Tras la confusión de la guerra, familia siria sorda encuentra la paz en Canadá
Tras la confusión de la guerra, familia siria sorda encuentra la paz en Canadá
CALGARY, Canadá, 21 de marzo de 2016 (ACNUR) – Siendo sordo profundo, Mohamad al Kawarit no oyó el disparo mientras iba camino a la plegaria de la mezquita en Al-Harra, su ciudad natal, en el sur de Siria.
Pero cuando notó una sacudida de dolor y vio la sangre brotando de su cuello, el muchacho de 15 años supo que había sido alcanzado por una bala. Agarrándose el cuello, esperó las luces centelleantes de la ambulancia que le llevó al hospital en la provincia de Dara'a.
La guerra en Siria, y esa bala perdida en particular, enviaron a Mohamad y a su familia – su padre y tres de sus hermanos también son sordos – al Líbano. Finalmente, la familia encontró la seguridad en Canadá como refugiados asistidos por el Gobierno, llegando en avión a esta ciudad de las praderas de 1,2 millones de habitantes en el pasado diciembre.
"Si doy gracias al Gobierno canadiense y al pueblo canadiense cada día, no será suficiente", dice la madre de Mohamad, Souad al Nouri, hablando a través de un intérprete en la diminuta sala de estar amueblada con un sofá de su nueva casa.
Mientras Souad comparte la historia de su familia, su esposo e hijos conversan en silencio en el lenguaje de signos. Diana, de 10 años, acuna en sus brazos al hermano más pequeño, que tiene parálisis cerebral.
Para esta familia de ocho miembros, la vida en Canadá representa la vuelta a una estabilidad muy necesaria, tras pasar años temiendo por su vida y huyendo. En Al-Harra, Souad y su esposo, Hassam al Kawarit, regían prósperos negocios, que incluían una empresa constructora y varias panaderías. Sus hijos tenían el apoyo que necesitaban por sus discapacidades. "Nuestra vida en Siria era muy buena", dice Souad.
Tras el estallido del conflicto hace cinco años, la familia tenía la esperanza de quedarse en Al-Harra. "Durante los primeros meses, todo iba bien", dice Souad. Pero la paz duró poco, y huyeron a otro pueblo de Siria.
Unos meses después, intentaron volver a Al-Harra, tras oír en las noticias que el regreso era seguro, pero al llegar se encontraron con su hogar parcialmente destruido por el fuego. "No había puertas, ni ventanas, ni nada", recuerda Souad.
La familia intentó hacer la casa habitable cubriendo las ventanas con lonas de plástico, pero su vuelta duró poco. Unos meses después, a Mohamad le dispararon y combatientes asaltaron la ciudad, desencadenando una evacuación precipitada. El día que huyeron definitivamente en 2014, 15 personas resultaron muertas en el tumulto, recuerda Souad.
Primero, la familia buscó refugio en el Valle de la Bekaa, en el Líbano, donde vivieron en un asentamiento de refugiados en la ciudad de Saadnayel, antes de trasladarse finalmente a un decrépito apartamento. "Nuestra situación dio un vuelco radical", dice Souad.
Los niños no iban a la escuela, y el trastorno pasó factura. "Eran como alguien que está en el desierto y no sabe adónde ir", dice la madre.
La familia se inscribió con ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y buscó reasentarse. Cuando recibieron la llamada que les informaba de que habían sido seleccionados para su reasentamiento en Canadá, Souad lloró. "No puedo describir lo que sentí", dice. "Estaba muy feliz". Hassan y los niños bailaron de felicidad. "Fue como una fiesta de cumpleaños".
En colaboración con ACNUR, Canadá ha acogido a más de 26.000 refugiados sirios desde noviembre. La mayoría son refugiados asistidos por el Gobierno, como la familia de Souad. Estos refugiados han sido inicialmente reasentados en 36 comunidades de todo el país, donde reciben una prestación única inicial más una ayuda mensual.
"Acoger a los refugiados es una parte de la tradición humanitaria de Canadá de la que nos sentimos orgullosos", dice Nancy Caron, portavoz de la Agencia Gubernamental de Inmigración, Refugiados y Ciudadanía de Canadá. "Demuestra al mundo que tenemos una responsabilidad compartida de ayudar a los que han sido desplazados y perseguidos y están en necesidad de protección".
Cuando los refugiados asistidos por el Gobierno llegan a Canadá, diferentes ONG los ayudan a instalarse. La Calgary Catholic Immigration Society, [Sociedad Católica para la Inmigración de Calgary] o CCIS, encontró una casa para que Souad y Hassan la pudieran alquilar en una calle tranquila en una de las zonas más multiculturales de la ciudad. La agencia también los ayudó a amueblar su nuevo hogar, a abrir cuentas bancarias y a registrarse en servicios como la atención sanitaria.
La agencia mantiene un estrecho contacto con la familia. "Les hacemos un seguimiento hasta que están bien", dice Ashour Esho, consejero de reasentamiento que la CCIS ha puesto a disposición de la familia.
Los recién llegados también reciben apoyo informal del Syrian Refugees Support Group Calgary [Grupo de Apoyo a los Refugiados Sirios en Calgary], una organización de voluntarios locales que facilita muebles y otros artículos a los refugiados. Los voluntarios enfatizan el establecimiento de un vínculo de amistad con los recién llegados.
Souad ha encontrado una buena amiga en Honne Jena, una madre de Calgary, que es también miembro del grupo de voluntarios. "Si necesitan algo", dice Jeha, "aquí me tienen."
Jeha ha ayudado a Souad y a Hassan a matricular a sus hijos en la escuela, y les mostró dónde comprar comida típica de Oriente Medio y cómo llegar al hospital infantil. "Aún necesitan ayuda para adaptarse a la vida aquí", dice Jeha. "Para desplazarse. Porque todo es nuevo para ellos".
Aún así, tras tres meses viviendo en Canadá, Souad se siente como en casa. "En Canadá estoy como en Siria", dice. "Es como mi país. La gente es acogedora. Son personas de buen corazón. Soy muy feliz aquí".
Ahora la familia se enfrenta a los retos de aprender inglés y encontrar trabajo. Con este objetivo, Souad ha empezado a ir a clase cinco días a la semana. Hassan espera hacer lo mismo en breve. "Si aprenden el idioma, estarán bien", dice Esho. "Pero, de momento, esta es la razón por la que estamos con ellos. Para ayudarlos. Para preguntarles ¿qué necesitáis?"
Los niños van a tres escuelas diferentes en Calgary, según sus necesidades. Después de no asistir a clase en los casi dos años que vivieron en el Líbano, están saboreando la oportunidad de estar en un aula de nuevo. "Los niños se han encontrado a sí mismos aquí", dice Souad. "Han encontrado su camino".
Su hija Nour, de 12 años, quiere ser maestra. Ahmad, de 14, quiere ser médico. Y Mohamad está impresionando a todo el mundo con su facilidad para orientarse. "Mohamad me asombra", dice Jeha. "Es sordo, pero increíblemente inteligente". Es un genio desplazándose por Calgary utilizando su sistema de transportes, y a menudo va a un centro de ocio cercano para hacer pesas.
"No sabe inglés, pero sabe añadir direcciones al teléfono", dice Jeha. "Se ha adaptado muy bien".
De cara al futuro, Souad es optimista y cree que su familia prosperará en el país que les ha dado la bienvenida en su momento de necesidad. "Sueño con que mis hijos hagan algo bueno por Canadá, porque Canadá nos ha salvado", dice. "Y tenemos que devolvérselo."
Por Jeremy Klaszus desde Calgary, Canadá.
Gracias a la Voluntaria en Línea Esperanza Escalona Reyes por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.