En Grecia, los niños perdidos afganos crean puentes entre las naciones
En Grecia, los niños perdidos afganos crean puentes entre las naciones
La familia Karimis se muda a su nuevo hogar, llevan con ellos una montaña de maletas que pasan de la furgoneta al piso de su apartamento ubicado en la planta baja de un edificio en la ciudad costera de Heraclión, capital de la isla griega de Creta.
Un joven alto de aspecto jovial está en el lugar para recibir a la familia de siete personas. Él es Ali Sher Kashimi, de 22 años, hace parte de la comunidad étnica hazara de Afganistán, al igual que los solicitantes de asilo a quienes ayuda en esta oportunidad. Su labor es muy importante: él es el intérprete que puede ayudarlos a sobrepasar las barreras idiomáticas y a hacer su vida diaria más fácil.
Los Karimis están fascinados al encontrar un compatriota que habla griego de manera fluida y lo bombardean inmediatamente con preguntas. Sin la ayuda de un intérprete como Ali, un refugiado que ha vivido durante la última década en Creta, les resultaría más difícil todo este proceso. Ese es el caso para la mayoría de refugiados y migrantes que llegan por el mar e igual para quienes los ayudan, incluyendo al personal de la ACNUR, Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados.
"Todas las personas de interés necesitan intérpretes", señala Ali, que habla fluidamente urdu, persa, dari y, por supuesto, griego. "Tú eres el puente que conecta dos naciones" añade Habibala, su colega intérprete y miembro de la comunidad Hazara.
Estos dos intérpretes ayudan a cerca de 80 de los 600 refugiados que han resultado beneficiados con apartamentos y apoyo en Creta, gracias al programa de asistencia de alojamiento y dinero en efectivo denominado ESTIA, de la ACNUR, que ha ayudado a decenas de miles de personas.
Cuando Ali y Habibala llegaron a Grecia en el 2008, el programa de apoyo de alojamiento, financiado por la Unión Europea, no existía. Como eran jóvenes, fueron llevados a Anoguia, el primer albergue para niños no acompañados que fue inaugurado en el 2001. Actualmente, ellos están involucrados en todas las etapas del proceso para dar la bienvenida a los solicitantes de asilo, que comienza con su llegada al país.
"Para los refugiados es muy importante comunicarse", señala Ali, mientras los Karimis exploran su nuevo apartamento con el personal de la Agencia para el Desarrollo de Heraclión (HDA, por sus siglas en inglés), que implementa el programa en Heraclión, Sitia y La Canea.
La HDA dispone de 11 intérpretes, incluyendo a Ali y Habibala, que traducen al árabe, persa, dari, soraní y urdu. Cuando es necesario, se tienen que encontrar traductores a otras lenguas. El ACNUR también emplea intérpretes para el resto del país, a través de socios como METAdrasi.
En Heraclión, Ali explica a los Karimis cómo usar la máquina lavavajillas y les enseña dónde hacer compras y cómo usar el transporte público. Ellos podrán pagar utilizando sus tarjetas de dinero efectivo, una vez Ali los haya ayudado a registrar su nueva dirección. La orientación social es muy importante para poder desenvolverse dentro de la nueva comunidad y adaptarse a la cultura y estilo de vida local.
Muchas de las personas que llegan tienen problemas de salud y discapacidades, por lo que necesitan ayuda para explicar a los médicos sus padecimientos. Además, está el tema de la inscripción de los niños en programas escolares, tarea a la cual Ali le presta especial atención.
"Ayudo a las personas a reconstruir sus vidas."
Este joven, que se unió a la HDA el año pasado y recibe un salario como contraprestación, está muy orgulloso de su trabajo. "Siento que estoy haciendo algo importante. Ayudo a las personas a reconstruir sus vidas y eso me da una gran satisfacción".
Él empatiza con estas personas y conoce sus necesidades, lo cual no resulta sorprendente teniendo en cuenta la dura experiencia que vivió cuando era niño, que empezó con su familia viajando desde Jhagori, parte alta de la región de Hazarajat en Afganistán, hacia Quetta, Pakistán, para escapar de la creciente lucha entre los talibanes y el Gobierno afgano.
Las cosas marcharon bien por aproximadamente un año, pero después la tensión y los ataques étnicos aumentaron. "Un día una bomba explotó en la mezquita donde yo había estado cinco minutos antes. Cerca de 200 personas murieron", recuerda Ali. Después de que matones lo golpearan fuertemente y le robaran sus textos escolares, Ali decidió huir teniendo tan solo 12 años de edad.
Él sabía a dónde iría. "Cuando yo era pequeño, mi padre solía hablarme acerca de Grecia y me leía historias sobre la Grecia antigua. Sonaba como un gran lugar, con lindos paisajes y personas agradables", dice. No le contó a nadie su plan de irse.
Acompañado de su tío, que también tenía 12 años, Ali se dirigió hacia Irán, llamó desde la frontera de Zahedán a su madre, quien lloraba angustiada. El camino hacia las islas griegas fue mucho más duro. Tuvieron que escalar montañas, estuvieron detenidos, mendigaron comida y trabajaron para pagar a los traficantes. Vieron morir a otros durante el trayecto.
Con un poco de suerte y dinero que les habían enviado desde casa, se unieron con cuatro adultos para comprar un bote y cruzaron el estrecho que separa a Turquía de la isla de Samos. Temerosos de ser devueltos a casa, destruyeron el bote en la costa y se digirieron hacia la ciudad. Cuando intentaron subirse a un ferry sin boleto, fueron arrestados.
"Considero a Creta mi hogar."
Cuando los dos jóvenes iniciaron una huelga de hambre, los oficiales aceptaron la oferta de Anoguia de recibirlos. Permanecieron allí seis años. Aprendieron a hablar griego, a cocinar, a socializar y mucho más. "Lo más importante que aprendí fue cómo ser un buen hombre, cómo hablar a las personas y comunicarme", menciona Ali. Hoy, problemas de financiación amenazan con el cierre de Anoguia y otros albergues, pese a la creciente preocupación de la ACNUR y otros organismos.
Desde que se fue de Anoguia, lugar que ve como su ciudad natal, Ali encontró trabajo, ha hecho muchos amigos y ahora vive en un apartamento con su novia rumana. "Él es muy popular, especialmente en nuestro programa", dice su colega de la HDA, Dimitra Kampeli. Además, está tomando clases de fotografía y trabaja medio tiempo en un restaurante.
Ali se ha integrado totalmente a la sociedad de Heraclión y es visto como un local. "Considero a Creta mi hogar" dice. Pero a pesar de todas las cosas buenas que le han pasado desde su travesía del 2008, hay algo que aún le hace falta: "Soy un refugiado, pero quiero obtener la ciudadanía", manifiesta.
Por Leo Dobbs
Gracias a la Voluntaria en Línea Laura D. González Rozo por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.