Un niño huérfano congoleño empieza una nueva vida en los Estados Unidos
Un niño huérfano congoleño empieza una nueva vida en los Estados Unidos
LILONGWE, Malawi, 19 de marzo de 2014 (ACNUR) – Las noticias que daban por la radio eran malas: un niño refugiado que había sido abandonado frente a un hospital en Lilongwe, la capital de Malawi, presentaba múltiples cicatrices y tenía una gangrena en la pierna que los doctores tuvieron que amputar para poder salvarle la vida.
Algunos trabajadores de ACNUR que escucharon esas conmovedoras noticias en julio del año pasado visitaron a Faustin en el Hospital de Nkhoma, donde el pequeño, confundido, preguntó quién podía llevarlo a casa y ser su nueva madre. Una cosa estaba clara: no quería regresar a casa de su tío, el tutor que lo trajo a Malawi desde la Republica Democrática del Congo después de que los padres de Faustin fueran asesinados allí en 2011.
Casi un año después, Faustin, de 7 años de edad, es un niño diferente en un país diferente. Aunque este animado pequeño rara vez muestra signos del trauma y las pérdidas que sufrió, las cicatrices que lleva en su cuerpo y su forma de caminar son un recordatorio constante de su dura experiencia. Pero ahora tiene algo nuevo en su vida, una nueva casa en un ambiente seguro, una educación decente y el amor de la nueva madre que había pedido en el hospital.
Estados Unidos aceptó reasentar al niño bajo su programa para menores refugiados no acompañados tras una recomendación de ACNUR y después de realizar consultas con diferentes socios, incluyendo el Hospital de Nkhoma, socios locales y el gobierno de Malawi. El niño voló a comienzos de este año a su nuevo hogar y familia.
El programa americano acoge a huérfanos y niños refugiados no acompañados con familias adoptivas en los Estados Unidos, que les dan amor y apoyo hasta que los niños cumplen la mayoría de edad. Faustin tiene acceso a los mismos derechos que los ciudadanos de los Estados Unidos, incluyendo el seguro de salud, que será necesario a medida que él crezca y necesite ajustes con la prótesis de su pierna y tratamiento para cualquier otro problema de salud.
Faustin también podrá liberarse por fin del miedo que marcó su vida cuando vivía con su tío, que ahora está en la cárcel y que admitió, incluso ante trabajadores de ACNUR, que él y su esposa habían abusado del niño. Después de llegar a Malawi en 2011 huyendo de la volátil provincia de Kivu Norte, en la República Democrática del Congo, la pareja no dejó que Faustin fuera a la escuela, no le alimentaron adecuadamente, le obligaron a realizar labores domésticas pesadas y además le golpeaban con frecuencia.
Cuando el niño intentó huir, los vecinos le encontraron y le devolvieron a sus familiares, que le ataron en casa con un alambre de metal y le golpearon. "Mi pierna ardía. El alambre estaba muy caliente", comentó Faustin al ACNUR refiriéndose a su gangrena en la pierna. Después de este último abuso, su tío lo abandonó a las puertas de un hospital y se fugó a Mozambique.
Hasta su partida, Faustin fue mantenido en custodia protegida en el Hospital de Nkhoma, donde el personal le cogió mucho cariño y se esforzó para que se sintiera tan confortable y seguro como fuera posible. El personal incluso contrató un maestro para ayudar a Faustin a estudiar inglés y preparar así su traslado a los Estados Unidos.
Mientras tanto, a una distancia de 800 kilómetros, una asociación de caridad escocesa que trabaja en Malawi facilitó al niño una prótesis para su pierna. Aunque los primeros días fueron duros, después Faustin mejoró significativamente y para noviembre ya caminaba con más confianza.
A medida que se acercaba el día de su partida, Faustin estaba cada vez más emocionado. "¿En América habrá juguetes?" preguntaba camino al aeropuerto. Minutos antes, todo el personal del hospital y los trabajadores de otras agencias de la ONU involucradas en su caso despidieron a Faustin en el hospital.
El director médico del Hospital de Nkhoma, un ciudadano estadounidense, dijo a Faustin, mientras lo abrazaba y despedía, que le vería en su graduación de instituto. Después un equipo de ACNUR acompañó al niño al aeropuerto, desde donde voló para conocer a su nueva familia adoptiva y empezar una nueva vida… llena de juguetes.
En Malawi viven alrededor de 17.000 refugiados y solicitantes de asilo, en su mayoría de la República Democrática del Congo y del este de África.
*Nombre cambiado por razones de protección.
Por Chris Murphy en Lilongwe, Malawi