Doy la cara por ellos: Ana Sofía Gómez
Doy la cara por ellos: Ana Sofía Gómez
Ana Sofía Gómez da la cara por Andrea para que pueda contarnos su historia.
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Ana Sofía Gómez es una gimnasta de origen guatemalteco. Comenzó su carrera en 2004 cuando tenía siete años. Hasta la fecha, es la figura femenina más destacada de la gimnasia artística en el país. En 2011 ganó medallas de oro y plata en los Juegos Panamericanos. En 2012 y 2016 participó en los Juegos Olímpicos de Londres y Río de Janeiro, respectivamente. El Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala la nombró Mensajera de la Paz.
Mi nombre es Andrea, tengo 53 años, y soy de El Salvador.
En mi país, éramos muy felices. Teníamos parcelas y ganado. Todo iba bien hasta que las pandillas empezaron a visitar a la comunidad. Mi hijo adolescente iba a jugar fútbol con otros vecinos y así fue como los pandilleros se fijaron en él. Lo empezaron a seguir y le decían que si no se unía a ellos, iban a asesinar a mi esposo. Decidimos sacarlo del pueblo a escondidas. Los pandilleros llegaron a la casa para preguntar por él. Yo decía que no estaba, que no sabíamos donde estaba y para hacerles creer eso, hacía como que iba a buscarlo. Siempre iban dos de ellos siguiéndome.
Mi esposo se fue una semana después para reunirse con mi hijo y sacarlo del país porque vimos que lo estaban buscando y ellos tienen gente por todos lados. Cuando vieron que mi esposo no estaba, llegaron a preguntar por él. Les dije que nos habíamos separado, que él se había ido. Mi hija, mi hermana y yo deseábamos poder salir con ellos pero mi papá estaba enfermo y no lo podíamos dejar.
Así pasamos seis meses. Ellos llegaban a vigilar la casa y nos seguían hasta cuando íbamos a la iglesia. Siempre había uno afuera de la casa y el resto se escondía alrededor y los escuchábamos correr y hablar. Una noche trataron de tirar la puerta y sacarnos, decían que nos iban a ir sacar por pedazos y que íbamos a morir. Nosotros nos pusimos a rezar.
Cuando murió mi papá ellos llegaron a ver si él era el que estaba tendido. Fueron a abrir la caja de mi papá porque querían saber si era mi papá o era mi hijo el que estaba ahí. Fue duro. Cuando enterramos a mi papa, se tomaron la casa de él y nos dijeron que a todos los que nos preguntaban que dijéramos que ellos habían comprado esa casa. No podíamos hablar con nadie ni contarles a los vecinos o a la policía porque nos habían dicho que nos iban a matar. Éramos prisioneros en nuestro propio hogar.
Nosotras esperábamos que ellos se descuidaran un momento para poder escapar. Cuando salíamos llevábamos los documentos de identificación en la bolsa. Era lo único que podíamos sacar sin levantar sospechas.
Un día fuimos a la iglesia y ese día no nos siguieron. Esperamos a que saliera mi hija de la escuela y nos fuimos a escondidas. Nos fuimos por el monte porque ellos cuidaban las calles y estaban pendientes de quiénes entraban y salían de la comunidad. Llegamos a un pueblito cercano, tomamos un taxi y fuimos a la policía a poner una denuncia.
Teníamos que quedarnos a esperar un documento de la denuncia pero no había tiempo y nos fuimos sin eso. Sabíamos que no podíamos regresar porque nos iban a matar después de hablar con la policía. Nos tocó abandonar todo para salvar nuestras vidas. Mi hijo y mi esposo ya estaban en Guatemala, entonces nos reunimos con ellos.
Me da mucha tristeza recordar todo lo que hemos vivido. Aún tengo miedo en las noches y sentimos temor que nos encuentren. Pero estamos luchando por salir adelante. Estamos todos juntos a pesar de lo que nos sucedió y nos sentimos felices por eso.
Los nombres mostrados en esta historia fueron cambiados para proteger la identidad de las personas desplazadas que forman parte de ella.
Ahora que ya conoces la historia de Leonor, es momento de que la compartas.
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