Refugiado pone sus habilidades al servicio de los demás
Refugiado pone sus habilidades al servicio de los demás
Desde el momento en el que el sirio Mohamed Dhib puso un pie en Kara Tepe, una instalación para refugiados y solicitantes de asilo en la isla griega de Lesbos, él ha procurado hacer de este un mejor lugar.
Incluso ahora, meses después de que él y su familia se mudaran a un apartamento en las cercanías, el electricista vuelve todos los días al asentamiento para ayudar al ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados y a sus socios, a mejorar las instalaciones que aún alojan a 900 residentes.
"Perdimos nuestras vidas, necesitamos volver a empezar para tener un buen futuro", dijo Mohamed, de 44 años, padre de cuatro y proveniente de Al-Sabinah, al sur de Damasco. "No queremos esperar sin hacer algo. Necesitamos trabajar, necesitamos ser algo en este mundo".
Mohamed empezó a ser voluntario el verano pasado cuando vio a un grupo de trabajadores midiendo el terreno. Le dijeron que estaban instalando cables para traer energía solar al campamento. Con el deseo de usar sus habilidades, preguntó si podría ayudar.
"Les dije: Perfecto, yo soy electricista ¿Puedo ayudar? Estoy disponible y puedo comenzar hoy", comentó él. Casi todos los días, él y su hermano Moufeed de 34 años, han trabajado duro como voluntarios para ayudar a instalar los cables subterráneos, y después instalar los paneles solares.
Desde enero, Mohamed ha estado ayudando al ACNUR en una operación más amplia asistiendo a las autoridades para instalar casas prefabricadas en Kara Tepe. Él y Moufeed ayudan a conectar las nuevas unidades de paneles solares y desconectan las casas vacías. Hasta la fecha, ACNUR ha instalado 150 contenedores en el campamento administrado por la municipalidad, con otros 142 planeados.
"Para mis hijos es mejor estar aquí", dijo Horia Khalil de 35 años, una solicitante de asilo siria y madre de tres. "Hay más espacio que en el otro albergue".
Ella y su familia viven en Kara Tepe desde septiembre y se mudaron a una de las nuevas casas hace ocho semanas.
"Allí tengo muchos amigos de todo el mundo. Puedo hablar con muchas personas, ayudar con el trabajo y aprender"
El cambio ha beneficiado a su hija de siete años, quien sufre de pesadillas y ansiedad como consecuencia del tormento de pasó en su natal Alepo, ciudad destruida por la guerra. "Gracias a Dios estamos a salvo", dijo ella. "Pero mis hijos todavía están asustados por las bombas, me preocupo por ellos".
Desde enero, ACNUR ha transferido a más de mil personas desde el asentamiento administrado por el Gobierno en Moria al campamento Kara Tepe, así como a apartamentos y hoteles. Esa cifra incluye a todas las familias, niños no acompañados y a la mayoría de las mujeres solteras. ACNUR ahora está transfiriendo a otras 130 mujeres desde Moria, donde se alojan en su propia zona acordonada.
En Kara Tepe, el trabajo de Mohamed continúa. En octubre, él y su familia se mudaron de las instalaciones a un apartamento privado operado por el socio local del ACNUR, Iliaktida, en la ciudad cercana de Mytilene. Sin embargo, él estaba dispuesto a continuar con su trabajo como voluntario en el sitio.
"Amo estar en Kara Tepe", dijo él. "Ahora si no voy, me hace falta", agregó en inglés, que aprendió de voluntarios durante los siete meses que vivió en el campamento. "Quiero ir todos los días. Allí tengo muchos amigos de todo el mundo. Puedo hablar con muchas personas, ayudar con el trabajo y aprender".
Para la esposa de Mohamed, Maysoum, quien sufre de dolores en la espalda y el cuello, la vida en el apartamento ha sido una increíble mejora. Ella está feliz de que a toda la familia, incluyendo sus cuatro hijos, les otorgaron la condición de refugiados y una visa griega por tres años. "Ahora estamos a salvo, pero todavía me preocupo por el futuro, por mis hijos".
"Este es el lugar para mí. Ahora esta es una nueva vida, un nuevo futuro, para mí, para mi esposa y para mis hijos".
Las hijas mayores de la pareja, Alissar de 9 años y Limar de 7, son lo suficientemente mayores como para recordar el horroroso viaje de la primavera anterior, cuando fueron de Siria a Grecia, pasando por Turquía. Según Mohamed, les dispararon en la frontera y tuvieron que dormir afuera bajo la lluvia durante varias noches.
"Fue por mis hijos que decidimos huir", dijo Mohamed, cuyo hogar quedó devastado durante el conflicto en Siria. "No podíamos volver al lugar de dónde venimos". La familia intentó viajar a Alemania, donde viven dos hermanos y una hermana de Mohamed. Sin embargo, al llegar a Lesbos el pasado abril, escucharon que la ruta de los Balcanes Occidentales estaba cerrada, así que decidieron abandonar la idea de continuar con su viaje.
Sin perturbarse por este revés, Mohamed llegó a Kara Tepe y comenzó a mejorar su entorno. En primer lugar, puso un columpio para sus hijos en un árbol. Luego transformó el terreno pedregoso fuera de su albergue en una parcela de vegetales. La ONG holandesa Movement on the Ground proporcionó suelo, herramientas y semillas. En poco tiempo, los frijoles verdes, los calabacines, las cebollas, las hierbas y las sandías brotaban de la tierra que solía estar vacía.
"Amaba ver cómo crecía todos los días", dijo Mohamed, quien cuidaba de una parcela en su casa en Siria. "Es bueno para tu mente irte a dormir esperando la mañana, para poder ver cómo crece el jardín. Todos los días sientes curiosidad de ver qué ha pasado con el jardín. Me hacía feliz".
Mohamed también busca hacer de Kara Tepe un mejor lugar para todos. Durante los siete meses que vivió ahí, se convirtió en una especie de líder comunitario, juntando a los residentes para reuniones semanales afuera de su tienda para discutir sus preocupaciones con los encargados del albergue.
"Ponía mesas y sillas para las personas afuera de la tienda", dijo él. "Ellos podían sentarse y hablar sobre cómo hacer de Kara Tepe un mejor lugar, más hermoso".
Es en parte su entusiasmo por trabajar que hace que Mohamed quiera quedarse en la isla a largo plazo. Sus hijas Limar y Alissar han empezado la escuela y rápidamente están aprendiendo griego. La pareja tiene otra hija, Elian de 5 años, y un hijo de tres años, Baraa.
Mohamed también está estudiando el idioma y espera encontrar pronto un trabajo que le pague como encargado de mantenimiento, plomero y electricista.
"Ahora en la isla estamos muy felices", dijo él. "Es seguro para mi esposa, para mis hijos. Puedo ir al trabajo de día y volver a casa sin preocuparme por ellos. Este es el lugar para mí. Ahora esta es una nueva vida, un nuevo futuro, para mí, para mi esposa y para mis hijos".
Por Josie Le Blond