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Viena se beneficia de acoger a las personas refugiadas con los brazos abiertos

Historias

Viena se beneficia de acoger a las personas refugiadas con los brazos abiertos

A sus décadas de experiencia acogiendo refugiados, la capital de Austria ha sumado la ayuda tanto de locales como de refugiados en sus programas para integrar a las personas recién llegadas a la ciudad.
12 Diciembre 2018
Clases de farsi para personas refugiadas adultas procedentes de Afganistán, en su mayoría mujeres, que no dominan su propio idioma. Esto hace que les resulte muy difícil aprender alemán como segundo idioma.

En una fría tarde de sábado, la refugiada siria Widad Alghamian pasea con dos de sus hijos adultos por las calles de Viena mientras miran las tiendas y se empapan de la atmósfera festiva. Admira las alfombras orientales de una tienda sofisticada antes de hacerse con una lámpara de Mozart en un tradicional mercado navideño.


“Viena me recuerda a Damasco”, nos dice la profesora de 41 años, originaria de la capital de Siria. “Los adoquines, las tiendas antiguas… Por supuesto que echo mucho de menos Damasco, pero ahora que mi familia está aquí, Viena se ha convertido en mi hogar”.

El número de personas refugiadas como Widad que se han establecido en Viena da muestra de las políticas de la ciudad, que ha recibido a las personas recién llegadas con los brazos abiertos y se ha esforzado por integrarlas desde el primer momento.

“Hemos construido una gran casa, y ahora tenemos que hacerla acogedora”, cuenta el Concejal Ejecutivo para Educación, Integración, Juventud y Personal, Jürgen Czernohorszky.

Desde su luminosa y moderna oficina en el edificio gótico decimonónico del Rathaus (Ayuntamiento), Czernohorszky reflexiona sobre cómo ha crecido la ciudad y sobre cómo Viena no solo ha podido absorber el flujo de refugiados, sino que lo ha convertido en una oportunidad para celebrar el multiculturalismo.

“La pregunta nunca fue si debíamos acogerlos, sino cómo hacerlo”

Viena tiene un largo historial de bienvenida a personas refugiadas tras situaciones de guerra. El concejal nos muestra un gráfico con picos en el nivel de inmigración en 1956 (año de la Revolución Húngara), 1968 (año de la Primavera de Praga), y en la década de 1990, cuando Yugoslavia se sumió en la guerra. El último pico representa las llegadas en 2015. Viena ha crecido mucho en parte como consecuencia de la migración interna y europea, y hoy tiene una población de 1,8 millones de habitantes.

“En la década de 1970 y 1980 las personas llegaban como Gastarbeiter -trabajadores invitados, muchos procedentes de Turquía- y los políticos pensaron que se volverían a sus países, por lo que no era necesario integrarlos”, nos cuenta. “Fue un grave error y Viena aprendió la lección”.

Con la llegada de miles de personas refugiadas a Austria en 2015, el país fue en proporción uno de los que más volumen aceptó. En palabras de Czernohorszky, fue un “enorme desafío”. “Pero me congratula decir que la pregunta nunca fue si debíamos acogerlos, sino cómo hacerlo”.

Jürgen Czernohorszky, Concejal Ejecutivo para Educación, Integración, Juventud y Personal, explica los diversos programas de la ciudad de Viena para ayudar a que las personas refugiadas se integren "desde el primer momento".

En torno al 60% de los 25,4 millones de personas refugiadas que se estiman en el mundo no viven en campamentos sino en ciudades y áreas urbanas de las Américas, Europa, Oriente Medio, África y Asia.

Alcaldes, autoridades locales, empresas sociales y grupos de ciudadanos conforman la primera línea de la respuesta mundial a las personas refugiadas, al tiempo que fomentan la cohesión social y protegen y asisten a hombres, mujeres, niños y niñas desplazados por la fuerza.

Viena forma parte de una creciente red mundial de ayuntamientos que optan por dar la bienvenida a los refugiados y a las oportunidades que vienen con ellos. Desde São Paulo hasta Yakarta, estas Ciudades de Luz aportan esperanza a las personas más vulnerables al proporcionarles un santuario y la oportunidad de ser parte del tejido social.

El 18 y el 19 de diciembre, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados Filippo Grandi acogerá el undécimo Diálogo del Alto Comisionado en Ginebra, que este año se centrará en la protección de las personas desplazadas urbanas.

Viena cuenta con varios programas municipales en apoyo de las personas refugiadas y es una de las 92 ciudades de todo el mundo que ha firmado la campaña de ACNUR Ciudades #ConLosRefugiados para promover comunidades de acogida incluyentes.

“Esto es lo que necesitamos: que las personas que viven en la ciudad nos abran sus corazones”

“No nos limitamos a hablar: actuamos”, dice Czernohorszky. “En un espacio muy breve de tiempo hemos organizado alojamiento, atención médica y, lo más importante, acceso a educación. Todas las necesidades básicas están cubiertas. Solo el último año, 10.000 personas encontraron plaza en clases de idiomas gratuitas”.

Pese a los recientes recortes a nivel nacional, la ciudad sigue brindando apoyo a los refugiados por medio de su propio presupuesto y de los fondos de la UE. También apoya a ONG y grupos de refugiados que se organizan como forma de autoayuda. Otro ingrediente clave del éxito ha sido la movilización de los residentes de la ciudad en expresión de su apoyo.

“El compromiso de la sociedad civil ha sido enorme”, nos cuenta Czernohorszky. “Sinceramente, nunca lo habríamos conseguido sin los voluntarios. Esto es lo que necesitamos: que las personas que viven en la ciudad abran sus corazones”.

Uno de los últimos programas de integración de Viena se llama “Tutorías de refugiados para refugiados”. En ellas, personas refugiadas que ya están más establecidas en la ciudad ayudan a otras que acaban de llegar. Antes de trabajar con otros refugiados, los tutores siguen un curso de ciudadanía que abarca los derechos y responsabilidades derivados de vivir en la sociedad austríaca.

En un centro social en el Distrito XV, Mohammad Akbar Amiri de 19 años y procedente de Ghazni (Afganistán), imparte clases de Taekwondo dos tardes por semana para otros refugiados, para lo cual tuvo que recibir la formación correspondiente a través del proyecto CORE y acreditarse como tutor.

“El curso (de ciudadanía) se centraba en lo que una persona refugiada puede hacer en Europa, cuestiones de género, etc.”, dice Akbar. “Ahora estoy cualificado para enseñar. Por lo que respecta al Taekwondo, tengo experiencia porque lo practico desde que tenía siete años”.

“Me paso todo el día sentado estudiando alemán”, nos cuenta Mohammad Hashem Esaqzadeh, de 21 años y también afgano, “así que me sienta muy bien algo de actividad física por las tardes. Para mí, el Taekwondo significa alma libre y cuerpo sano”.

La tutoría a cargo de otras personas refugiadas forma parte de un proyecto de integración más amplio denominado CORE que aúna a las cinco instituciones públicas de la ciudad de Viena que tratan cuestiones sociales, de diversidad, educación, empleo y negocios. El objetivo del proyecto CORE es “conseguir que las personas refugiadas sean socios en condiciones de igualdad, en lugar de beneficiarios”.

“No queremos que los refugiados olviden de dónde vienen”

En su centro del Distrito XV, el proyecto CORE ofrece aulas e instalaciones para que los refugiados planteen sus propias actividades. Por ejemplo, un grupo de doctores refugiados se reúne en CORE para estudiar con objeto de volver a conseguir su acreditación y seguir ejerciendo la medicina en Austria.

Katja Horninger, portavoz de CORE, explica por qué tantos refugiados recurren al centro también para enseñar y aprender su lengua materna además de impartir clases de alemán, y por qué CORE fomenta que sea así.

“Se sabe que tener un buen nivel en tu lengua materna es de gran ayuda a la hora de aprender un segundo idioma”, nos dice. “Y no queremos que los refugiados olviden de dónde vienen. Esto es lo que hace interesante la convivencia”.

En un aula, Parham Lee-Sadrzadeh, iraní que creció en Viena, enseña farsi básico a mujeres afganas que no saben leer ni escribir en su propio idioma.

“Les daba clase de alemán y notaba que no avanzaban”, explica. “Me di cuenta de que el problema era que eran analfabetas en farsi”.

Sentada entre las alumnas afganas, una entusiasta mujer austríaca trata de aprender los aspectos más básicos del farsi.

“Si cuentan con una buena educación, serán miembros productivos de la comunidad austríaca”

Mientras tanto Widad, que daba clase de lengua árabe y religión en una escuela de Damasco, ha encontrado en CORE la oportunidad de volver a las aulas para enseñar árabe a niñas y niños refugiados.

Widad, su marido y tres de sus hijos llegaron a Austria después de que su hijo mayor Obaida, que ahora tiene 20 años, hiciera solo el trayecto. Widad dice que enseguida se dio cuenta de que no se podía pasar el día sentada en casa sin hacer nada y prefería tener una vida activa en Viena.

“Vine con la idea de dar clase de árabe a niños y pedí un aula”, nos cuenta. “CORE me preguntó si creía que sería un curso popular, y en solo un día recibí 40 solicitudes. Ahora doy clase a cuatro grupos de 20 estudiantes cada uno”.

Para Widad “es importante que nuestros jóvenes, que están aprendiendo alemán muy rápido, conozcan también su propia cultura. Si cuentan con una buena educación, serán miembros productivos de la comunidad austríaca”.