Una familia siria cocina nuevas esperanzas en Portugal
Una familia siria cocina nuevas esperanzas en Portugal
En un barrio de las afueras de Lisboa, en Portugal, Fátima y sus dos hijas Rana y Reem preparan la cena. Esta noche, unos amigos portugueses irán a su casa para saborear platos de la cocina tradicional siria.
Tienen cinco horas para terminar la multitud de platos que ofrecerán a sus invitados y en la cocina hay una actividad frenética. Rana, de 28 años, enrolla pequeños puñados de arroz en hojas de repollo para hacer waraq anab (hojas de parra), mientras Reem, de 27 años, da forma a pequeñas porciones de carne especiada, ahuecando el interior, para preparar el kibbe. Fátima, la matriarca de la familia, corta grandes ramas de perejil y menta para lograr la textura apropiada de otra delicatesen siria, la ensalada de tabulé.
Esta generosa y unida familia forma parte de los casi 1.252 refugiados que ya han sido reubicados en Portugal, después de que el país se uniera al Programa europeo de reasentamiento en diciembre de 2015.
"No puedes imaginarte la escena"
Mientras cocinan, Rafat, el hijo de Fátima, de 21 años, entra en la cocina para cómo van los preparativos. Aunque hoy él no está con las manos en la masa, Rafat también es un verdadero chef. Cuando estaban en Damasco, antes de la guerra, solía trabajar en el restaurante de la familia, el Zayn.
"Era un restaurante de kebab y pollo y yo me encargaba de envolver los sándwiches, cortar los pepinillos, pepinos y tomates", explica. "Tenía que ser rápido, pues era yo el que daba los sándwiches a los clientes".
Aquellos días parecen muy lejanos, aunque su recuerdo todavía duele. En 2012, un año después del inicio del conflicto, se vieron obligados a huir de su casa tras los enfrentamientos entre las fuerzas del gobierno sirio y de la oposición.
"Había cadáveres por todo el vecindario", explica Rafat. " Encontraron cuerpos incluso en los baños de la mezquita. No puedes imaginarte la escena. Ni siquiera a día de hoy logro entender por qué les mataron".
Devastados por su muerte, Fátima y sus cuatro hijos decidieron abandonar Siria. Tras dos semanas durmiendo en las calles, finalmente huyeron a Egipto, donde sobrevivieron durante nueve meses gracias a vales de comida y donaciones de organizaciones caritativas de la zona.
Fátima y sus hijas hicieron trabajos esporádicos de costura para complementar el poco dinero que tenían. Pero, en 2013, la tensión política provocó un endurecimiento de la actitud hacia los sirios, y de repente algunos se convirtieron en objetivo.
ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, decidió que Fátima y su familia reunían los requisitos para ser reasentados.
"Sabíamos que mucha gente había ido a Alemania de forma ilegal por vía marítima, jugándose la vida", explica Fátima. "Eran tantos los que perdían la vida. Les dije a mis hijos que esta era nuestra oportunidad para ir a Europa de forma legal y empezar de nuevo".
Nada más llegar a Portugal, comenzó el proceso de integración de la familia, con la ayuda de Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), una organización católica internacional. Fátima estaba sorprendida por el apoyo que estaban recibiendo.
"Cuando llegamos al aeropuerto, había gente allí para darnos la bienvenida. Nos acompañaron a nuestra nueva casa y comenzaron a trabajar inmediatamente en nuestros papeles y en nuestro permiso de residencia. Buscaron una plaza en el colegio para nuestros hijos rápidamente. Estos últimos once meses han sido geniales, sin embargo, no hemos tenido suficiente tiempo para adaptarnos y ser independientes económicamente".
Después de 11 meses, cuando la ayuda económica terminó, Fátima se preguntaba cómo podría mantener a su familia. Su cuñado trabaja como sastre para un diseñador local y la familia aún recibía alguna ayuda. Pero con siete bocas que alimentar, incluidos los dos nietos de Fátima, la presión era mayor.
Fue en esa época cuando Fátima recibió una llamada de teléfono invitándolas a ella y a sus hijas a formar parte de una nueva iniciativa, Pão a Pão (Pan a Pan), un proyecto de integración para refugiados cuyo inicio estaba previsto para diciembre de 2016 en el mercado de Santa Clara de Lisboa. La idea era que los refugiados sirios mostraran su tradición culinaria en cenas privadas durante las Navidades.
"Cuando llegamos al aeropuerto, había gente allí para darnos la bienvenida"
Francisca Henriques, una de los cuatro fundadores de Pão a Pão, estaba asombrada con la respuesta. "Estábamos muy sorprendidos porque fue un gran éxito" dice. "Al principio, teníamos previsto abrir para grupos de más de 20 personas, pero nunca tuvimos menos de 100. Fue una locura. Un día llegamos a atender a 130 personas. No era sólo una cuestión de curiosidad sobre la comida de Oriente Medio; fue porque la gente quería ayudar y no sabía cómo".
Este éxito animó a los fundadores a abrir un restaurante permanente en el mercado. Pusieron en marcha una campaña de micromecenazgo para conseguir los fondos necesarios para las obras de rehabilitación y en un mes alcanzaron su objetivo de 15.000 euros. Mezze abrirá en mayo de 2017 y contratará a 15 refugiados. Entre comidas, el espacio permitirá acoger talleres, conciertos musicales o intercambios culturales.
Para Fátima y sus hijos, Mezze significa poder perpetuar la tradición familiar iniciada por su padre en Damasco. El restaurante les dará la oportunidad de ser económicamente independientes en un país que ahora consideran su hogar. Su deliciosa comida casera brindará la oportunidad a la población local de degustar un pedazo de Siria.
"Nos hemos dado cuenta de que a los portugueses realmente les gusta nuestra comida, porque está llena de aromas y especias", dice Fátima mientras da los toques finales a su tabulé, a tiempo para la llegada de sus invitados. " Es la forma en la que nos comunicamos ahora. Continuamos cocinando y ellos vienen a descubrir nuestra gastronomía".