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Ecuador: ACNUR apoya recuperación psicosocial de refugiados

Historias

Ecuador: ACNUR apoya recuperación psicosocial de refugiados

When Juan fled Ecuador he needed psychiatric counselling. A year later, he has started a small business with UNHCR help and is in a much better mental state. [for translation]
30 November 2010
Los refugiados tienen que recorrer un largo camino para recuperar la seguridad y la confianza en sí mismos.

IBARRA, Ecuador, 30 de noviembre (ACNUR) – Juan difícilmente puede desprenderse de las pesadillas que aún lo atormentan por los duros años que vivió intentando escapar de sus perseguidores en Colombia, su tierra natal. No obstante, el hombre de 52 años de edad se encuentra recibiendo un apoyo psicológico diario de la mano del ACNUR gracias al que se siente seguro al menos durante las horas del día.

El tratamiento le ha hecho ganar confianza mientras que al mismo tiempo la ayuda económica y la formación que recibe le están facilitando la creación de un pequeño negocio para llegar a ser autosuficiente. Su perspectiva ante la vida es mucho más positiva en comparación con su estado de ánimo de hace un año al llegar a Ibarra, capital de Imbabura, provincia al norte de Ecuador.

Juan es natural de uno de los departamentos de Colombia del norte, Antioquia, donde tenía un pequeño negocio. Sus problemas comenzaron hace tan solo unos año cuando grupos armados irregulares sometieron a todos los comerciantes de su pueblo natal al pago de un impuesto de protección. Los grupos armados, además, pretendían usar su tienda para monitorizar los movimientos de gente específica.

"De haber aceptado, hubiera dado la sensación de que estaba cooperando con los paramilitares, pero tampoco pude negarme" explicaba Juan. Añadía que decidió darse a la fuga dejando atrás a su mujer y dos hijos.

Pasó los cuatro años siguientes moviéndose de una ciudad a otra – Medellín, Bucaramanga y Armenia – reanudando la huida cada vez que el grupo armado parecía encontrar su rastro. Pasó a formar parte de esos 3 millones de colombianos que se encontraban desplazados dentro del país.

Dejándose llevar por la desesperación, decidió acudir a las autoridades en Armenia donde empezó a vender artesanía. Es entonces cuando decidió buscar protección al otro lado de la frontera, en Ecuador.

Una vez en Ibarra, todo el trauma de la persecución y el estrés de los últimos años afloraron. Como consecuencia, Juan decidió aislarse y evitar cualquier tipo de contacto con la gente. No obstante, Juan recibió ayuda por parte del ACNUR y otros organismos, incluyendo comida, ayuda para el pago del alquiler y artículos para el hogar.

La prioridad era tratar su estado de ánimo. El ACNUR, mediante un socio ejecutor, La Sociedad Hebrea de Ayuda al Inmigrante, fue capaz de proporcionar terapias mensuales con el objetivo de devolver a Juan su seguridad en sí mismo.

"Es importante ayudar a los refugiados con actividades que generen ingresos, pero también es necesario proporcionales apoyo psicológico", subrayaba Vito Trani, director de la oficina del ACNUR en Ibarra. Añadía que este apoyo había ayudado a los refugiados a reintegrase y construir sus nuevas vidas.

En cuanto Juan empezó a abandonar su aislamiento, el ACNUR buscó maneras de ayudarle a ser independiente. La agencia de la ONU le concedió una subvención de 100 dólares americanos para emprender un negocio de artesanía. Empleó el dinero en la compra de materiales para la confección de pulseras y collares. En el presente forma parte de un curso de formación para aprender las claves del comercio.

Aunque las circunstancias a su alrededor hayan empezado a cambiar, la vida de Juan sigue siendo difícil, al igual que la de los más de 50.000 refugiados colombianos registrados en el país. Juan vive solo en un pequeño cuarto alejado de su familia.

Sin embargo, se está integrando poco a poco y asegura que los ecuatorianos son buena gente. "Ya no hago planes para el futuro. Vivo el día a día", confesaba, agradecido de estar vivo. "Mi historia es una más entre las miles similares de mis compañeros colombianos", añadía, con una mirada de nostalgia hacía distancia.

Por Francisco Arends en Ibarra, Ecuador