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"La violencia de género nunca recibió suficiente atención"

Historias

"La violencia de género nunca recibió suficiente atención"

ACNUR tiene más de 11.500 funcionarios, la mayoría basados en el terreno. Conozca a la oficial de ética Keiko Odashiro, que protege a las personas refugiadas de la explotación y el abuso sexual.
4 December 2018
Retrato de Keiko Odashiro, Oficial de ética, Oficina de ética.

Nombre: Keiko Odashiro de Kobe, Japón

Puesto: Oficial de ética, con enfoque en la protección contra la explotación y el abuso sexual. Más de cinco años con ACNUR, trabajando en Uganda, Sudán del Sur y Suiza. Actualmente basada en Ginebra.

¿Por qué te convertiste en trabajadora humanitaria?

Antes de ir a la universidad, me fui de mochilera por el Sudeste asiático.

En el complejo del templo en Angkor Wat en Camboya, conocí a una niña, de unos seis años, que estaba mendigando en la calle principal. No tenía manos ni pies y probablemente había sido mutilada por sus padres. Cuando me vio, me dio una gran y hermosa sonrisa. Sentí que ella estaba tratando de vivir, estaba haciendo su mejor esfuerzo. Pensé: “Esta niña realmente tiene fuerza y ​​potencial”. Conocerla me conmovió. Sentí que quería ayudar.

Más tarde, en mis viajes, conocí a un trabajador humanitario japonés que había construido una escuela en Phnom Penh para niños que no podían pagar una educación. Estaba haciendo algo constructivo y pensé: “Esto es lo que quiero hacer”. Me dio ganas de trabajar en el sector humanitario.

Después de graduarme, cofundé una ONG que trabaja con niños y sobrevivientes de trata de personas en las Islas Marianas del Norte, en el Océano Pacífico. Comencé a trabajarcon ACNUR en 2013 en Uganda. Posteriormente trabajé en Sudán del Sur, antes de ocupar mi puesto actual en Ginebra.

¿Qué es lo más demandante/gratificante en tu trabajo?

Fui contratada por ACNUR específicamente para trabajar en la protección contra la explotación y el abuso sexual, o PSEA. Esa es una señal positiva. Esto es algo en lo que tenemos que hacer más.

Operamos en 128 países alrededor del mundo, y se solicita a cada oficina que designe un punto focal de alto nivel en PSEA, para hacer avanzar la agenda. Para marcar la diferencia.

Todos los días, estamos trabajando para ganar la confianza de los refugiados con los que trabajamos. La explotación y el abuso sexual no se toleran, ya que es una traición a las personas de interés con las que trabajamos. Debemos asegurarnos de que sepan que está mal si se les piden favores sexuales a cambio del registro o de los artículos de ayuda, o la promesa de que serán reasentados. Necesitan conocer sus derechos. También necesitan conocer el mecanismo para informarnos sobre el abuso, para que podamos tomar las medidas adecuadas.

Imagina depender los de trabajadores humanitarios o de las ONG para vivir. Recibes comida, te dan albergue y satisfacen tus necesidades básicas. Cuando se produce un abuso, piensas: “¿Informar esto me ayudará a mí o a mi familia o más bien nos hará más daño?”

La mayoría de los informes que recibimos involucran a mujeres y niñas. También trabajamos con personas lesbianas, gays, bisexuales y transexuales.

Uno de los desafíos que tenemos es lograr que algunos grupos denuncien abusos, como los hombres y los niños. Los hombres sobrevivientes no están denunciando. Si creces en un contexto cultural en el que los hombres no lloran, ser víctima de abuso no solo es una vergüenza para ti, sino para toda tu familia. Necesitamos cambiar esa cultura. Estamos frente a un gran muro. Realmente no se puede derribar en un día, pero estamos progresando y necesitamos tener fe en que podemos hacer una diferencia.

Este es el año del Me Too (Yo También). La violencia de género nunca recibió suficiente atención. Toda la atención de los medios con Me Too es positiva. Tenemos que aprovechar eso.

¿Cuál fue tu peor día en el trabajo?

Tuvimos un gran problema con el matrimonio infantil en Sudán del Sur.

Una niña de unos 12 años fue secuestrada en la calle, violada y, días más tarde, regresó con sus padres. Ella estaba en muy, muy mal estado. Estaba embarazada, sangraba y necesitaba atención médica inmediata, pero sus padres no la dejaron ir a la clínica.

Tratamos de llegar a la familia, pero ellos no querían tratar con nosotros. Se complicó aún más porque estaban armados, lo que es común en el norte del país. Dijeron: “Este no es tu problema, es nuestra hija”.

Queríamos que recibiera atención médica. También teníamos un equipo de manejo de casos, que podría haberse asegurado de que ella se recuperara y fuera a la escuela. Realmente no sabemos si ella murió o si sobrevivió.

A esa edad, a los 12 años, quedar embarazada significa que tu infancia termina allí, porque te conviertes en madre. La educación se detiene, las opciones se vuelven muy limitadas y existe una mayor probabilidad de ser víctima de violencia doméstica.

Me sentí realmente impotente. Seguí preguntándome por qué. ¿Por qué le tuvo que pasar esto a una niña? Ella pudo haber sido doctora. Esa chica pudo haber salvado a muchas personas. Pudo haber sido una maestra, un modelo a seguir. Esa chica pudo ser ingeniera, o incluso la presidenta del país.

¿Cuál fue tu mejor día?

Enfrentar la violencia sexual y de género requiere un cambio de comportamiento, un cambio de mentalidad. Cuando comencé a trabajar en Sudán del Sur, era tabú hablar de violación y de matrimonio infantil, pero eso está cambiando lentamente.

Hubo un día en Sudán del Sur cuando me di cuenta de que lo que estábamos haciendo tenía un impacto, cuando una chica que escapaba de un matrimonio forzoso vino corriendo hacia nosotros en busca de ayuda.

Tenía unos 13 o 14 años. Primero, corrió a la casa del líder de la comunidad, que la remitió al ACNUR. Con la ayuda de nuestro personal nacional, que está liderando el proceso de cambio, organizamos la mediación con la familia.

Posteriormente, la niña ingresó a la escuela y asistió a reuniones de mediación con sus padres y líderes comunitarios. Entonces, un día, ella se paró en una reunión y dijo, con voz clara en inglés, delante de todos, “no quiero casarme”. Estábamos llorando. El líder de la comunidad estaba llorando. Solo pensé, “¡Sí! ¡Ella lo hizo!”

Ella continúa en la escuela. Su familia estuvo de acuerdo en que ella debería decidir a los 18 años si deseaba casarse.

Después, corrió el rumor de los que había sucedido. Otras chicas en su situación tenían una especie de red. Ellas sabían dónde ir para obtener ayuda. Y entonces más chicas empezaron a venir a nosotros.

¿Cómo me siento al respecto? Yo creo que es genial.

La Agencia de la ONU para los Refugiados trabaja en 130 países ayudando a hombres, mujeres y niños separados de sus hogares por las guerras y la persecución. Nuestras oficinas centrales están en Ginebra, pero la mayoría de nuestros empleados trabajan sobre el terreno, ayudando a refugiados. Esta entrevista forma parte de varias que tienen como fin destacar la labor de nuestros funcionarios.