Chile.
“Es un proceso constante de adaptación”, comenta, y explica que ha tenido que adaptar su oferta a los gustos chilenos, que tienden a ser más conservadores que los de los consumidores venezolanos. Yahveh atribuye al programa Santiago Cocina, así como al uso de la cocina profesional que ofrece, el haberle proporcionado la orientación y las facilidades que necesitaba para realizar los cambios necesarios.
Yahveh, quien se fue de Venezuela preocupado por su seguridad personal, comparó el proceso de poner en marcha un negocio en un nuevo país con las dificultades del desplazamiento forzado. En un país de acogida “no viviste lo que viviste en tu país al migrar, de pronto te tocó adaptarte, recibirlo como lo mejor que te pasó, aprender que algo bueno trae este cambio y que te está atrayendo y aprovechar”.
María, la emprendedora detrás del negocio de masas, De Masa, asegura que el programa de capacitación le ha ayudado a duplicar su facturación, lo que a su vez le ha permitido contratar a una empleada a tiempo completo, otra mujer venezolana.
“[La capacitación] ha sido fundamental para el negocio”, afirma María.