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Personas refugiadas trabajan la tierra junto con la población de acogida y todos cosechan los beneficios

Historias

Personas refugiadas trabajan la tierra junto con la población de acogida y todos cosechan los beneficios

Una iniciativa agrícola en la República Democrática del Congo está ayudando a mejorar la autosuficiencia tanto de las personas refugiadas sursudanesas como de la población local.
26 November 2019
Agricultoras sursudanesas se preparan para volver a casa tras pasar la mañana cosechando en el asentamiento de Biringi. Forman parte de una cooperativa compuesta por personas refugiadas y miembros de las comunidades de acogida.

Cuando Neema Amoya llegó por primera vez a la República Democrática del Congo tenía muchos problemas para que le alcanzara el dinero. Sola con sus cinco hijos, huyó del conflicto en Sudán del Sur en 2017 buscando la seguridad del asentamiento de Biringi, en la provincia septentrional de Ituri, en RDC.

“Cuando llegué era muy difícil sobrevivir, en especial con los niños. A veces no teníamos comida suficiente”, cuenta Neema, que dependía únicamente de una aportación en metálico de 13 dólares que recibía de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y del Programa Mundial de Alimentos, un organismo socio.

Pero hoy, en un pequeño mercado en Biringi, Neema puede vender el fruto de su trabajo, algo posible gracias a una iniciativa agrícola a la que se unió en febrero de 2017. El proyecto, que cuenta con el apoyo de ACNUR, ha reunido a personas refugiadas y congoleñas que trabajan juntas la tierra y cultivan berenjenas, espinacas, cebollas, tomates y repollos. El grupo recolecta los productos frescos y los vende en el mercado local, y después comparten los beneficios.

“Este proyecto nos ha permitido ser independientes".

Neema solía trabajar la tierra en su hogar en Sudán del Sur y está feliz de volver a hacerlo ahora.

“Este proyecto nos ha permitido ser independientes”, dice. “Ganamos algo de dinero, lo que supone que podemos sobrevivir sin depender de las aportaciones que recibamos”.

Junto a los demás agricultores, en el marco del programa ha recibido herramientas y semillas de calidad y ha aprendido técnicas especializadas para cultivar vegetales.

“Lo que es más importante: las personas refugiadas tienen acceso a alimentos seguros y nutritivos y a un modo de ganar el sustento y mejorar sus vidas y su futuro”, dice Marc Barhonyi, asistente de campo de ACNUR con base en Aru.

Barhonyi añade que la iniciativa, que ha tenido una buena acogida entre las autoridades locales, fomenta también las relaciones entre las personas refugiadas y la comunidad local.

Guillaume Mageu, jefe local, fue el primer líder comunitario de Biringi que ofreció tierra a las personas refugiadas después de que se inaugurara el asentamiento en 2016. El gesto fue un ejemplo fundamental para que otros líderes locales hicieran lo mismo.

“Me alegra ver a las personas refugiadas cultivar nuestra tierra para ganarse la vida y llevar comida a la mesa”, dice Guillaume. “Así que cuando vengo y veo que la cosecha ha sido tan buena me produce alegría, porque las personas refugiadas no deberían pasarlo mal en este país que las ha acogido”.

Hasta la fecha, se han cultivado más de 100 hectáreas con resultados satisfactorios: las más de 300 familias que participan en las actividades agrícolas de Biringi han cosechado más de siete toneladas de verduras en el primer semestre del año.

“Si dispusiéramos de financiación adicional se podría dar buen uso a mucha más tierra”.

Sin embargo, la falta de financiación supone que unas 2.300 hectáreas de tierra cultivable y disponible para las personas refugiadas y para sus contrapartes congoleñas siguen infrautilizadas.

“Si dispusiéramos de financiación adicional se podría dar buen uso a mucha más tierra”, dice Barhonyi, de ACNUR, y añade que hasta ahora solo el 20% de las familias refugiadas sursudanesas se han beneficiado de estas actividades generadoras de ingresos. Unas 100.000 personas refugiadas procedentes de Sudán del Sur han sido acogidas en la República Democrática del Congo, y muchas de ellas viven en áreas asoladas por años de conflicto e inseguridad alimentaria.

Esta iniciativa se enmarca en la estrategia de ACNUR para empoderar a las personas refugiadas sursudanesas en la República Democrática del Congo a través de un apoyo financiero directo y del mantenimiento de una coexistencia pacífica en los asentamientos compartidos por personas refugiadas y congoleñas.

Iniciativas como este proyecto agrícola que reúnen a personas refugiadas con sus comunidades de acogida forman parte de un enfoque más amplio para abordar la cuestión del desplazamiento y fomentar la inclusión socioeconómica y la autosuficiencia de las personas refugiadas. Su participación en el comercio local y el modo en que esto beneficia a las comunidades de acogida serán algunas de las áreas de atención durante el Foro Mundial sobre los Refugiados, una reunión de alto nivel que se celebrará en Ginebra en el mes de diciembre,

Estados, el sector privado y otras partes interesadas anunciarán contribuciones de alto impacto que darán a las personas refugiadas como Neema la oportunidad de utilizar y seguir desarrollando sus destrezas, así como de contribuir al crecimiento económico de sus comunidades de acogida.

“Desde que empecé a trabajar el campo me siento muy bien. Ahora puedo comprar sal, especias o jabón, ente otras cosas”, cuenta Neema mientras organiza las verduras en el mercado. “Es importante porque significa que puedo cumplir mis obligaciones familiares. Estoy muy agradecida por esta oportunidad”.