Un poeta refugiado ayuda a los reasentados en Estados Unido
Un poeta refugiado ayuda a los reasentados en Estados Unido
WASHINGTON, D.C., ESTADOS UNIDOS, 10 de octubre de 2012 (ACNUR) – El ex refugiado congoleño Fidel Nshombo huyó de la provincia de Kivu Sur, en la República Democrática del Congo, cuando la guerra civil llegó a su aldea natal de Bukayu en 1999. Separado de su familia en su adolescencia, Nshombo estuvo los siguientes siete años vagando por África, pasando tiempo en Zambia, Zimbabue, Botswana y Sudáfrica antes de ser reasentado con la ayuda de ACNUR en Boise, Idaho, en los Estados Unidos en 2006.
El año pasado, este carismático joven de 27 años, autor de dos libros sobre poesía referente a refugiados y crímenes de guerra contra de las mujeres, se convirtió en uno de los 60 miembros fundadores del Congreso de Refugiados, el cual se instauró el año pasado para ayudar a los refugiados a abogar por si mismos. Nshombo fue elegido por sus colegas de Congreso para representar a los estados del noroeste como uno de los siete miembros refugiados o ex refugiados del consejo asesor, los cuales se reunieron recientemente por primera vez.
Como defensor de los derechos humanos durante gran parte de su vida, Nshombo está comprometido a ayudar a marcar una diferencia en las vidas de los refugiados. Pero él también se preocupa por la situación en el este de la República Democrática del Congo, donde los conflictos en la provincia de Kivu Norte, junto con la violencia generalizada y el abuso de los derechos, han forzado a más de 450.000 personas a huir de sus hogares desde abril de este año. De ellos unos 60.000 han buscado refugio en los países vecinos de Ruanda y Uganda, donde los padres de Noshombo y varios de sus hermanos viven ahora. Nshombo, que se convirtió en ciudadano americano el año pasado, habló recientemente sobre su vida y su trabajo con Trevor Alford, que actualmente hace prácticas en ACNUR.
Háblanos sobre tu vida en la República Democrática del Congo
Mi familia solía hacer muchas cosas junta. Somos católicos e íbamos a misa todos los días. Como los niños íbamos a la escuela, teníamos que ir a la misa de la mañana. Después de la escuela, antes de ir a dormir, rezábamos juntos. Tenía ocho hermanos. Era una gran familia. Todo estaba bien en esa época.
Entonces, ¿Qué cambió?
En 1994, el genocidio en Ruanda afectó mi aldea [en la provincia del Sur de Kivu en la RDC]. Tan sólo dos años después de que el genocidio comenzara, mi familia tuvo que huir porque estalló la guerra en mi país [lo que condujo a la incursión de Ruanda en el este de la RDC en 1996, el derrocamiento del Presidente Mobuto Sésé Seko en 1997, la reanudación del conflicto en 1998 y un frágil acuerdo de paz en 2003]. En 1998, fuimos separados para siempre. Cuando un día regresé a casa de la escuela, había balas volando por todos lados y no había nadie ahí.
¿Qué sucedió después?
No había tiempo para pensar. No decidí irme, me obligaron a salir. Durante un año viví en las calles de Bukayu. No tenía un refugio y no sabía dónde estaban mis padres. Después la guerra volvió a estallar y tuve que huir. Escapé junto con otros niños de la calle. [Nshombo y sus compañeros lograron llegar a Zimbabue, viajando en bote, a pie y haciendo autostop a lo largo de Zambia.] Al cabo de un tiempo nos separamos en el bosque en alguna parte de Zimbabue.
Fue un gran cambio para mí. Había llevado una vida muy normal en casa [el padre de Noshombo tenía dos estudios de fotografía en Bukayu, la capital de Kivu Sur] y después me encontré en un país donde no conocía el idioma y donde no tenía ningún apoyo. No tenía a nadie que me alimentara o me vistiera. Era joven, así es que eso era un choque. Pasé todo el primer año llorando casi todo el tiempo. Vivía en condiciones muy pobres en comparación con lo que estaba acostumbrado.
Como adolescente, me encontré defendiendo a un grupo de 73 refugiados, porque para entonces ya podía leer y escribir en inglés. Después, me enviaron a la cárcel junto con todas las personas a las que estaba defendiendo. Después de casi un año, escapé junto con dos mujeres y logré llegar a Botswana, donde llegué a un campamento de refugiados [a finales de 2001].
¿Cómo es que terminaste en Boise, Idaho?
Pasé muchos años tratando de encontrar un lugar donde me pudiera sentir cómodo y seguro. Crucé de nuevo a Zimbabue y fui arrestado nuevamente. No quería decirle a la policía mi identidad. Finalmente, los Estados Unidos arreglaron mi liberación y empezaron a trabajar para conseguir mis documentos de las autoridades de Zimbabue. Finalmente ACNUR me sacó de ahí.
¿A qué desafíos te enfrentaste en Estados Unidos? ¿Fue difícil?
Desafortunadamente llegué a una zona de América donde existe tan sólo una pequeña diversidad racial y resulté ser el único hombre negro que caminaba por las calles. Así que todo mundo me miraba y me hacía preguntas, y no sabías si se iban a burlar o querían aprender sobre tí. Cuando comencé a trabajar como guardia de seguridad, tuve problemas porque había personas que no querían trabajar conmigo. Pero estos son los mismos problemas que he vivido en todos los países en los que he estado, así que los tuve que combatir de la misma forma.
Cuéntanos porqué decidiste unirte al Congreso de Refugiados.
Durante los últimos cinco años he estado abogando por los refugiados [en los Estados Unidos] y esto no era tan diferente. Cuando eres un defensor apasionado, las personas te buscan para pedirte ayuda. Para mí, el Congreso de Refugiados fue una llamada de atención. Había defendido a refugiados a nivel local; pero después del Congreso de Refugiados, me encontré haciendo eso pero a nivel nacional, que es justamente donde quiero estar. Quiero trabajar con las personas que toman las decisiones que afectan las vidas de los refugiados. Espero que esto continúe siendo parte de ACNUR y se haga también en otros países.
Hoy en día, la mayor parte de mis ingresos los logro por mis escritos y discursos públicos, pero también trabajo como intérprete y auditor nocturno… Todos mis libros son sobre refugiados. Estoy escribiendo mi tercer libro y he hecho un par de documentales, todo para ayudar a la gente a comprender.
¿Qué es lo que piensas cuando lees sobre la situación en el este del Congo?
Las condiciones son terribles y parece que a nadie le importa lo que está sucediendo ahí. Grupos armados a lo largo de la RDC están atacando las aldeas, matando a las personas y violando a las mujeres. Sin embargo, no es una gran guerra en la que el país entero está en llamas. Estos pequeños grupos sólo salen detrás de los matorrales y atacan. Es terrible. Necesitamos crear conciencia. Si el país logra obtener mayor atención internacional, las noticias sobre la situación pueden llegar a personas que puedan luchar contra el problema o puedan encontrar una forma de solucionarlo.
¿Alguna vez lograste reunirte con tu familia?
En 2008 mis amigos en el Comité Internacional de la Cruz Roja encontraron a mi hermano menor y a mi hermana en Uganda, y entonces comencé a hablar con ellos por el teléfono. Un año después, rastrearon a mi madre y a mi padre y a otros cuatro de mis hermanos. Ellos estaban en Ruanda y les envié un poco de dinero para que pudieran irse a Uganda. Desde entonces hemos localizado a otros dos hermanos y tan sólo un miembro de mi familia inmediata sigue desaparecido. Hace dos años, viajé a Uganda para tener una reunión familiar. Estoy tratando de encontrar una forma de que puedan estar conmigo.
¿Alguna vez regresarías al Congo?
Regresaría si tuviera la oportunidad de ir y ayudar a mejorar la situación del lugar, pero como americano y no como congoleño.