1 refugiado sin esperanza: un adolescente eritreo no se atreve a soñar
1 refugiado sin esperanza: un adolescente eritreo no se atreve a soñar
SALLUM, Egipto, 5 de Julio (ACNUR) – En el duro y árido paisaje de Sallum se observa una pequeña y frágil figura que camina sola bajo el sol del desierto, protegiéndose del polvo y el viento, y batallando contra sus miedos e inseguridades. Es Salomon, un refugiado de 17 años eritreo que ya no tiene nada ni a nadie.
Salomon es un joven serio que piensa que su vida está maldita. "He tenido una vida dura desde que nací. Nunca fui a la escuela ni tuve una infancia".
Es uno de los 145 refugiados de la localidad de Sallum, en la frontera de Egipto con Libia, que han sido aceptados por Suecia para ser reasentados en el país. Pero todavía no se atreve a creer en este futuro de sus sueños. "Estoy muy feliz por tener finalmente la oportunidad de ir a un lugar mejor", dijo con cautela. "Pero no me lo voy a creer hasta que esté allí. Puede que mi vida siga siendo como antes".
Salomon nació en Sudán y nunca conoció a sus padres, eritreos refugiados. Su padre murió antes de que él naciera y su madre falleció tras dar a luz. Fue criado por una monja llamada Selas, y vendía agua para ganarse la vida.
Cuando tenía 12 años Selas murió. "Aún la echo de menos, ella ha sido mi única familia", dijo con tristeza.
Le asignaron un nuevo tutor, un hombre sudanés que intentó convertirle del cristianismo al Islam. "No me había recuperado aún de la muerte de Selas y él empezó a presionarme, así que decidí huir". Se fue a la ciudad de Al Faw y allí estuvo vendiendo agua durante seis meses, y durmiendo en la estación de autobuses por la noche. Salomon logró ahorrar el dinero necesario para poder ir a Jartum, la capital sudanesa, donde trabajó como limpiador en un bufete de abogados.
Con la esperanza de encontrar mejores oportunidades se fue a Libia en 2009 – cuando apenas tenía 15 años – junto a otros eritreos que conoció en un hotel. "Pensé que la vida era mejor en Libia, no sabía nada más. El plan era cruzar por mar desde Trípoli para llegar a Europa, pero era muy caro".
Sus compañeros consiguieron llegar a Italia, pero él se quedó en Libia. Como no se sentía seguro en Trípoli por la excesiva presencia militar, decidió irse a Bengasi, donde trabajó y vivió en un café. En una de las pocas ocasiones en que salió a la calle, le arrestaron por llevar una cruz. "Me encerraron en una celda oscura y pequeña, con un pequeño hueco para que entrara la luz. Tenía los ojos tapados y no sabía donde estaba detenido. No paraban de decirme que era de Israel y me torturaron con descargas eléctricas. Estaba realmente asustado" dijo temblando al recordar la experiencia.
Cuando empezó la revolución libia en febrero de este año, Salomon fue puesto en libertad junto al resto de prisioneros. Entonces los africanos subsaharianos empezaron a sufrir ataques y Salomon logró refugiarse en el campo de la Media Luna Roja libia. En marzo, junto a otros miles de personas, fue evacuado de Libia a Sallum, en el noreste de Egipto, por la Organización Internacional para las Migraciones.
Sallum acoge actualmente a cientos de inmigrantes, refugiados y solicitantes de asilo que han huido de la guerra en Libia. Aunque hay otros eritreos de su edad en el campo, él prefiere mantenerse solo en la pequeña tienda que tiene el orgullo de haber levantado por sí solo con las lonas de plástico de ACNUR.
Pero a Salomon aún lo atormenta el recuerdo de las torturas que sufrió. Para él es difícil abrirse, hacer amigos y confiar en la gente.
"No he tenido una infancia feliz. Cuando surja la oportunidad, haré amigos" dijo algo inseguro de sí mismo. "Pero, ¿de qué voy a hablar? No tengo nada que contar excepto mis problemas. Puedo hablarles de mi vida, pero quiero hablar nunca más de mis padres o de Selas. Todavía me duele, aún no estoy curado".
Lo único bueno de Sallum, según afirma, es la actitud de las autoridades egipcias. "Aprecio y admiro a los militares de Sallum. No nos tocan, ni siquiera cuando somos maleducados con ellos". Con una madurez poco habitual a su edad, añade que "Egipto está pasando por una situación difícil. No esperaba que un país sin gobierno nos tratara tan bien".
ACNUR considera que 1 sólo refugiado sin esperanza es demasiado. La vida ha sido difícil para Salomon, un muchacho trabajador que sueña con ahorrar dinero para tener un futuro mejor. "Tenía planes. Quería ahorrar para estudiar y tener una vida mejor, una buena educación. Pero nunca tuve esa oportunidad", dijo, negándose a creer que ahora este proyecto esté su alcance.
Reconoce que a veces la suerte puede llamar a tu puerta. "Nada sigue igual durante toda la vida. Las cosas pueden cambiar de manera espectacular para mejor. Si no fuera por ACNUR, nunca hubiera tenido la oportunidad de tener una vida mejor. Pero no puedo confiar en mi suerte".
Por Nayana Bose en Sallum, Egipto