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Niños congoleños refugiados asisten a clases de recuperación en Ruanda

Historias

Niños congoleños refugiados asisten a clases de recuperación en Ruanda

Hasta la fecha, casi 2.800 niños refugiados en el campamento Kigeme de Ruanda se han inscrito para las clases de orientación y se espera que más se unan.
12 November 2012
Niños refugiados escuchan atentamente a su profesor durante una clase en la escuela en Kigeme.

KIGEME, Ruanda, 12 de noviembre (ACNUR) – Cientos de jóvenes refugiados congoleños han estado poniéndose al día en su educación antes de incorporarse al sistema escolar de Ruanda en enero. Para algunos de ellos esto está demostrando ser una experiencia catártica y ayudándolos a superar el trauma del desplazamiento forzado.

Las clases de orientación comenzaron en Kigeme, ciudad al sur de Ruanda, el mes pasado y se prolongarán hasta fines de año. Dichas clases, organizadas por la Agencia Adventista para la Ayuda y el Desarrollo (ADRA) y destinadas a preparar a los niños para el plan de estudios en las escuelas primarias y secundarias de Ruanda, están demostrando ser muy populares.

Hasta la fecha, cerca de 2.800 estudiantes se han inscrito para las clases y se espera que se inscriban más. "Cada vez más niños vienen a las clases", explicó Damascene Muvandimwe, facilitador educativo de ADRA en el campamento de refugiados de Kigeme. "La educación es su derecho", agregó, haciendo eco de un principio promovido por ACNUR, que apoya el trabajo de ADRA en Kigeme.

Antes de junio no había refugiados en esta región montañosa de Ruanda. Pero el campo fue abierto para hacer frente al flujo de miles de civiles congoleños que huían de los combates que estallaron el pasado abril a lo largo de la frontera en la provincia de Kivu Norte, en la República Democrática del Congo. Más del 60 por ciento de los 14.100 refugiados son menores de 18 años.

Lograr que regresen a la escuela tan pronto como sea posible es una prioridad para ACNUR y sus socios, no sólo para proveerles educación, sino también para mantenerlos en clases y alejados de influencias negativas.

Las clases de recuperación también están ayudando a ADRA y a los maestros a identificar aquellos niños que sufren de traumas sicológicos, a fin de ayudarles a lidiar con ello y a hacer nuevos amigos. A veces esto puede ser algo perturbador, sostuvo Agathe Ragira, consejera psicosocial de ADRA.

"Un día le pedí a los estudiantes que hicieran un dibujo. Un niño hizo un bonito dibujo del sol, la hierba y algunas vacas, pero las vacas estaban sin cabeza", dijo Ragira a los funcionarios de ACNUR. "Cuando le pregunté por qué las vacas no tenían cabeza, me dijo que las milicias se las habían cortado".

Ragira dijo que había capacitado a los maestros para identificar aquellos niños que todavía padecen traumas o habían sufrido abusos físicos o sexuales. Ella animó a los niños a abrirse. "Si ellos lo desean pueden venir a verme en privado. Muchos niños lo hacen y nosotros organizamos discusiones y consejería para ellos".

ADRA ha contratado a cerca de 60 maestros para llevar a cabo las clases, pero la agencia planea contratar otros 30 para hacer frente a la demanda extra – incluso algunos adultos han preguntado si pueden inscribirse.

Las lecciones se llevan a cabo en inglés y kinyarwanda por profesores contratados localmente o seleccionados entre la población de refugiados en los campos de Kiziba, Nyabiheke y Gihembe, que albergan a más de 50.000 congoleños que han huido a Ruanda desde la década de 1990.

León tiene un don para los idiomas y enseña inglés y kinyarwanda. Este joven de 22 años era profesor en Kivu Norte, pero huyó en mayo para escapar al reclutamiento forzado que realizan los grupos armados rivales que aterrorizan partes de la provincia. Su familia permanece en el otro lado de la frontera.

Yvonne, una de las estudiantes de León, huyó de su aldea en el territorio Masisi en Kivu Norte, cuando esta fue atacada. Ella relató que le tomó tres días caminar hasta la frontera. ACNUR organizó el transporte para llevarla al centro de tránsito Nkamira en Ruanda, donde pudo reunirse con un hermano.

Ella dijo que León, quien es sólo cuatro años mayor que Yvonne, tenía buenas razones para estar preocupado. "En Mushake [ciudad en Kivu Norte] hombres armados encadenaban niños pequeños [para reclutarlos forzadamente]. Mi hermano huyó hacia los campos", dijo la joven, quien vio a su hermano por última vez durante el ataque.

Yvonne dijo que estuvo muy feliz cuando se dio cuenta de que iba a poder continuar sus estudios después de haber sido transferida al campo de Kigeme. "Me gusta ir a la escuela. Si vas a la escuela, la vida será más fácil para ti", dijo, añadiendo conmovedoramente: "No sé cuándo voy a dejar Ruanda". Pero el estudio le da esperanzas para el futuro.

Patrick Mwiseneza, otro estudiante de 16 años de edad, está en el campo con sus padres después de salir de la ciudad de Kilolirwe a mediados de junio. "Creo que el inglés es difícil, pero paso a paso lo voy a aprender", dijo el adolescente, que estaba acostumbrado al francés y kiswahili. Dijo que quería volver a casa, pero mientras tanto, "quiero ser un buen estudiante y convertirme en maestro o alguien importante en el manejo responsable de mi país".

Mientras tanto, Damascene Muvandimwe de ADRA quedó impresionado por el entusiasmo mostrado por tantos jóvenes en el estudio, a pesar del sombrío panorama y el ciclo del sufrimiento. "Antes de que estas clases de orientación comenzaran, el camino al lado de esta escuela siempre estaba lleno de niños, pero ahora se puede ver que todos están en clases".

Por Céline Schmitt en Kigeme, Ruanda

Gracias al voluntario de UNV Online Gerardo Arce Arce por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.