Venezolanos que vivían en las calles encuentran seguridad en un nuevo centro de recepción en Colombia
Venezolanos que vivían en las calles encuentran seguridad en un nuevo centro de recepción en Colombia
Cuando Darlys* huyó de Venezuela con sus dos hijos en búsqueda de seguridad, jamás se imaginó que terminaría durmiendo en las calles de Maicao, una ciudad colombiana cercana a la frontera norte.
Darlys no tenía otra opción más que salir de Venezuela, ya que la vida de su hijo Luis, de siete años, estaba en riesgo. Su enfermedad renal estaba llegando a un punto crítico, y en su país no había tratamiento disponible.
Al igual que Darlys, miles de familias de Venezuela que llegan a Maicao lo hacen con muy pocos medios para sobrevivir, si es que cuentan con algún medio del todo. Muchas de ellas han vivido en calles, parqueos, espacios públicos o albergues improvisados durante varios meses, ya que la capacidad de albergue de la ciudad es muy limitado.
Con una población de alrededor de 100.000 personas, actualmente Maicao acoge a 30.000 refugiados y migrantes. En una evaluación realizada en febrero por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, 3.500 personas venezolanas entrevistadas afirmaron estar viviendo en las calles o en asentamientos informales en la ciudad o en sus alrededores.
“Aquí no me da miedo dormirme por la noche. Aquí nos sentimos a salvo”.
Darlys intentó rentar un apartamento pequeño al principio, pero se le acabó el dinero en pocas semanas. “Tuve que elegir entre pagar la renta o alimentar a mis hijos”, dijo ella. Entonces, volvieron a las calles.
Todas las noches, Darlys sentía miedo de quedarse dormida. Ella quería mantenerse despierta para proteger a sus hijos, temiendo que alguien pudiera llevárselos o hacerles daño. “Yo tenía un cuchillo, y algunas noches lo sostenía mientras dormía para poder proteger a mis hijos y a nuestras pertenencias”, dijo ella. “Por las noches han robado a muchas personas”.
Las personas refugiadas y migrantes que viven en las calles de Maicao tienen poco acceso a agua potable, baños, albergues y otras necesidades básicas. Igualmente se encuentran expuestas a graves riesgos como trata de personas, violencia sexual y de género (VSG), explotación laboral y explotación sexual.
A finales de 2018, las autoridades locales de Maicao y el Gobierno colombiano pidieron a ACNUR apoyo para instalar un centro de recepción temporal para ayudar a abordar la falta de instalaciones para tantas personas en necesidad.
El Centro de Asistencia Integral, que abrió sus puertas a principios de marzo, tiene una capacidad inicial para albergar a 350 personas. Las mujeres, los niños, los adultos mayores y otras personas vulnerables ahora tienen acceso temporal a vivienda, alimentos, agua, atención médica básica y otros servicios, como orientación legal, asistencia psicosocial e infantil.
Debido a su vulnerabilidad, la familia de Darlys estaba entre las seleccionadas para albergarse en una de las 62 tiendas de campaña disponibles en el centro, a tres kilómetros de Maicao. En el ventoso comedor, la familia se tomó un descanso del fuerte sol y disfrutó de un plato de estofado de carne y arroz.
Una vez dentro de la tienda, los niños de Darlys no podían creerlo cuando vieron un colchón con almohadas. “Ahora están muy relajados, y yo también”, dijo.
Las agencias gubernamentales, las organizaciones internacionales y nacionales no gubernamentales, así como las agencias de las Naciones Unidas, como el Programa Mundial de Alimentos y la Organización Mundial de la Salud, participan en las operaciones del centro.
“El centro abrió debido a la situación crítica en Maicao, especialmente al gran número de personas que viven en las calles”, dijo Federico Sersale, jefe de la oficina de ACNUR en La Guajira. “Tiene como objetivo abordar las condiciones extremadamente vulnerables de los venezolanos por un período de tiempo limitado, ayudándoles a dar un primer paso hacia una vida más independiente y a una futura integración comunitaria”.
Yarelis*, de 35 años, llegó al centro con sus tres hijos, teniendo el menor de ellos tan solo 10 meses de edad. Salió de Venezuela hace tres meses en estado de shock: Jairo, su hijo de 17 años, fue asesinado en Maracaibo cuando alguien intentó robarle.
“Ahora todos nos sentimos como vecinos”.
“No tenía nada de valor con él, solo su teléfono celular”, dijo llorando. “Tenía tanto miedo de que mis otros hijos no sobrevivieran a la violencia generalizada que decidí salir inmediatamente”.
En el apuro, Yarelis no recogió ningún documento oficial. Pero sin un certificado de nacimiento, los niños no pueden inscribirse en la escuela en Colombia. El equipo legal del ACNUR en el centro está ayudando a Yarelis a encontrar una manera de documentar a sus hijos para que Susana*, su hija de 10 años, pueda terminar la escuela primaria.
Yarelis y Darlys son parte de las 60 familias que han encontrado albergue temporal y un breve respiro del hambre, el miedo y la desesperación. Las necesidades siguen siendo enormes: más de 3,4 millones de venezolanos viven en el extranjero, y Colombia es el país más afectado por este flujo, con más de 1,2 millones de refugiados y migrantes venezolanos.
Las necesidades humanitarias han sobrepasado la capacidad de recepción de Colombia. ACNUR está trabajando para fortalecer las redes de albergues, brindar asesoría legal y facilitar el acceso a los alimentos, el agua, la educación y los servicios de salud a las personas que más lo necesitan.
En el centro, la vida de Darlys se transformó en cuestión de días. “Cuando vine aquí, solo conocía a dos o tres personas. Ahora todos nos sentimos como vecinos”, dijo ella. Bajo una gran área de sombra, las familias pasan mucho tiempo juntas, especialmente en la noche: juegan a las cartas, charlan y miran películas en los teléfonos móviles.
Luis se siente mejor ahora. En el hospital de Maicao, Darlys pudo obtener la medicina que regularmente necesita para su afección renal y el personal médico del centro supervisa la salud de Luis.
Sus dos hijos, Luis y Adolfo, son mucho más felices ahora. Cada tarde asisten a divertidas actividades organizadas por asociaciones y han hecho nuevos amigos. Ella también está ahorrando dinero para sus gastos escolares. “Esto es por lo que lucho todos los días”, agrega. “Su educación es de suma importancia”.
“Aquí no me da miedo dormirme por la noche”, dijo ella. “Aquí nos sentimos a salvo”.
*Los nombres fueron cambiados por razones de protección.