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Redes sociales permiten que una antigua refugiada dé las gracias al hombre que le regaló bicicleta

Historias

Redes sociales permiten que una antigua refugiada dé las gracias al hombre que le regaló bicicleta

Cuando Mevan Babakar era una refugiada de cinco años en los Países Bajos, un trabajador humanitario le regaló una bicicleta. 24 años después, por fin ha podido darle las gracias.
15 August 2019
Mevan Babakar, que fue niña refugiada, conoce a Egbert, que le regaló una bicicleta cuando tenía cinco años y vivía como refugiada en los Países Bajos junto a su madre.

Esta es la conmovedora historia de una refugiada, un buen samaritano, una bicicleta y las redes sociales.

Hace casi un cuarto de siglo, Mevan Babakar tenía cinco años y vivía con su madre en un centro para personas refugiadas de la ciudad neerlandesa de Bergen aan Zee.

La vida de Mevan había sido muy dura. Sus padres huyeron del norte de Irak en 1991 como refugiados y viajaron a través de Turquía, Azerbaiyán y Rusia antes de alcanzar los Países Bajos, donde vivieron en un campamento en la ciudad de Zwolle. Estando allí, conocieron a un trabajador humanitario neerlandés llamado Egbert que trabajaba en el campamento.

Cuando se fueron de Zwolle a Bergen aan Zee, Egbert recorrió más de 150 kilómetros (unas 100 millas) y llegó hasta su nuevo hogar para regalarle una reluciente bicicleta a Mevan y otra a su madre. Apareció de la nada y a Mevan este regalo le cambió la vida.

“Recuerdo que el corazón me estalló de alegría… No me podía creer que fuera para mí”, rememora. “Cuando alguien te da algo mejor de lo que mereces, tienes que empezar a replantearte cuánto vales”.

Poco después, la familia se trasladó a Londres. Mevan creció, obtuvo una maestría en bioingeniería por la universidad de Sheffield e inició una carrera profesional en el sector de la comunicación.

Pero nunca olvidó la historia de sus primeros años y de aquel regalo, y recientemente se embarcó en un viaje para tratar de conocer mejor su pasado y las experiencias y la cultura que dieron forma a sus primeros años de vida.

El lunes llegó a Zwolle con la firme intención de encontrar a su anónimo benefactor, pero enseguida se encontró con un problema. ¿Quién era?

“Fui al ayuntamiento y a la biblioteca municipal y le pregunté a tanta gente como pude. Pero nadie sabía mucho. Una librera pensó que [el campamento] pudo haber estado en el hospital. Al final, acabamos por rendirnos”, dice.

“Pero decidí que no perdía nada por comentarlo en Twitter”.

Y aquí es donde entran en juego las redes sociales.

“Decidí que no perdía nada por comentarlo en Twitter”, nos cuenta.

Su tuit empezaba así: “Hola Internet, las posibilidades son remotas, pero fui una niña refugiada”. Y procedió a contar su historia.

Eureka.

En cuestión de minutos empezó a retuitearse: primero cientos y después miles de veces. Se le acumulaban las personas que sugerían cómo podía encontrar al benefactor.

Mevan Babakar en el día de su quinto cumpleaños.

Pasada una hora, recibió una invitación para acudir al despacho de un periodista local. Grabaron una entrevista para las redes sociales. Antes de que acabara el día consiguió localizar al hombre en cuestión, y el martes el periodista y ella fueron a visitar a Egbert a su casa en Alemania.

“Fue maravilloso. Como reencontrarte con un pariente al que hace muchísimo tiempo que no ves”, nos cuenta. Él prefiere permanecer en el anonimato.

Otros refugiados aprovecharon para compartir historias de gestos de amabilidad que habían tenido con ellos, y para explicar cómo les habían marcado.

La moraleja de esta historia no es solo que las redes sociales pueden ser un motor del bien. Es la muestra del poder que un acto de generosidad tiene para cambiar la vida de una persona.

“No se trata de la bicicleta. El regalo de la bicicleta y aquellos sentimientos acabaron por convertirse en el valor de mi propia autoestima”, nos contó.