Un toque de magia
Un toque de magia
El refugiado sirio Mohamad Al-Nazer tiene un toque mágico. Es un mago que, con tan sólo una baraja de cartas, entretiene a los refugiados menos afortunados a su llegada a Hungría, quienes esperan encontrar seguridad en Europa.
"Sabemos lo afortunados que somos", me cuenta Mohamad, de 21 años, mientras me invita a pasar a su casa en Budapest y me presenta a sus padres, su hermano y sus tres hermanas. "Ninguna persona de mi familia ha sido arrestada, ni hemos perdido a nadie. Otros sirios han sufrido mucho más y nos alegra poder ayudarles".
La magia es más que un hobby para Mohamad, que se llama a sí mismo Sherl Nazer porque le encanta Sherlock Holmes. "Me divierte descubrir qué hay detrás de un truco de magia, al igual que a Sherlock Holmes esclarece un misterio".
Practica durante semanas antes de mostrar sus trucos a sus encandilados espectadores. "Cojo ideas de YouTube", afirma. "No había YouTube en Siria, pero aquí en Budapest hay tiendas de magia y reuniones para magos".
Mohamed pudo establecerse en Budapest porque su padre, el médico Anas Al-Nazer, vino por primera vez a Hungría en la época comunista, cuando era un estudiante de medicina. El Dr. Nazer, que habla húngaro y aún mantenía el contacto con amigos de sus tiempos como estudiante, vio como la situación empeoraba en Damasco y solicitó un visado húngaro para él, su mujer Lelas Barazi y sus cinco hijos.
"Supimos que era el momento de marcharnos."
"Deseábamos que ocurriera algún milagro y así poder quedarnos en Siria," explica Mohamad. "Pero cuando una enorme bomba explotó justo al lado de nuestra casa, supimos que era el momento de marcharnos. Todas las ventanas habían reventado y el edificio temblaba".
La familia voló a Hungría en 2013, antes de que se incrementara el número de refugiados que emprendían la traicionera ruta del Egeo y atravesaban a pie los Balcanes. El dinero que habían ahorrado para comprarse una casa en Siria les sirvió como pequeño colchón financiero y pudieron alquilar un apartamento de tres habitaciones en Budapest, con vistas al Danubio.
A pesar de que su relativa suerte, la vida en Budapest no ha sido fácil. El Dr. Nazer, de 55 años, que había sido un reputado médico en Damasco, tuvo que volver a hacer los exámenes para cumplir con los requisitos para la habilitación para el ejercicio de la medicina en Hungría. Mohamed trabaja 10 horas al día, seis días a la semana, en un pequeño supermercado, aunque pronto empezará a estudiar animación en la Universidad Metropolitana de Budapest, en un curso parcialmente patrocinado por la empresa Walt Disney Company.
"Mis padres querían que hiciera algo más estable, como ingeniería, pero han aceptado que debo perseguir mis sueños", declara.
Únicamente con su portátil, Mohamed ha hecho unos dibujos animados muy sencillos para ayudar a otros refugiados a aprender húngaro. "Hogy vagy?" significa "¿Cómo estás?" en húngaro.
Le mostré otro video que creía que podría interesarle. "Oh Canada" es una canción de la cantante australiana Missy Higgins sobre Aylan Kurdi, el bebé sirio ahogado en el Mediterráneo.Cuando la canción acabó, las lágrimas recorrían la cara de Mohamad.
"Me gustaría utilizar la animación para algo así, para contar historias", susurra. "Los refugiados no son números. Todos tenemos una historia. Toda esta gente tenía una casa, un coche, amigos. Tenían una vida. La gente en Europa nos pregunta, "¿cómo vivíais en Siria?" a lo que contesto, "Exactamente igual que tú".
El verano pasado, en el punto álgido del flujo de refugiados, el teléfono de la casa de Nazer no paraba de sonar. Llamaban conocidos de Siria para decir que habían llegado a Hungría. Algunos se quedaron un tiempo con la familia.
Mohamad ejerció de traductor para los refugiados y les guió desde la estación de tren de Nyugati de Budapest, a la que llegaban desde Szeged, ciudad al sur del país, hasta la estación internacional de Keleti, para tomar los trenes con destino Austria y Alemania. Hasta la salida de los trenes, muchos de ellos durmieron en colchones en la Iglesia Escocesa Santa Columba.
Mohamad, que ya había perfeccionado sus habilidades con los trucos de cartas para niños húngaros, también hizo trucos de magia para los refugiados en la iglesia.
"No todos eran sirios", explicó. "También había iraquíes, afganos y africanos. La gente los etiqueta como migrantes económicos. Pero cuando los observas, ves lo que sus gobiernos les ha hecho".
La magia provocó una reacción positiva.
"Los refugiados sonreían, incluso después de haberlo pasado tan mal", contaba Mohamad, que escuchó historias de cómo taxistas en los Balcanes habían robado a los refugiados todo el dinero que les quedaba.
"No paraban de agradecérmelo una y otra vez, ¿pero, por qué? ¿Por una cama, algo de comida y entretenimiento? Eso no es nada. Pero me dijeron que fuimos las primeras personas con las que se habían cruzado que no les habían robado".
"Estas pequeñas cosas eran mágicas para ellos".
Escrito por Helen Womack, establecida en Budapest, Hungría
Fotografías de Gordon Welters, establecido en Berlín, Alemania