Siria: El viaje en busca de la seguridad resulta cada vez más peligroso
Siria: El viaje en busca de la seguridad resulta cada vez más peligroso
CAMPO DE REFUGIADOS DE ZA'ATRI, Jordania, 3 de septiembre de 2013 (ACNUR) – Antes de la guerra, Hamid y su familia vivían a las afueras de la ciudad de Homs, situada al oeste de Siria. Su principal preocupación eran las ovejas y las cabras que pastoreaban y la tierra en la que habían vivido durante generaciones. No tenían tiempo para la política y evitaban el conflicto.
Pero en marzo de 2011 llegó la guerra, y cuando los combatientes empezaron a luchar y los proyectiles comenzaron a caer, Hamid y sus familiares hicieron lo que muchas otras familias habían hecho: huyeron del campo de batalla, pero no de su país.
"Nos movíamos de pueblo a pueblo, de un lugar a otro; 50 kilómetros en cualquier dirección", explica Hamid. "Siempre volvíamos a nuestro pueblo, con la esperanza de que la situación mejorase". Pero no fue así, y los enfrentamientos y las matanzas fueron cada vez más encarnizados y espantosos.
Hace varios meses, Hamid y su familia llegaron a un pueblo en el que esperaban poder quedarse con algunos parientes pero habían atacado el lugar, incendiando las casas. Tres de sus tíos y un primo habían fallecido en la masacre, junto con 23 miembros más de su familia. Fue entonces cuando empezó a pensar en abandonar el país.
A día de hoy, más de dos millones de refugiados han huido a través de las fronteras de Siria para encontrar protección en Jordania y otros países. Esta cifra incluye un gran aumento de 1,8 millones de personas sólo el año pasado. Otros 4,25 millones de sirios se encuentran desplazadas dentro del país, según las cifras de la ONU.
Pero el viaje de los que buscan protección en el extranjero es más peligroso cada día que pasa. Las familias eligen rutas más largas y difíciles para llegar a países como Jordania, atravesando en ocasiones Siria de un extremo al otro en un intento de esquivar la violencia y encontrar un lugar seguro.
Al igual que Hamid, los que huyen a Jordania suelen llegar de ciudades como Homs y Hama, así como de la región de Damasco. Se desplazan con la ayuda de traficantes, que cobran 25.000 libras sirias (unos 250 dólares) por persona. Para las familias que han tenido pocos o ningún ingreso en muchos meses debido a la guerra, esta cifra supone una fortuna.
Hamid tomó rápidamente la decisión de marcharse y acabar así con una avalancha de problemas: cada noche había bombardeos y muchas veces los enfrentamientos eran tan intensos y ruidosos que toda la familia pasaba días en un agujero en el suelo. Ése era su refugio improvisado, excavado a toda prisa en los lugares en los que se quedaban.
Volvieron a su hogar tanto como les fue posible para comprobar si su casa seguía en pie en un pueblo donde otras estaban destruidas. El edificio representaba un punto fijo, un lugar al que sabían que regresarían. Pero un día, durante los enfrentamientos, Hamid se dio cuenta de que el hecho de que la casa siguiera en pie la convertía aún más en un objetivo y resultaba mucho más peligrosa.
"Huimos porque queríamos vivir", dice en un tono suave y reflexivo. "Nos podían pasar muchas cosas en esa casa. Nos podían bombardear, pero también robarnos, matarnos y quitarnos nuestro hogar".
Hamid tuvo que vender todas sus cabras para conseguir el dinero y pagar a los traficantes que llevaron a su familia hasta Jordania. Dice que en ese momento supo que no volvería a Siria hasta que no se acabase la guerra. La familia se subió a dos camiones que llevaban a 64 personas cada uno.
Viajaban sólo de noche, con las luces de ambos vehículos apagadas. Durante el tenso viaje, pasaron por pueblos donde vieron los destellos de las explosiones y oyeron disparos de ametralladoras. Aunque estaban acostumbrados a estas situaciones en Homs, aquello parecía un infierno. "Cuando cruzamos las zonas en las que había enfrentamientos, sentimos que habíamos vuelto a nacer", dice Hamid.
Por fin, el domingo pasado, llegaron a Jordania y fueron conducidos al extenso campo de refugiados de Za'atri, hogar de más de 120.000 refugiados sirios. Aquella noche durmieron a campo abierto antes de que les dieran una tienda para vivir. No tenían nada, pero de alguna manera se sentían aliviados. "Por primera vez en dos años he dormido bien", dice Hamid. "Todos hemos dormido bien".
Por Greg Beals en el campo de refugiados de Za'atri, Jordania