Las lluvias anuales dejan otra víctima en el campamento de Kakuma
Las lluvias anuales dejan otra víctima en el campamento de Kakuma
CAMPAMENTO DE REFUGIADOS DE KAKUMA, Kenia, 9 de setiembre de 2014 (ACNUR) – Leonie Ndayishimiye fija la mirada inexpresiva en el suelo, ajena a los lloros de su hijita que acuna en brazos.
La burundesa de 27 años llora la pérdida de su esposo, que se ahogó unos días antes cuando una riada barrió el campamento de refugiados de Kakuma en el noroeste de Kenia, destruyendo 50 refugios y dejando cientos de personas desplazadas y llevándose sus pertenencias. Las lluvias también dañaron las carreteras de acceso y las letrinas.
El ACNUR y sus asociados han respondido rápidamente a las inundaciones, trabajando duro para evitar las enfermedades y proporcionar ayuda. Pero la muerte de su esposo, que volvía corriendo del trabajo para ayudar a Leonie a hacer frente a la crecida de las aguas, es una tragedia personal además de un desastre para la familia.
"No tengo ni idea de donde comenzar", dijo al ACNUR mientras las lágrimas le anegaban los ojos. "Tengo cuatro hijos y ninguna fuente de ingresos. Mi esposo era todo lo que teníamos", añade Leonie, que llegó a Kakuma en 2011 tras escapar de la persecución en su tierra natal.
Las lluvias llegan cada año a Kakuma y cada año alguien como Leonie pierde algo amado. "Es un círculo vicioso", dijo Girma Gebre-Kristos, que dirige la oficina del ACNUR en Kakuma. "La localización del campamento lo hace vulnerable a las inundaciones y casi todos los años tenemos que hacer frente a cuantiosos daños causados por las riadas".
Él y otros esperaban que este año Kakuma, que alberga a más de 172.000 refugiados, podría tener suerte en medio de los cambiantes patrones climáticos. Las lluvias más fuertes llegan normalmente en abril y en los dos años anteriores la zona baja se había librado de los más destructivos aguaceros.
Pero aquel aciago lunes, los cielos se abrieron de nuevo y empezó a diluviar mientras el esposo de Leonie, Mark, trabajaba en una de las granjas del campo administradas por el programa de medios de sustento del ACNUR. Ella le había llamado presa del pánico cuando su casa empezó a llenarse de agua. Él dejo todo para correr a casa y ayudar a su esposa a salvar sus pertenencias. Pero no lo logró.
El ACNUR y sus socios respondieron rápidamente al desastre, ayudando a las personas como Leonie y tomando medidas para prevenir brotes de malaria y enfermedades transmitidas por el agua como el cólera. "Los niños están jugando en charcos de agua estancada y las personas tienen que vadear aguas sucias para acceder a partes del campamento", indicó Gebre-Kristos del ACNUR.
Añadió que el ACNUR y su socio, el Comité Internacional de Rescate, habían intensificado la vigilancia de enfermedades transmitidas por el agua y acopiado existencias de medicinas contra la malaria y otros suministros médicos esenciales. También se han realizado campañas de información a las personas sobre la adecuada higiene.
El ACNUR también está trabajando con el Consejo Noruego para los Refugiados (NRC) para reemplazar las letrinas que se hundieron o fueron sumergidas. También han sido descontaminados charcos de aguas estancadas para reducir el riesgo de enfermedad. A las familias que perdieron su comida se les han distribuido raciones extra y se han entregado más de 60 tiendas ligeras a familias cuyos refugios fueron destruidos.
Para Leonie, permanecer en su hogar le está causando estrés. "Quiero empezar mi vida lejos de aquí porque tengo un montón de recuerdos dolorosos", dijo, mirando a las paredes. El ACNUR está buscando formas inmediatas para ofrecerle apoyo material y psicosocial.
Mientras tanto, las fuertes lluvias continúan planteando graves desafíos. Las intervenciones del ACNUR y sus socios son soluciones temporales. Más lluvias causarán más problemas debido al espacio limitado para recolocar a las familias afectadas. "Necesitamos rehabilitar las estructuras existentes de mitigación de inundaciones y construir nuevas", dijo Gebre-Kristos. "Una solución duradera es primordial y es necesaria urgentemente".
Es demasiado tarde para Leonie. Pero su ánimo mejoró un poco cuando se le dijo que se le cambiaría a una casa mejor y se le enseñaría un oficio de manera que pudiera ganarse la vida y ayudar a sus cuatro hijos, cuyas edades van desde los dos a los siete años.
"Hay un viejo proverbio burundés que dice; cuando sucede algo malo, busquemos lo bueno que surge de ello. Creo que ahora puedo tener algo de esperanza", dijo.
Por Cathy Wachiaya en el Campo de Refugiados de Kakuma, Kenia
Gracias al Voluntario en Línea José Carlos López por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.