La ayuda ofrecida por una familia checa crea un estrecho lazo de amistad
La ayuda ofrecida por una familia checa crea un estrecho lazo de amistad
PRAGA, República Checa – Una princesa bailarina con una tiara y un vestido rosa abre la puerta con entusiasmo cuando la familia Grundy toca el timbre de un apartamento en un complejo habitacional de Praga.
Con la mirada de sus padres, la princesa, una pequeña siria vestida con su traje favorito, abraza a los visitantes, su compañero de juegos de dos años Kilian y sus padres, la voluntaria checa Sarka y su esposo británico, Angus. La animada charla y los muchos abrazos dan testimonio de la cercanía de las dos familias.
"Esto se ha convertido en una verdadera amistad", dice Sarka más tarde. El acuerdo original era que ella ayudaría a los refugiados sirios Farid * y Wafa * durante seis meses, pero ahora, más allá del tiempo asignado, bromea: "Nadie puede evitar que seamos amigos".
Las dos parejas se conocieron a través de un programa patrocinado por el ACNUR, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que une a voluntarios checos con refugiados que necesitan ayuda para aprender las costumbres de su nuevo país. Un sitio web mantenido por un socio del ACNUR, la Organización para Ayuda a Refugiados (una ONG que usa la abreviatura OPU en checo), hasta ahora ha logrado encontrar un voluntario para cada refugiado que lo solicita.
Los voluntarios ayudan a los refugiados a atravesar la burocracia y aprender las costumbres checas, pero Sarka dice que esta familia ha necesitado poca asistencia práctica.
"Es un proceso mutuamente gratificante."
"Es un proceso mutuamente gratificante", dice Sarka sobre su experiencia como voluntaria. "Hemos aprendido mucho sobre su cultura. No es muy agradable decirlo, pero los vemos (Farid y Wafa) con más frecuencia que algunos de nuestros viejos amigos".
Farid y Wafa no son los verdaderos nombres de la pareja siria, que ronda los treinta años. Han estado en la República Checa durante casi cinco años, pero todavía son reacios a revelar sus identidades, por temor a represalias contra sus familiares en Siria.
Sarka había trabajado en marketing de TI hasta que un número creciente de refugiados que llegaron a Europa en 2015 la persuadió de que era "hora de hacer algo más activo". Ella habla inglés con fluidez y se convirtió en traductora voluntaria de una organización de derechos humanos en la capital checa. Después del nacimiento de Kilian, su segundo hijo, le dijo a su esposo británico que era hora de hacer más.
"'¿Qué quieres que hagamos, traer un refugiado para vivir en nuestro hogar?'", le preguntó Angus, según recuerda.
Elogió el enfoque personal del programa de voluntariado checo. "Le está diciendo a alguien que puede hacer algo por una familia, solo ayuda a una familia. Ciertamente hay suficientes familias para todos".
República Checa alberga un número relativamente pequeño de refugiados, solo 128 oficialmente reconocidos hasta finales de octubre de 2017.
No le gusta llamar al programa de voluntariado un proyecto, sino una forma de hacer amigos. "Si suficientes personas lo hicieran, no habría necesidad de este programa".
"Necesitamos gente a nuestro alrededor."
Este representaba una esperanza para Wafa, que vivía en un país extraño e intentaba lidiar con la vida cotidiana en un idioma extranjero mientras su esposo trabajaba.
"Al principio, lo más importante era que necesitábamos gente a nuestro alrededor", recuerda. "Estamos aquí y no conocíamos a nadie".
Su esposo, Farid admite que "esperaba algún tipo de reunión superficial y oficial" y se mostró feliz de haber estado equivocado cuando las dos familias se reunieron en noviembre de 2016.
Mientras su hija Hiba baila alrededor de la habitación con Kilian, la pareja reflexiona sobre lo que dejaron atrás cuando huyeron de la guerra en Siria, cuán difícil había sido la transición y cómo sus esperanzas descansan en un futuro mejor para su hija.
"Cuando un refugiado o solicitante de asilo viene aquí, puede encontrar un trabajo, pero siempre está por debajo de su nivel", dice Farid.
Él aprendió checo pero sus calificaciones profesionales de Siria no son reconocidas, por lo que trabaja en una línea de producción en fábrica. Espera que algún día dejar atrás la etiqueta de "refugiado". Por temor a su familia en Siria, Farid pide que se omita su ciudad natal y su profesión.
"Queremos llegar a ser como todos los demás", dice Farid. Como todos los demás con algunos muy buenos amigos checos.
* Los nombres fueron cambiados por razones de protección.
Por Kitty McKinsey
Gracias a la Voluntaria en Línea Mirtha Cantiano por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.