El activista congoleño que dedica su vida a defender a las personas desplazadas
Cuando un día de junio Evariste Mfaume visitó un proyecto agrícola comunitario al este de la República Democrática del Congo (RDC), las mujeres hicieron una parada en su trabajo y le recibieron entre cantos y bailes. Los resplandecientes campos verdes de mandioca, fruto de su trabajo, no serían hoy una realidad sin la ayuda de Evariste.
«Estamos enormemente agradecidas a Evariste porque trabajó muy duro para que pudiéramos tener estas tierras de cultivo», cuenta Ungwa Sangani, agricultora congoleña.
Durante años, Evariste Mfaume, de 46 años, ha defendido los derechos de las personas congoleñas desplazadas por el conflicto, pero también los de las personas refugiadas y las comunidades que los acogen. Evariste ha venido trabajando para que reciban tierras de cultivo que les permitan generar ingresos y rehacer sus vidas.
Por esta labor ha sido escogido como ganador regional por África del Premio Nansen para los Refugiados de ACNUR. Este prestigioso galardón anual rinde homenaje a personas que han realizado esfuerzos extraordinarios para asistir a las personas refugiadas y desplazadas.
El día dos de octubre se anunciará a la persona ganadora, quien recibirá el premio en una ceremonia que tendrá lugar en Ginebra el 7 de octubre.
En el año 2003, Evariste Mfaume fundó Solidarité des Volontaires pour l’Humanité (Solidaridad de Voluntarios por la Humanidad) en la región de Kivu Sur, de donde él procede. Una región que ha sufrido años de violencia e inestabilidad.
«Sentí la llamada de la dignidad humana para canalizar esa energía y hacer algo».
«Comencé este trabajo con un entorno político muy difícil», explica Mfaume, quien también se ha visto forzado a desplazarse en varias ocasiones con su esposa y sus hijos. «He sido testigo de asesinatos, violaciones a mujeres y el saqueo y robo de propiedades», añade. «Pero, como ser humano, sentí la llamada de la dignidad humana para canalizar esa energía y hacer algo».
Empezó informando sobre violaciones de Derechos Humanos en la República Democrática del Congo, y luego en países vecinos como Tanzania o Burundi entre otros.
En 2005, mientras vivía en el campo de Nyarugusu en Tanzania, conoció a muchas personas refugiadas congoleñas que anhelaban volver a sus hogares pero no tenían un lugar al que regresar.
“Cuando vuelves a tu país como persona desplazada y no encuentras un lugar donde puedas rehacer tu vida, te sumes en un estado de confusión», cuenta.
Los agricultores y agricultoras congoleños y refugiados de Burundi que trabajan en las plantaciones de mandioca son un buen ejemplo de ello. Este grupo de 150 campesinos, entre los que se encuentran personas desplazadas, ha encontrado un camino para la reconstrucción a través de esta explotación agrícola, uno de los tres proyectos de plantación comunitarios que Evariste Mfaume ayudó a poner en marcha en un terreno de tres hectáreas, con la asistencia de la comunidad y de las autoridades locales.
Según OCHA, los años de conflicto han causado el desplazamiento de 4,5 millones de congoleños dentro del país y de 850.000 más fuera de sus fronteras. Además, la República Democrática del Congo acoge a más de medio millón de personas refugiadas de otros países.
Evariste Mfaume ha intercedido ante el gobierno para asignar terrenos baldíos en el monte a las personas retornadas, lo que ha derivado en la creación de los que se conocen como «pueblos de paz» en las localidades de Baraka, Fizi, Sebele y Mboko en Kivu Sur.
Desde 2006, más de 19.000 familias han regresado a estos pueblos para reconstruir sus vidas.
«Estas áreas eran bosques. Verlas ahora así, desarrolladas y llenas de gente, me llena de esperanza y me da fuerzas para seguir trabajando», dice.
A partir de su experiencia, Mfaume considera que el acceso equitativo a terrenos donde las personas refugiadas y locales puedan trabajar juntas es crucial para alcanzar la paz y la estabilidad. Un enfoque compartido por el Pacto Mundial sobre los Refugiados, adoptado por la Asamblea General de la ONU el año pasado Las mujeres son imprescindibles en el trabajo.
«Las mujeres se han mostrado entusiasmadas», cuenta. «Cuando uno hace frente a muchas dificultades, la esperanza es algo muy importante».
Claudine Nyanzira participa en el proyecto agrícola. Tras huir de Burundi en 2015, pasó muchas dificultades al llegar al campo de refugiados de Lusenda, en el este de la RDC.
«La vida era muy complicada porque no teníamos mucha comida ni ropa», explica la joven de 29 años. «Por eso, cuando comenzó este proyecto agrícola, me alegré mucho por poder formar parte de él».
En la actualidad, el campo acoge a cerca de 30.000 refugiados de Burundi, de los cuales más de la mitad son menores de 18 años.
Nyanzira, embarazada de siete meses, espera con ganas la cosecha que ayudará a su familia y al resto del grupo.
«La mandioca que recojamos la llevaremos al molino para obtener harina y el dinero que consigamos nos ayudará a pagar la matrícula del colegio para nuestros niños», añade.
Evariste Mfaume ha ayudado a miles de personas como Nyanzira y Sangani con su activismo, al tiempo que ha tenido que enfrentarse a muchos retos.
«Cuando trabajamos por los derechos de las mujeres muchas veces chocamos con los líderes locales tradicionales, que sienten que estamos cambiando la mentalidad de las mujeres y eso dificultará que los hombres las dominen», explica.
Mfaume también ha inspirado a otras personas a sumarse a la causa, como a Jacques Asunge, que se unió a la ONG hace cinco años y ahora es el gestor del proyecto.
«Evariste es muy valiente y tiene la determinación para hacer lo que se propone», dice Asunge. «Su fortaleza viene de sus ganas de ayudar a los demás, algo que creo que ha tenido desde que nació».
«Cuando llegue mi último aliento, lo que haya hecho será suficiente».
Mfaume está decidido a continuar con el trabajo de su vida y ayudar a otras personas. «Tengo un propósito y, mientras siga aquí, continuaré trabajando», cuenta. «Cuando llegue mi último aliento, lo que haya hecho será suficiente ».
El Premio Nansen para los Refugiados recibe su nombre del explorador y humanitario noruego Fridtjof Nansen, el primer Alto Comisionado para los Refugiados, que fue nombrado por la Sociedad de Naciones en 1921. Busca difundir los valores de la perseverancia y el compromiso ante la adversidad que le caracterizaron.
Puedes conocer al resto de ganadores regionales del Premio Nansen para los Refugiados 2019 en este enlace.