Desarraigada por la guerra, una madre siria recibe ayuda para combatir la depresión
Desarraigada por la guerra, una madre siria recibe ayuda para combatir la depresión
Noor* recuerda y ve claramente los efectos que su depresión tuvo en su comportamiento y en sus relaciones.
Sin embargo, en aquel momento, cuando era una refugiada luchando por sacar adelante ella sola a sus tres hijos en el campamento de Za'atari en Jordania, esta mujer de 45 años procedente de una zona rural de Damasco no podía reconocer que tenía un problema.
"Las personas que me rodeaban me decían que habían observado cambios en mi comportamiento", recuerda Noor. "Era agresiva, estaba angustiada por mis hijos y mis relaciones con mis amigos y familiares eran cada vez más difíciles. Ahora me doy cuenta. Pero cuando me lo dijeron por primera vez me negué a reconocerlo y no hice caso de los consejos".
Se decidió a buscar ayuda a raíz de un accidente doméstico que tuvo en su albergue mientras preparaba el té y que Noor atribuye a su estado mental y a consecuencia del cual su hija sufrió heridas leves. "La enfermera de la clínica donde atendieron a mi hija observó mi comportamiento y me recomendó que buscara a alguien que me viera".
Este año, la depresión es el objeto del Día Mundial de la Salud, que se celebra el 7 de abril, y es la enfermedad más habitual entre las que afectan a los refugiados. Según la Organización Mundial de la Salud, la prevalencia de las alteraciones mentales es doble en las poblaciones que se encuentran en situaciones de emergencia.
"La enfermera de la clínica . . . me recomendó que buscara a alguien que me viera"
Habida cuenta de que cerca de la mitad de la población que tenía Siria antes de la guerra (22 millones) está en situación de desplazamiento forzoso tanto dentro como fuera del país, este conflicto, que ya dura seis años, ha provocado enormes convulsiones y pérdidas. Millones de personas han sufrido penurias y violencia y han sido arrancadas de sus hogares, de sus medios de vida y de las redes sociales.
"La depresión es un problema que afecta profundamente a los refugiados, no solo a su salud mental sino también a sus actividades cotidianas, a su protección y al acceso a los servicios", explica Pieter Ventevogel, Oficial de Salud Mental del ACNUR.
"El lado positivo es que, gracias al acceso a los tratamientos prescritos por profesionales, así como al apoyo de personas no especializadas y miembros de la comunidad, las personas que padecen depresión pueden mejorar. Al potenciar sus conocimientos y estrategias, los refugiados también pueden desempeñar un papel esencial en su propio tratamiento", añade.
Noor cree que su enfermedad fue causada por el caos de los pasados seis años y por el gran contraste con la vida estable que llevaba en Damasco antes del conflicto. Ella y su esposo poseían dos casas en la ciudad y ella tenía un prometedor futuro profesional como profesora en una guardería.
"Tenía una vida feliz y tranquila. Mi trabajo me daba independencia y teníamos seguridad y estabilidad", dice. "Cuando empezó la guerra vi muchas cosas horribles; vi cohetes y bombas. Tuvimos que desplazarnos dentro de Damasco y ahí fue cuando empezaron el temor y la ansiedad".
La familia se trasladó de barriada en barriada en busca de seguridad, y durante este proceso se gastó todos sus ahorros y Noor se quedó en la indigencia. Primero llegó a Za'atari en 2013 acompañada solo de sus tres hijos, después de que ella y su esposo se separaran cuando todavía estaban en territorio sirio. Al final él huyó al Líbano.
Ella luchó por sobrevivir en el campamento durante más de un año hasta que el accidente la indujo por fin a buscar el tratamiento que necesitaba. Tras ser remitida a una clínica de salud mental instalada en el campamento por la organización International Medical Corps (IMC) con el apoyo del ACNUR, a Noor le asignaron un trabajador social para que supervisara su tratamiento.
"La depresión afecta profundamente a los refugiados"
Después de que un profesional de salud mental le diagnosticara depresión y le prescribiera antidepresivos, Noor también participó en varias sesiones de terapia personalizada cuyo objetivo era ayudarla en su tratamiento. Las sesiones se centraron en el desarrollo de mecanismos para hacer frente a su problema y en mejorar sus aptitudes sociales y de comunicación, gracias a las cuales ha mejorado sus relaciones con las personas.
Noor está también agradecida con el sistema de remisión del campamento, gracias al cual, cuando la enfermera del hospital observó sus síntomas, tuvo acceso a un tratamiento prescrito por un profesional. Sin embargo, Noor cree que todavía hay muchas personas que no reciben la atención que necesitan.
"La crisis ha obligado a las personas a afrontar enfermedades mentales pero sigue habiendo un gran estigma en torno a este problema, por lo que muchos prefieren seguir sin tratamiento y no buscar ayuda", dice.
Noor afirma que ya tiene una visión más positiva de la vida y a ello ha contribuido, además, un trabajo de limpieza que realiza en el campamento y una huerta que ha plantado en las proximidades del albergue que comparte con sus hijos y con su esposo, que se ha reunido con ellos.
"La huerta es hermosa y tengo siete pollos y un pato. Me gusta trabajar allí y me ayuda a mantener el ánimo. Incluso he empezado a participar en algunas actividades comunitarias, como la costura. No es como la vida que tenía antes pero estoy intentando sacar el máximo partido de lo que tengo".
Se puede obtener más información sobre la salud mental y los desplazamientos, en inglés, aquí.
*Se han cambiado los nombres con fines de protección.
Por Charlie Dunmore
Gracias a la Voluntaria en Línea Luisa Merchán por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.