El número de refugiados malienses en Níger alcanza nuevo máximo a pesar del final de la guerra
El número de refugiados malienses en Níger alcanza nuevo máximo a pesar del final de la guerra
El número de refugiados malienses en Níger ha alcanzado su nivel más alto desde que estalló el conflicto en 2012 en la nación de África Occidental. Miles de malienses han huido del este del país en las últimas semanas a pesar de que el pasado mes de junio se firmara un acuerdo de paz entre el gobierno, una milicia lealista y una coalición rebelde liderada por los tuareg.
La firma del Acuerdo de Argel ha ayudado a dar importantes pasos hacia la paz en algunas partes de Mali, pero no ha logrado detener el flujo de refugiados hacia Níger, lo cual resulta preocupante, al tiempo que esta inesperada situación está aumentando la presión sobre la operación de ACNUR en Níger.
Algunos de los refugiados llegados a Níger explican que huyen por la anarquía, extorsión, escasez de alimentos, rivalidad intertribal, luchas entre pastores y granjeros, y por el vacío de poder como consecuencia de la falta de un gobierno fuerte y de presencia militar en el este.
El número de refugiados malienses en Níger se mantenía en torno a las 50.000 personas en el momento álgido de la guerra civil en 2012 – 2013, que acabó cuando las tropas francesas y malienses derrotaron a las fuerzas rebeldes. Tras las elecciones presidenciales en 2013, ACNUR ayudó a repatriar desde Níger a unos 7.000 refugiados malienses.
A principios de este año, había 47.449 refugiados malienses registrados residiendo en Níger. De ellos, unos 5.000 eran refugiados urbanos en Ayorou y en la capital Niamey, el resto se encontraba en cinco campamentos en las regiones de Tillabéri y Tahoua.
No obstante, el número de llegadas empezó a aumentar durante este año, dándose un marcado repunte en octubre y principios de noviembre, cuando se estima que 4.000 refugiados malienses cruzaron a Níger desde la poco poblada zona oriental. Esto hizo que el número total de refugiados registrados alcanzara un récord de 54.000 a principios de noviembre, a los que se añaden otros 3.000 pendientes de ser registrados.
La mayoría de las nuevas llegadas proceden de zonas rurales de las regiones de Menaka y Anderaboukane. En Inates, donde últimamente han llegado más de 2.000 malienses, una mujer refugiada explicó que huyeron para escapar de las luchas entre las tribus Idourfane y Daoussak. Esta refugiada contó al personal de ACNUR que les habían robado sus animales, que sus hijos no podían ir a la escuela y que las infraestructuras públicas están destrozadas a causa de la ausencia de autoridades nacionales.
La sensación de inseguridad persistente en las zonas rurales en torno a Menaka y Ansongo también ha impactado de forma negativa en la seguridad alimentaria de la población. Para aquellos que dependen de la ganadería, el limitado acceso a campos de pastoreo amenaza sus medios de subsistencia. Desplazarse a Níger para solicitar ayuda puede ser una estrategia de supervivencia.
En los campamentos de Níger, las personas que hasta ahora vivían en tiendas de campaña han empezado a reemplazarlas por hogares hechos de barro, lo que indica que ya no esperan un pronto retorno. Algunos desean regresar, pero este porcentaje se ve eclipsado por aquellos que se dirigen a Níger. En los diez primeros meses, ACNUR ha facilitado la repatriación voluntaria de 953 refugiados. A pesar de estos retornos, el número de nuevas llegadas, así como el crecimiento natural de la población han aumentado el número total de población refugiada en más del diez por ciento.
La nueva afluencia y un número sin precedentes de refugiados malienses representan un gran desafío para ACNUR, que ha visto una reducción constante en su presupuesto operativo. La evolución de la situación es la opuesta a lo que se había previsto y para lo que se había preparado.
Puesto que la situación está evolucionando de una emergencia a una situación prolongada, los recursos han disminuido de 300 dólares por cápita en 2013, a menos de 150 en 2016. La salida de ONGs autofinanciadas y el retiro gradual de apoyo por parte de otras agencias de las Nacions Unidas gravan enormemente la capacidad de Níger para asimilar esta población adicional.
Este último flujo de refugiados se registra en un momento en que Acnur tenía previsto estar ayudando a repatriar a personas o ayudándolas a ser autosuficientes. Los progresos en los campamentos, como la matriculación en educación secundaria, el buen estado nutricional y los niveles de pobreza comparativamente bajos, vuelven a estar bajo presión como consecuencia de las nuevas llegadas y las reducciones de presupuestos.