Un campeón sirio de salto de longitud apunta alto tras una llegada difícil a Turquía
Un campeón sirio de salto de longitud apunta alto tras una llegada difícil a Turquía
URFA, Turquía, 22 de octubre de 2013 (ACNUR) – Hace tres años, Abdul Rahman era un atleta consagrado y un estudiante universitario de Derecho con un futuro brillante. Actualmente, todavía es un atleta prometedor de salto largote longitud, pero no se están ofreciendo premios deportivos y él no puede encontrar empleo. Para su familia, eso es un desastre.
Desde que huyó de Siria con su familia hace 10 meses, ha estado viviendo como refugiado en la ciudad de Urfa, en el sur de Turquía. A uno de sus hermanos mayores, Mazen, le dispararon en el cuello durante el conflicto y quedó paralizado. Abdul y otros siete familiares se turnan para cuidarlo en un apartamento en mal estado ubicado en las calles serpenteantes de la antigua ciudad.
Con su historial como deportista, Abdul encontró primero empleo en un polideportivo. Su salario mensual de 250 dólares cubría el alquiler y dejaba un pequeño excedente para comprar alimentos para la familia. Pero perdió el trabajo. Hace semanas que recorre mercados, empresas y tiendas en busca de cualquier tipo de empleo.
Durante su estancia en Urfa también ha estudiado turco y ahora lo habla bastante bien. "Ellos [los posibles empleadores] preguntan qué sé hacer y si soy sirio", cuenta. "Si eres sirio, no hay trabajo. Me dicen que deje mi número de teléfono y que contactarán conmigo".
Abdul Rahman es sólo uno de los refugiados sirios que viven en la antigua ciudad. Las autoridades turcas han registrado a unos 46.000 refugiados y estiman que podría haber al menos otros 20.000 no registrados. La suma de esas cifras equivale a más del 10% de la población de Urfa. Según el gobierno, en Turquía hay 200.000 refugiados sirios viviendo en campamentos, mientras que más de 460.000 viven en áreas urbanas.
ACNUR ha establecido 23 centros móviles de registro y coordinación para intentar acelerar el proceso de registro. Éste es importante porque permite acceder a muchos derechos. Una vez registrados, los refugiados reciben ayuda y una tarjeta de identidad mediante la cual pueden obtener asistencia médica gratuita.
"Cuando llegamos, los turcos fueron muy generosos", explica Abdul. "No teníamos más ropa que la que llevábamos puesta. Alabado sea Dios, nos ayudaron".
No obstante él ha podido notar ya una marcha atrás, una nueva reticencia a ofrecer empleos, dato confirmado por los funcionarios internacionales. Las organizaciones y ONG locales recibieron generosamente a los primeros refugiados; sin embargo, a medida que el flujo de personas no disminuye, los donantes muestran signos de cansancio.
Abdul Rahman y su familia pronto estarán en graves problemas. Dado que son ocho familiares y sólo uno de los cuatro hermanos y un primo trabajan, el dinero no es suficiente.
El hermano mayor, Hazim, explica: "Lo que ganamos aquí, en Turquía, no alcanza para pagar el alquiler, el mobiliario para la casa, los gastos diarios . . . No ganamos lo suficiente. En Siria teníamos el mismo problema, el dinero no alcanzaba para llegar a fin de mes".
La familia tiene que hacer frente a los gastos médicos adicionales de Mazen. Con frecuencia, un terapeuta, que también es un refugiado sirio, viene a masajear y movilizar los miembros atrofiados de Mazen. Sin embargo, la familia debe conseguir el dinero para la mayoría de los medicamentos.
El invierno se aproxima, lo que implica un aumento en las cuentas de la luz. La familia tiene una gran estufa eléctrica. "En Siria, decimos que el verano es para los pobres y el invierno para los ricos", dice Abdul.
En Urfa, muchos sirios le temen al invierno y sueñan con su hogar. No obstante, Abdul piensa quedarse y utilizar su turco, que está mejorando rápidamente, para ingresar en la universidad y comenzar a estudiar para ser entrenador físico y de deportes. No se trata de perseguir un sueño pretencioso, sino de poder establecerse en un país que la guerra eligió para él.
Por Don Murray en Urfa, Turquía