Refugiados en Trípoli luchan por una vida digna
Refugiados en Trípoli luchan por una vida digna
TRÍPOLI, Libia, 9 de mayo (ACNUR) – Hace un año, las cosas se pusieron realmente serias en Libia y Aisha* pensó en abandonar el país y regresar a su Irak natal con sus cuatro hijos. Pero la huida de refugiados iraquíes y de otros países hacia Túnez, el papeleo y los estrictos trámites funcionariales le hicieron abandonar dicha idea.
Actualmente reside de nuevo en Trípoli, intentando mantener a sus hijos después de una época traumática de 20 meses que comenzó con la muerte de su marido, Abdul, y a la que se sumó el movimiento armado contra Muammar Gaddafi. "Lo que más nos preocupa ahora mismo es que no tenemos una estabilidad económica" se lamenta. Problema al que se enfrentan muchos refugiados y solicitantes de asilo en Libia, algunos de los cuales ya han tenido que hacer frente al desempleo y a las amenazas de desahucio en los últimos meses.
Pero a pesar de su preocupación por la actual situación económica y de inseguridad, Aisha ya no piensa en regresar a Irak. "No tengo a donde ir, así que tengo que aceptar con optimismo mi vida en Libia", relata esta mujer de 45 años a trabajadores del ACNUR que la visitan regularmente como parte de sus actividades de protección a los refugiados.
Aisha y sus hijos se encuentran entre los casi 6.700 refugiados y 2.700 solicitantes de asilo procedentes de 20 países que ACNUR ha registrado en Libia. Sin embargo, se estima que el número puede ser sensiblemente mayor. La mayoría permaneció en Libia durante la crisis del pasado año aunque unas 1.200 personas han buscado refugio en Túnez y Egipto.
Los iraquíes conforman la comunidad más numerosa (3.100 personas entre refugiados y solicitantes de asilo), seguido de palestinos, eritreos, sudaneses y somalíes. Además, ACNUR estima que unos 10.000 sirios han entrado en Libia recientemente.
La agencia de refugiados había dejado de realizar nuevas entradas al registro desde junio de 2010 por orden del régimen de Gaddafi y actualmente está intentando llegar a un acuerdo con las autoridades interinas libias para poder retomar el registro de solicitantes de asilo y refugiados. De todos modos, sigue dando seguimiento a la situación de los refugiados y, junto con socios locales e internacionales, les proporciona ayuda como asistencia sanitaria y psicosocial, soporte económico, ayuda alimentaria y no alimentaria. ACNUR también ayuda a que los refugiados encuentren trabajo y está construyendo un centro comunitario para que los refugiados consigan ser autosuficientes a través de actividades vocacionales y de formación.
La vida de los extranjeros durante el mandato de Gaddafi siempre sufrió de inestabilidad debido a las impredecibles políticas sobre los trabajadores migrantes, esenciales para la economía libia. Abdul, ingeniero mecánico, había entrado sin visado en Libia desde Bagdad en 1997.
"Era un migrante económico", Aisha explicaba en su pequeño y limpio apartamento alquilado. Ahmed, su hijo mayor de 21 años, tiene habitación propia, sus hijas de 20 y 13 años comparten otra y Aisha duerme en la sala de estar junto con su hijo Aziz de 10 años, quien nació en Trípoli, pero no tiene la nacionalidad.
La familia se trasladó una vez que Abdul encontró trabajo. Sin embargo, en 2001 Abdul perdió su empleo, cuando Gaddafi decidió tomar medidas extremas contra los trabajadores migrantes durante la recesión económica. Abdul pudo encontrar otro trabajo pero tuvo que aceptar un salario menor por lo que le resultaba difícil pagar una vivienda para su familia.
Durante ese tiempo, la familia solicitó a ACNUR el reconocimiento del estatus de refugiado, en 2006. "Nos dirigimos a la oficina buscando protección ya que nuestra situación era ilegal al no poseer permiso de residencia", explicaba Aisha, además de que supo que Gaddafi había expulsado a miles de palestinos en 1995 y "temíamos que también nos expulsara a nosotros". Decidieron que regresar a Irak no era una opción válida después de que en 2006 surgiese una brutal violencia sectaria en dicho país.
La vida en Trípoli no era fácil, pero Abdul conseguía mantener a su familia. Sin embargo, un día de octubre de 2010 no volvió del trabajo. "Estaba arreglando un ascensor en un instituto de música. Cayó por el hueco y murió" recordaba Aisha entre lágrimas. "Fue un duro golpe para todos los que le conocíamos; porque le queríamos mucho".
Todavía se estaban recuperando de su muerte cuando el movimiento contra 42 años de régimen de Gaddafi comenzó en febrero del siguiente año. "En aquella época los niños estaban en el colegio o en la universidad, así que decidimos permanecer en el país y afrontar las consecuencias" afirmó Aisha quien, además de no poseer un permiso de residencia, tenía su pasaporte iraquí caducado.
"Las bombas (de la OTAN) estallaban a poca distancia" recordó, ya que vivían cerca de una importante base militar. "Cuando esta fue alcanzada podías ver el humo y los cascotes llovían sobre nuestras casas" Lo único que podían hacer era permanecer encerrados en casa y esperar a que pasase todo. "Incluso habíamos empaquetado nuestras cosas y dormíamos vestidos por si teníamos que abandonar la casa rápidamente", dijo.
Cuando el pasado agosto la capital pasó a manos de las fuerzas rebeldes, la familia decidió dirigirse a Túnez, preocupada por la situación en Trípoli. "Queríamos regresar a Irak", dijo Aisha. Pero los funcionarios aduaneros no la dejarían entrar en Túnez aunque hubiese razones humanitarias, ya que no tenía su pasaporte vigente.
Estuvieron dos días retenidos en la frontera. "En ese momento no teníamos otra opción que quedarnos en Libia", dijo Ahmed, agregando que los diplomáticos iraquíes no fueron de mucha ayuda. Eso reforzó su creciente determinación de "no volver a Irak nunca jamás".
Ahora piensan sobretodo en el presente. "De momento no tenemos otra elección que quedarnos en Libia", dijo Ahmed, cuyo permiso de residencia también caducó. El único aspecto positivo es que como poseen estatus de refugiados, los cuatro chicos están exentos de las tasas escolares y universitarias.
Además, sus amigos y vecinos libios les ayudan económicamente, han recibido algún esporádico apoyo económico de los antiguos jefes de Abdul y un tío suyo que reside en República Checa les manda dinero de vez en cuando. Además, Ahmed trabaja en su tiempo libre en una zapatería de un amigo suyo.
Aisha sugirió que podían replantearse sus opciones una vez que sus hijos hayan acabado su educación. "No vemos un futuro próspero en este país siendo iraquíes" concluyó.
*Nombre cambiado por motivios de protección
Por Leo Dobbs, en Trípoli, Libia