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La amistad triunfa sobre los prejuicios en medio de la violencia en la República Centroafricana

Historias

La amistad triunfa sobre los prejuicios en medio de la violencia en la República Centroafricana

Edgar y su familia están exhaustos después de huir de la violencia sectaria en la República Centroafricana. Dicen que escaparon gracias a sus vecinos musulmanes.
10 January 2014
La capital de la República Centroafricana, Bangui, vista desde Zongo. Parece cerca, pero es peligroso intentar cruzar.

ZONGO, República Democrática del Congo, 10 de enero (ACNUR) – Edgar* parece agotado. Acaba de llegar a la oficina de la Comisión Nacional para los Refugiados en Zongo, al norte de la República Democrática del Congo, después de cruzar el río Oubangui. Horas antes, escapaba de la matanza en su país, la República Centroafricana.

Está con su esposa, sus dos hijos, una hermana y su sobrina. Todos ellos han perdido a familiares cercanos en la violencia sectaria indiscriminada al otro lado del río. Edgar perdió a sus padres, mientras que el marido de su hermana Annie fue asesinado. Pero este comerciante de 28 años de edad, un cristiano, dice que nunca habría escapado sin la ayuda de su vecino musulmán.

Algunos otros cuentan historias similares sobre cómo recibieron ayuda de quienes se oponen al extremismo religioso, en un país donde la violencia sectaria nunca había sido un problema importante en las oleadas de disturbios e inestabilidad que han barrido la República Centroafricana desde su independencia en 1960.

Los últimos problemas de este país sin salida al mar empezaron hace poco más de un año cuando el movimiento rebelde Seleka se levantó en armas contra el gobierno del presidente François Bozizé antes de tomar la capital, Bangui, en marzo.

Antes y después de la victoria del año pasado, Edgar vivía en paz con sus vecinos de mayoría musulmana en una zona cercana al Mercado Kina, en el tercer distrito de Bangui. Sin embargo, después del estallido de nuevos enfrentamientos en diciembre, los combatientes musulmanes de Seleka y las milicias cristianas 'antibalaka' comenzaron a atacar a los civiles en base a su religión.

"'Fue todo tan inesperado", afirma Edgar, que acababa de regresar de un viaje de negocios a Douala, el núcleo comercial de la vecina Camerún, en la víspera de los combates. "En la mañana del jueves, [5 de diciembre] cuando me disponía a ir al mercado, los 'antibalaka' vinieron desde el este y el norte a pie. Empezaron a matar a la gente y a acosar a los musulmanes", recuerda Edgar.

Edgar sostiene que Seleka respondió matando civiles al azar. "Mataron con armas y cuchillos... Mataron a todos indiscriminadamente. Si eras joven o si eras viejo, iban a matarte igualmente", explica Edgar.

Edgar dice que tuvo suerte porque un amigo musulmán lo ocultó en su casa. "Él me ayudó, yo estaba escondido en su casa. Me cubrió, me ayudó a salir de la zona, me dio los zapatos y la ropa de los musulmanes y le dijo a Seleka que yo era su hermano", afirma. Después, cruzó una zona cristiana y comenzó a buscar a su esposa, a su hijo de tres años y a su hija de 13, que habían estado en su casa con sus padres desde que comenzara la violencia.

La esposa de Edgar, Lucie*, nos explica la llegada de Seleka a su casa. "Huí, pero los padres de mi marido se quedaron en la casa. Una amiga me ayudó, estuve escondida en su casa. Ella me ayudó a salir y me escoltó hasta Cáritas [la oficina caritativa de la Iglesia Católica]", nos cuenta.

"En mi zona ahora no se puede andar sin velo. Los hombres tampoco pueden ir sin la 'boubou' [una túnica larga] de los musulmanes. Mi amiga me dio un velo y me ayudó a salir de la zona", añade Lucie. Nos cuenta que descubrió que su marido todavía estaba vivo porque Cáritas le dejó usar un teléfono móvil y pudo llamarlo, pero sus padres estaban muertos y la casa incendiada.

A pesar de los llamamientos conjuntos de los líderes religiosos musulmanes y cristianos en la República Centroafricana para el fin de la violencia entre religiones, las matanzas sectarias han continuado y los civiles, asustados, han arriesgado sus vidas para huir a los países vecinos, en especial a la República Democrática del Congo.

Una vez reunidos, Edgar y Lucie siguieron su ruta a través del Oubangui a Zongo con la hermana de él, Annie*, cuyo marido y hermano fueron asesinados mientras trataban de huir. Ella y su bebé fueron ayudados a escapar por un amigo musulmán.

"Encontrar un lugar para cruzar fue difícil, ya que había hombres armados patrullando la orilla en el lado de la República Centroafricana. Pasamos la noche en una casa abandonada en el bosque. Después de que el toque de queda terminara a las 6 de la mañana, encontramos un pescador. Negocié con él y nos ayudó a cruzar. Luego caminamos de 10 a 12 kilómetros para llegar aquí", afirma Edgar. "Lo he perdido todo".

Edgar y su hermana también lamentan el hecho de que los cristianos han estado luchando contra los musulmanes. "Nunca tuvimos ningún problema entre musulmanes y cristianos. Somos amigos. Ellos nos ayudaron a escondernos", señala Annie, que culpa a los combatientes armados de la situación.

La República Democrática del Congo acoge a más de 56.000 refugiados de la República Centroafricana. Cerca de 24.000, incluyendo a Edgar y su familia, se encuentran en cuatro campamentos de refugiados, mientras que el resto permanece con familias locales. "Estamos muy preocupados por la situación, pero esperamos que el flujo de personas en lugares como Zongo se alivie esta semana tras la reanudación de la distribución de ayuda en el aeropuerto internacional de Bangui, gracias a las mejoradas medidas de seguridad", explica Stefano Severe, representante regional de ACNUR.

*Los nombres han sido cambiados por razones de protección.

Por Céline Schmitt en Zongo, República Democrática del Congo

Gracias a la Voluntaria en Línea Carmen Sánchez Oliver por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.