ACNUR, caminando hombro a hombro con los indígenas Yanaconas en el Putumayo, en Colombia
ACNUR, caminando hombro a hombro con los indígenas Yanaconas en el Putumayo, en Colombia
“Los Yanaconas anhelamos fundirnos en los colores del Intichuri, el arco iris, rumbo a la reconstrucción de nuestro territorio, donde sea posible volver a cultivar nuestros derechos. Un gran desafío ancestral que nos recuerda el murmullo apacible en torno al fuego sagrado y al cocido de maíz con sabor de hogar”, afirmó ‘La Sabedora’.
Así inició la conversación de ‘La Sabedora’, en medio de dos palabras contundentes: matriz y territorio. “Cuando yo nací, fue mi padre quien asistió a mi madre durante el parto y mi placenta fue enterrada al lado de la raíz de un árbol de Inchi en la Vereda Anamú. La placenta es el ombligo y donde está la placenta está el arraigo del Yanacona”, dice ‘La Sabedora’.
En las grandes ciudades se vive en medio de relojes, teléfonos, agendas y compromisos, mientras que en el territorio de los Yanaconas, el cantar de las aves, la fuerza del río, el silbido del viento, el destello del abuelo sol y la madre luna, les recuerda que deben levantarse a trabajar y seguir adelante.
‘La Sabedora’, junto con su comunidad, en 2001, estaba en el Putumayo, sin saber qué hacer. No tenían a dónde ir, estaban desamparados y afligidos sin territorio. Después de su doloroso desarraigo, cuenta, los Yanaconas venían en un proceso multiétnico en Mocoa junto con los Nasas, Ingas y Pastos, conformando un solo Cabildo. Entonces, salió la nueva legislación que los llevó a buscar de manera independiente sus orígenes y apellidos, entretejiendo la búsqueda de los derechos colectivos desde cada pueblo: una necesidad para los pueblos indígenas que han sufrido desarraigo, pues en Colombia hay 7,7 millones de personas que han sido víctimas del desplazamiento forzado, de las cuales 6,2% son indígenas.
“Esperábamos con gran ilusión organizar nuevamente nuestra minga del pensamiento, compartir la palabra, estrechar nuestras manos como pueblo, germinar semillas de múltiples colores en nuestra Chagra –que en lengua kichua significa huerta– y educar a nuestros runas –hijos e hijas– basándonos en los principios de la sabiduría ancestral, la medicina tradicional, el respeto por la Pachamama, la madre tierra, y la solidaridad como un valor fundamental”, cuenta ‘La Sabedora’.
Una parte de la reconstrucción territorial empezó con el apoyo del ACNUR, Opción Legal y la Administración Municipal, a través de su trabajo iniciado en 2014, y que dio buenos frutos con la entrega oficial de 19 hectáreas, dando respuesta a una necesidad primaria del Cabildo Yanacona Yashay Wasy: el territorio. El 28 de diciembre de 2015, gracias a esa intervención, alrededor de 420 personas se vieron beneficiadas con la titulación colectiva del asentamiento donde habitan actualmente los Yanaconas en la Vereda Medio Afán. Este territorio está localizado alrededor de la Piedra de la Sabiduría, en donde los amautas –espíritus ancestrales– cocinaban el mambe –hoja de coca– y preparaban Yagé –bebida tradicional a base de plantas medicinales.
“El ACNUR nos ha orientado y empoderado desde entonces. Nos ha compartido su conocimiento y asesoría en medio de tanta oscuridad, nos ha ayudado a aprender desde nuestras raíces los senderos que debemos transitar hacia las instituciones públicas y, de esta manera, seguimos buscando insistentemente recibir una respuesta justa que nos garantice acceso al agua potable, seguridad alimentaria y vivienda digna a las que también tendríamos derecho como pueblo indígena”, afirma ‘La Sabedora’.
Para el 2018 tienen un nuevo reto, y es buscar que se priorice el acompañamiento a la comunidad para iniciar el Plan de Reubicación, organizando la conformación de las mesas y el establecimiento de una ruta metodológica con las instituciones, en la búsqueda de la restitución de los derechos fundamentales en el marco del Plan Salvaguarda. Considerando su inminente riesgo de desaparición y las necesidades especiales de protección, la comunidad busca materializar una estrategia de soluciones con el apoyo de los países donantes, que han hecho posible que se garantice una voz de aliento y esperanza al Cabildo Yanacona Yashay Wasy durante estos años.
“El 100% de los Yanaconas somos víctimas del conflicto armado colombiano y hemos sido despojados brutalmente de nuestros territorios étnicos, generando una ruptura del tejido social, deterioro de las costumbres y pérdida de la espiritualidad ancestral, desbordando de dolor a hombres trabajadores, warmis –mujeres artesanas–, a jóvenes que disfrutaban sus juegos, música y danza, así como a nuestros wawas –niños y niñas– quienes estaban empezando a vivir”, sostiene ‘La Sabedora’.
La palabra escrita, como dicen los Yanaconas en su Plan de Salvaguarda, no alcanza a atrapar los recuerdos ni a evocar los sonidos, ni los silencios, y pese a que no ha cesado la horrible noche, las naciones originarias siembran día tras día la esperanza que muy pronto los cuatro seres de vida: agua, fuego, tierra y viento, en su armonía, permitan retomar la sabiduría de impartir buena crianza a los runas –hijos– dentro de cada ayllu –conjunto de familias– limpiando poco a poco los relatos de dolor y miseria dejados por estos años de un ataque sistemático a sus tradiciones y a su cultura.
La palabra “no puedo” está fuera del vocabulario de esta mujer y su título de grado universitario como Administradora Pública, discretamente ubicado en su vivienda, así lo demuestra. Pese a todo el sufrimiento, su trasegar de trabajo y servicio a la comunidad, ‘La Sabedora’ se ha permitido pisar el barro, amasarlo y darle nueva forma a la arcilla que, se ha transformado en un proceso de vida propio y restablecimiento de derechos para su pueblo.
Y mientras que todo esto sucede, ‘La Sabedora’ reconoce que no será un camino fácil de recorrer: cultivar, germinar, volver a nuestras costumbres, recuperando el “buen vivir”. Así que ‘La Sabedora’ sigue soñando con un acueducto para su Cabildo y la construcción del Amauta Wasi –casa mayor espiritual– anhelando volver a tomarse de las manos con sus hermanos mayores, conectarse con sus Amautas –ancestros– que caminaron libres por cerros y montañas de páramos, mientras en el Macizo Colombiano nacen enormes Yakos –ríos–, que irrigan vida a la Pachamama –tierra–, y en el horizonte se dibuja el Intichuri –arco iris en lengua kichua– que revela escenarios de esperanza para la construcción de la paz.